11 Set. 2011

Ministerio Público y política

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Hay tres elementos estructurales que coadyuvan a la posibilidad de la politización del Ministerio Público: el que los fiscales son dependientes del Poder Ejecutivo (aunque con “independencia técnica”), el que son nombrados discrecionalmente por el Poder Ejecutivo y además que son promovidos también en forma discrecional por el Poder Ejecutivo. Estos elementos estructurales no determinan per se que el Ministerio Público se politice, pero no constituyen las condiciones ideales para su despolitización.

La relación entre sistema judicial y política es complicada en cualquier parte del mundo, pero especialmente lo es en países democráticos (poliárquicos) con culto a la independencia del sistema judicial. Se usa la palabra sistema porque un sistema es un conjunto de reglas o principios sobre una misma materia racionalmente enlazados entre sí y además un conjunto de instituciones e institutos enlazados entre sí; dicho de otra manera, un conjunto de cosas que relacionadas entre sí ordenadamente contribuyen a un objeto preciso.El sistema judicial lo componen la judicatura (Poder Judicial, Justicia de lo Contencioso Administrativo) y el Ministerio Público (fiscales), que constituyen el sistema judicial público, más –en tanto actores privados o de parte- los abogados patrocinantes.

La relación sistema judicial-política puede adquirir grosso modo dos formas: la judicialización política, que es cuando se judicializan todos los asuntos políticos y se resuelve por vía judicial lo que en las sanas reglas de la democracia corresponde dirimir en la cancha política, y la politización judicial, que es cuando los actores judiciales son influidos o presionados con éxito desde el poder político, o actúan al servicio de actores políticos, o se constituyen ellos mismos en actores políticos. Ambos fenómenos han cobrado vida o pretendido cobrar vida en el Uruguay en las últimos tres lustros, predominantemente –pero de manera no excluyente- en la materia penal.

Un punto especialmente sensible es el Ministerio Público, es decir el área pública compuesta por los fiscales. Hay tres elementos estructurales que coadyuvan a la posibilidad de la politización del Ministerio Público: el que los fiscales son dependientes del Poder Ejecutivo (aunque con “independencia técnica”), el que son nombrados discrecionalmente por el Poder Ejecutivo y además que son promovidos también en forma discrecional por el Poder Ejecutivo. Estos elementos estructurales no determinan per se que el Ministerio Público se politice, pero no constituyen las condiciones ideales para su despolitización.

A ello cabe agregar tres tipos de elementos. El primero es que el fiscal de Corte y procurador general de la Nación, cabeza del Ministerio Público, fue históricamente un cargo silencioso y en la sombra, en que el grueso de la ciudadanía desconocía el nombre y la cara del titular, con la excepción de un fugaz estrellato de Guido Berro Oribe tras haber sido secuestrado por los Tupamaros y emitido unas declaraciones poco satisfactorias. Luego retornó el silencio hasta que asume el cargo un hombre allegado al ex presidente Sanguinetti y más adelante –en un interregno- una persona de fuerte filiación frenteamplista, en que el titular del cargo pasó a ser una figura mediática. Pero además han aparecido diferentes fiscales con fuerte aparición mediática, básicamente en tres temas: las violaciones a los derechos humanos ocurridos durante la dictadura, los temas ambientales y las denuncias de corrupción contra jerarcas políticos. Lo común en los tres temas es que los fiscales han exhibido actitudes de cruzados, de defensores de causas, más que de silenciosos y oscuros hurgadores en los vericuetos del derecho.

Sin analizar las intensiones ni que importen cuáles son las intenciones, las consecuencias de esa actuación es la generación de hechos políticos por parte de los fiscales. Politización que se agrava cuando la propia gremial camina por el pretil de la Constitución –que prohíbe a los miembros del Ministerio Público realizar todo tipo de acto político público o privado con la excepción del voto- y sale a polemizar con partidos y dirigentes políticos (no importa que pretenda guardar la forma de una defensa gremial, la sustancia es que entra en la cancha política)

¿Qué cosas llevan a la politización judicial? Son varias y en forma contextual hace mucho a ello la creciente judicialización política, la judicialización sindical y la judicialización de la sociedad en general: un sistema político que ha descaecido en su capacidad de resolver sus diferencias en el terreno y con las reglas del sistema político, un sindicalismo que especialmente hasta hace un lustro prefirió recurrir a la judicatura en lugar de a la lucha con sus propias fuerzas (entonces menguadas, hoy no) y una sociedad que no tiene o no encuentra otra forma de resolver conflictos individuales o colectivos no judiciables que a través del recurso a la justicia.

Pero cabe analizar dos temas con cierta relación entre sí. El sistema jurídico uruguayo asigna un papel trascendente pero oscuro a magistrados judiciales y del Ministerio Público. Es en el silencio, la oscuridad y la grisura que funciona bien la justicia en esta concepción, donde al sistema judicial no le cabe la creación de derecho sino la interpretación y la integración del derecho. Es mucho más rutilante el papel de jueces y fiscales en el sistema sajón: crean derecho, hacen justicia en el leal saber y entender de sus propios valores y sus propias concepciones éticas, operan en un sistema que reserva a lo judicial un papel a veces superior al papel del poder político y de lo que origina el poder político, es decir, de la propia ciudadanía como conjunto. En una parte considerable del mundo sajón los fiscales son además electivos, donde la necesidad de publicidad y generación de efectos es connatural a la elección y permanencia en el cargo. Este rechazo de la grisura no es patrimonio de los magistrados, es un bicho que pica a otros cuya función es precisamente no ser actores en el juego sino reguladores del juego u observadores del juego, es un bicho que pica a árbitros de fútbol o a analistas políticos. El otro tema es el ejemplo de país con fiscales que han saltado al estrellato como el español Baltazar Garzón (que entró, fracasó y salió de la política pura) o el italiano Antonio di Pietro (que saltó a la política y lidera una formación partidaria)