26 Set. 2004

Balotaje en octubre o noviembre

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La reforma constitucional de 1996-97 introdujo cambios sustantivos en el sistema electoral y en el sistema de partidos. Uno de ellos tuvo que ver con lo que simplificadamente se llama la introducción del balotaje. En realidad, la sustitución del principio de mayoría relativa por el de mayoría absoluta invariable para la elección de presidente y vicepresidente de la República.

La reforma constitucional de 1996-97 introdujo cambios sustantivos en el sistema electoral y en el sistema de partidos. Uno de ellos tuvo que ver con lo que simplificadamente se llama la introducción del balotaje. En realidad, la sustitución del principio de mayoría relativa por el de mayoría absoluta invariable para la elección de presidente y vicepresidente de la República. Desde el punto de vista técnico, se elige un partido con una lista binominal de candidatos en bloque, para dos cargos: presidente y vicepresidente. En la elección nacional, la del 31 de octubre, el principio de decisión es la mayoría absoluta expresada sobre el total de votantes; de no cumplirse el requisito, se realiza una segunda vuelta (28 de noviembre) entre los dos partidos más votados (con su respectiva lista binominal), lo que determina que inexorablemente se cumpla el principio de mayoría absoluta, siempre que se exprese sobre el total de votos válidos (la excepción, que no tiene salida, es que haya un empate). Este sistema ha pasado a ser conocido como el sistema de balotaje francés, dada la popularidad que le otorgó su implantación en la constitución francesa de la Quinta República.

Desde el punto de los efectos, muchos politólogos norteamericanos sostienen que el sistema a doble vuelta conlleva a la fragmentación del sistema de partidos, es decir, al aumento del número de partidos. Esta tesis está en controversia. Pero tanto los argumentos a favor como en contra se centran en estudios empíricos de series estadísticas, sin que pueda determinarse cuánto influye en sí el sistema y cuánto influyen otra variables socio-político-culturales. Pero lo que resulta claro, aunque tomando la conclusión con pinzas, es que el sistema de mayoría relativa tendencialmente es más reductor del número de partidos que el sistema a dos vueltas, o más concentrador del electorado. La razón: que en el sistema de mayoría relativa la decisión se produce en el único turno electoral, mientras que en el sistema a dos vueltas permite al elector dividir su voto entre una primera y una segunda instancia. En otras palabras, en el sistema a único turno los partidos terceros, cuartos y demás pueden sentir la presión de una polarización entre los dos primeros, polarización que los asfixie y conduzca a la pérdida de espacios. En el sistema a dos vueltas, no hay razón alguna para que se produzca polarización entre los dos primeros candidatos o los dos primeros partidos, dado que siempre hay una segunda instancia para expresar esa polaridad. En criollo y en el presente: en sistema de mayoría relativa, con estos actores y estos guarismos que presentan las encuestas, sería inevitable la polarización entre Vázquez y Larrañaga, pues la única forma de impedir el triunfo de Vázquez sería el voto a Larrañaga; en términos partidizados, lo inevitable sería la polarización entre el EP-FA y el Partido Nacional, pues la única forma de impedir el triunfo de la izquierda sería si fuese superada por el nacionalismo. En cambio, el sistema a dos vueltas impediría la polarización, dado que o el EP-FA y Vázquez triunfan por sí solos, porque captaron más de la mitad del total del electorado, o la izquierda y su candidato van al balotaje, y recién allí, en esta segunda vuelta, ocurriría la polarización.

¿Qué es lo que ha ocurrido? Ha ocurrido como si el sistema fuese de mayoría relativa. Se ha instalado una lógica de balotaje anticipado, donde se vota a Vázquez o se vota a Larrañaga para impedir el triunfo de Vázquez. Naturalmente que esta dicotomía es funcional al Partido Nacional. Mientras haya una lógica de balotaje adelantado, el nacionalismo se beneficia en bancas parlamentarias por dos vías: por los que quieren dar su adhesión al Partido Nacional y por quienes primordialmente se quieren oponer a Vázquez.

Con estos guarismos, es decir, sin ninguna duda en cuanto a qué partido y candidato va a resultar primero, cuál segundo y cuál tercero, la verdadera dicotomía del 31 de octubre es o resulta elegido Vázquez o hay balotaje. En términos del Sacro Colegio de Cardenales uno diría que hay fumata bianca (“habemus presidente”) o fumata nera (“habemus balotaje”) (con el perdón de la mezcolanza de italiano, latín y español). El Encuentro Progresista-Frente Amplio para lograr la fumata bianca necesita captar al menos medio voto o un voto por encima de la mitad del total de votantes; y ello depende de sí mismo. Para la fumata nera basta que el Encuentro Progresista-Frente Amplio no obtenga un número de votos que supere la mitad del total de votantes, es decir, que los votos que no son para el EP-FA sea exactamente iguales o sean más que los votos a favor del EP-FA. De donde, para votar por el balotaje, es indiferente si ese voto va para el segundo, el tercero, el cuarto, más abajo o para ninguno. Es indistinto el voto al Partido Nacional, al Partido Colorado, al Partido Independiente, a los partidos menores (Intransigente, Unión Cívica, Liberal, de los Trabajadores), si el voto es en blanco o también si el voto tiene un contenido que resulte nulo; todos ellos, sin excepción, son votos positivos a favor del balotaje y por ende en contra del EP-FA y de Vázquez...

Esto, que es la lógica pura del sistema, no es la lógica dominante en el electorado y es mortal para colorados, independientes y demás. Hay una lectura dominante cuando la gente razona en términos de determinada lógica. Que la lectura dominante de la lógica del sistema sea la dicotomía Vázquez-Larrañaga, es una formidable ganancia estratégica para el Partido Nacional. Y en parte es la causa de la asfixia que sienten los demás. En lo que es una lucha por posiciones parlamentarias, le va la vida a todos los partidos que no sean la izquierda y los blancos, en convencer a la gente de cuál es el escenario y cuál es la lógica del sistema electoral de mayoría absoluta invariable, o de sistema a dos vueltas, o de balotaje.