18 Dic. 2011

El ’68 redivivo: los indignados

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Es importante detectar qué significan en cuanto al sistema político la aparición de movimientos como “Los Indignados” o “El ‘68”. Detectan la existencia en segmentos específicos de la sociedad de graves falencia de los sistemas de representación política y de representación social [...] Aquí en Uruguay hay que atender un fenómeno pasivo, silencioso que puede llegar a ser estruendoso si se expresa en los hechos, especialmente estruendoso en un país que ha sacralizado los pronunciamientos ciudadanos mediante procedimientos electorales [...] Pero sería importante que en los sistemas de poder en el país, en el político pero también en el sindical, el social y el económico, se prestase atención al fenómeno./p>

“Los indignados” es un conjunto de movilizaciones originalmente espontáneas, básicamente aunque no necesariamente juveniles (o de adultos jóvenes), que estallan en los últimos meses en países de alto desarrollo humano de Occidente, comenzando por los que toman la Plaza del Sol en Madrid (y que dan origen al nombre). La protesta se ha extendido por varios países y ciudades, siendo las de mayor impacto las de Tel Aviv, Roma, Reikiavik, Nueva York, Barcelona y naturalmente Madrid. Las motivaciones directas de la protesta están relacionados con los efectos de la crisis financiera y en particular con su relación sobre la vivienda y el empleo, así como la culpabilidad que otorgan al sistema financiero; pero va mucho más allá de ello, y expresa una disconformidad global con el estado actual de la sociedad.

Estas movilizaciones tienen un paralelo con el famoso ’68, también conocido como el “Mayo del 68”, o por su principal origen, el “Mayo Francés”. En aquél entonces movilizaciones directamente estudiantiles, que luego se extienden a sectores juveniles obreros, provocan formidables estallidos en las principales ciudades de Francia (Nanterre una de las principales), con cierta violencia: incendio de vehículos, uso de los adoquines de las calzadas como proyectiles. El Mayo Francés se extendió por varios países de Europa Occidental, especialmente en las principales ciudades italianas (Bolonia, Turín, Milán, Florencia). En forma paralela aparece un movimiento diferente pero con elementos de contacto en Estados Unidos, especialmente en California con epicentro en Berkeley. El ’68 llega directamente a Montevideo desde Francia, con similares reivindicaciones (contra lo que creen algunos investigadores actuales, aquí en ese momento no aparecen consignas latinoamericanistas; llegarán después). Siempre la chispa es algo accesorio: en Montevideo lo fue la protesta por el precio del boleto de estudiante. Pero el ’68 significó en Occidente un formidable punto de inflexión en la concepción de la sexualidad, especialmente de la sexualidad femenina, y aparejó cambios de relieve en las costumbres. Cabría analizar los efectos posteriores de los ’68, diferentes en el Río de la Plata, Europa y Estados Unidos, así como el impacto que en Uruguay y Europa significó la intervención del movimiento sindical y en Uruguay meses después la emergencia fuerte de la acción propagandística guerrillera; todo lo cual amerita otro análisis.

Es importante detectar qué significan en cuanto al sistema político la aparición de movimientos como “Los Indignados” o “El ‘68”. Detectan la existencia en segmentos específicos de la sociedad de graves falencia de los sistemas de representación política y de representación social (sindicatos en primer término). Los movimientos son espontáneos en cuanto surgen como efecto de condiciones objetivas de protesta, que luego estallan cuando alguien provoca alguna chispa; y son exitosos cuando más tarde o más temprano alguien logra establecer liderazgos y conducción. Más aún, cuando logran personalizar la protesta en algún referente, como fue el caso de Daniel Cohn-Bendit en Francia.

Un detalle nada menor es la formidable capacidad de creatividad que generan estos movimientos. Cabe recordar célebres frases sesentayochescas como “La imaginación al poder” o “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Una de las que sobresale en esta etapa es: “Me sobra mucho mes al final del sueldo”.

“Los indignados” o la indignación o la disconformidad pueden expresarse en formas más o menos estruendosas, como el acampado en las principales plazas en España, las sentadas en la vía pública en Nueva York o manifestaciones multitudinarias en Tel Aviv o Reikiavik. Aquí en Uruguay hay que atender un fenómeno pasivo, silencioso que puede llegar a ser estruendoso si se expresa en los hechos, especialmente estruendoso en un país que ha sacralizado los pronunciamientos ciudadanos mediante procedimientos electorales, o para usar una romántica antigua expresión: “el veredicto de las urnas”. Para ello hay que atender las actitudes refractarias, que se expresan normalmente en el voto en blanco, el voto anulado y la abstención. En encuestas, hay que agregar la respuesta refractaria por excelencia: “Imagine que haya elecciones de presidente y parlamento el próximo domingo ¿A qué partido político votaría?”: “Ninguno”.

En un país de voto obligatorio la abstención es mínima y fundamentada: razones de salud, estadía en el exterior. La suma de las actitudes refractarias (excepto las abstenciones justificadas) ronda de manera estable entre el 2%y el 3%. La primera señal ocurre en las elecciones departamentales la actitud refractaria específica, por encima de lo habitual, trepó al 11,1% del total del electorado. A posteriori de ese acontecimiento, la Encuesta Nacional Factum recoge un fuerte salto de la actitud refractaria. La suma de voto en blanco, voto anulado o voto a ninguno, situado en el primer trimestre de 2010 en el nivel habitual (3%), salta al 9% en el segundo trimestre, baja luego temporalmente al 5% y luego se estabiliza en torno al 10-11% (10, 9, 12, 11, 11). No confundir actitud refractaria con los que declaran no saber o no contestan, esos son los indefinidos. Un elemento claro es que la abrumadora mayoría de estos nuevos refractarios son frenteamplistas desencantados, incapaces de atravesar el muro que divide a la izquierda del país del área constituida por el conjunto de los partidos tradicionales. Se evidencia que los partidos tradicionales están encerrados en su propia área sin capacidad de captar el descontento ajeno. Son lenguajes y culturas diferentes. Y además los partidos tradicionales tienen sus propios indignados, que contribuyen a incrementar esa actitud electoral refractaria. Esto finalmente se traducirá o no en las urnas. Pero sería importante que en los sistemas de poder en el país, en el político pero también en el sindical, el social y el económico, se prestase atención al fenómeno.