29 May. 2011

La representatividad del Plenario

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Entonces, en materia de representatividad, no hay nada que objetar a nadie [...] hay tres universos diferentes como base de soberanía: Uno, el electorado nacional que concurre obligatoriamente a las elecciones nacionales [...] Dos, el electorado nacional que voluntariamente concurre a las mal llamadas “elecciones internas” [...] Tres, los afiliados a un partido

A raíz de la imposición del mandato imperativo a sus legisladores, se generó una triple discusión sobre el derecho de las autoridades partidarias de mandatar a sus legisladores, sobre la correlación de fuerzas entre las autoridades partidarias y la representación parlamentaria (temas ambos para otro análisis) y sobre la representatividad de las autoridades del Frente Amplio.

La estructura del FA es muy compleja, pues tiene una máxima autoridad ordinaria que lo es el Plenario Nacional y una autoridad extraordinaria (solo para determinadas funciones, como por ejemplo la elección con limitaciones del candidato presidencial) que lo es el Congreso. El Plenario Nacional -el objeto de la discordia- surge de una elección entre los afiliados al Frente Amplio, por dos vías. La mitad de los miembros (aproximadamente) son elegidos mediante hojas de votación cada una de las cuales contiene una lista cerrada y bloqueada de candidatos (vulgo: elección por listas) y la otra cuasi mitad son elegidos en una única papeleta de votación, mediante la selección individual de nombres, con voto plural (vulgo: mediante el trazado de una cruz o una marca en una nómina general de nombres). Los primeros son llamados “representantes de los sectores” y los segundo “delegados de base”. Esta distinción es absolutamente nominal, porque unos y otros son elegidos por el mismo cuerpo electoral –el conjunto de los afiliados- y lo que difiere es el método de votación y el método de distribución de cargos (proporcional el primero, pluralitario limitado el segundo).

Hasta aquí nada es distinto a lo común en el mundo. El primer método es el prevaleciente en casi todas las elecciones uruguayas (nacionales, departamentales, locales, universitarias, de seguridad social, de ambos partidos tradicionales) y el segundo método es el que prevalece en al menos la mitad de los países del mundo con democracia de partido estable y consolidada. Por tanto, no hay ninguna anomalía ni en lo uno ni en lo otro, ni siquiera ninguna originalidad. El asociar el votar por listas a mayor trasparencia y el votar por nombres a menor trasparencia, es una visión provinciana prevalente en las dirigencias tradicionales; tan provinciana como la visión de asociar votar por nombres a mayor democracia y votar por listas a mayor oligarquía política, prevalente en las militancias de izquierda. Ambos métodos son igualmente democráticos; luego lo serán más o lo serán menos como resultante de la interrelación con otros métodos.

Ahora viene el análisis de la representatividad, en base a las tres últimas elecciones de afiliados frenteamplistas. En la votación por listas participa algo más de 200 mil personas, que grosso modo representa la quinta parte del electorado nacional que vota por el Partido Frente Amplio. En la votación por nombres (los “delegados de base”) participan entre 30 y 40 mil afiliados, lo cual representa circa el 3% del electorado nacional votante del FA. ¿Es eso mucho o poco? Depende del cristal con que se lo mire.

Dos casos de comparación. La Unión Cristiano Demócrata (CDU) gobernante en la República Federal de Alemania contó en las últimas elecciones (2009) con cerca de 12 millones de votos (sin contar los de sus aliados bávaros de la Unión Social Cristiana, CSU). Bien, el total de afiliados de la CDU ronda los 500 mil, y en las elecciones previas de candidatos sufragaron poco más de 200 mil afiliados, más o menos la misma cantidad de afiliados que votaron en las elecciones internas del FA, pese a tener la CDU 12 veces más votantes. El total de afiliados votantes representan menos del 2% del total del electorado federal de la CDU.

El segundo caso es el del Partido Socialista de Madrid, miembro del PSOE. En las primarias para la elección de candidato a la Presidencia de la Comunidad de Madrid sufragaron menos de 15 mil personas, en un partido que con vendaval en contra días pasados logró 783.000 votos; es decir, el candidato a presidente de Madrid fue elegido por menos del 2% del electorado socialista madrileño (exactamente el 1,87%). Resumen, representatividad en relación al total de electores nacionales: FA por listas, 20%; FA por nombres, 3%; CDU, menor a 2%; PSM, menor a 2%.

Ahora, comparado en Uruguay. En los partidos tradicionales sus autoridades no surgen de sus afiliados pero tampoco del electorado nacional en pleno. Surge de las personas que en ocasión de las mal llamadas “elecciones internas” de los partidos, las de junio del año electoral, para mejor entender, vota en esa oportunidad a uno u otro partido. El porcentaje de participación en 2009 fue del 73% en el Partido Nacional y del 33% en el Partido Colorado. Pero no es que haya tenido tan alta participación el nacionalismo, sino que se detectó una cantidad significativa de personas que votó en la elección de autoridades al Partido Nacional y en las elecciones nacionales al Partido Colorado. Ello genera un relativo vicio de origen de las autoridades de un partido, elegidas por personas que luego –en las decisivas- votan a un partido diferente.

Primera nota de una serie de tres