10 Jun. 2012

Cuando Tabaré apoyó a Vázquez

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Tabaré apoyó a Vázquez, se apoyó a sí mismo. Porque lo que hizo fue apoyar su tesis hiperpresidencialista [...] Sin duda el primer desafío que deben afrontar las nuevas autoridades del Frente Amplio es definir cuál es el sentido y el papel de la estructura política, cuál es su rol en relación al gobierno, cuál es el grado de autonomía de los gobernantes en relación a la fuerza política

A raíz de los recientes cambios en el gobierno, el presidente Tabaré Vázquez apoyó el derecho del presidente de la República a decidir por sí y ante sí, sin consulta a nadie, las designaciones y remociones. Políticos y periodistas interpretaron: Tabaré apoyó a Mujica. Error: Tabaré apoyó a Vázquez, se apoyó a sí mismo. Porque lo que hizo fue apoyar su tesis hiperpresidencialista1, que impulsó y aplicó en su presidencia pasada y sin duda aplicará si vuelve a la Presidencia; y más aún, que aplicó ya desde su primera experiencia de gobierno en la Intendencia Departamental de Montevideo. Lo que hizo entonces no fue entrometerse políticamente en el conflicto de este gobierno, sino afirmar la tesis del gobernante tomando las decisiones en solitario, por sí y ante sí, sin consulta alguna, sin depender de la opinión de las corrientes partidarias que dan sostén al gobierno, y en un hecho sustantivo, la total ajenidad al gobierno de la estructura política, es decir, de la estructura del Frente Amplio.

Y aquí viene de la mano un tema sustancial, con lo que va a tener que lidiar Mónica Xavier, de confirmarse su elección como presidente del Frente Amplio: ¿Para qué es la estructura del Frente Amplio? ¿Qué sentido tiene? ¿Va a influir en algo, mucho o poco, en las decisiones de gobierno?

Corresponde hacer un poco de historia. Cuando en el mundo surgen los partidos de masas, entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX, aparece como elemento consustancial el concepto de que el partido es el que manda a sus representantes. Los representantes (gobernantes, parlamentarios) son agentes del partido, mandatados o dirigidos por el partido; los mandatos pueden ser más rígidos o más flexibles, para todas y cada una de las decisiones o solo para las más trascendentes, pueden consistir en grandes lineamientos o en resoluciones articuladas. Es la contraposición a la tesis anterior de los partidos de cuadros, donde el partido es una elite de dirigentes políticos –o en su versión más cruda, una simple maquinaria electoral- donde los elegidos discuten sus principios pero actúan a su leal saber y entender, con algún grado mayor o menor de coordinación. La tesis del partido mandante y el representante mandatado surge contemporáneamente en los partidos marxistas y obreros, en el socialismo, la socialdemocracia y el socialcristianismo (en este último caso es paradigmático el Partido Social Cristiano Belga circa 1905). En Uruguay fue la tesis no solo de socialistas y comunistas, sino también la concepción de Batlle y el batllismo, que en materia de estructura y funcionamiento político adaptó al Uruguay los paradigmas de la socialdemocracia europea.

El Frente Amplio nace en 1971 con esta concepción. Más aún, proclama a los cuatro vientos que la diferencia entre el Frente Amplio y los partidos tradicionales es que el Frente es una fuerza política de acción política permanente y participativa, no una mera máquina electoral, donde sus representantes van a responder día a día, caso a caso, a la fuerza política y esta fuerza va a responder a sus bases. El Frente Amplio manda a sus representantes. Esta concepción llevó entre1985 y 1989 a grandes tensiones internas, ante la resistencia opuesta por el entonces Partido por el Gobierno del Pueblo (La 99) y por el Partido Demócrata Cristiano (que a la postre abandonaron el Frente). A comienzos de 1987 una dramática sesión del Plenario Nacional impuso –contra la opinión de PGP y PDC- un voto determinado en relación a la ley de fuero sindical. Los primeros directores de entes autónomos y servicios descentralizados que tuvo el Frente Amplio, fueron designados uno a uno por el Plenario Nacional, previa larga y dura discusión en la cúpula política. Inclusive el primer gabinete departamental de Montevideo, propuesto por el intendente electo Tabaré Vázquez, es aprobado por la Mesa Política. Esta fue la tesis oficial proclamada y practicada por el Frente Amplio desde 1971 hasta 1990.

Luego vienen los cambios. Nunca más ningún nombramiento de cargos ejecutivos (directores departamentales, ministros, directores de entes autónomos) pasó por la estructura del Frente Amplio. Surge la tesis de que la estructura del Frente Amplio tiene poder para mandatar a los parlamentarios (nacionales o departamentales) pero no a los gobernantes. Y de allí en más el Frente Amplio se pasó con armas y bagajes a la vieja praxis de los partidos tradicionales, sin entenderla y sin aplicarla cabalmente, porque pasó de la teoría del partido político como mandante absoluto de los representantes, a la tesis de que el jerarca máxima del Ejecutivo (presidente, intendente) gobierno por sí y ante sí, nombra y destituye sin rendir cuentas. Se pasó del partido participativo al partido maquinaria electoral pura y simple.

Entonces viene el desafío. A fines de mayo votaron 170 mil personas con afiliación simultánea al Frente Amplio, 50 mil menos que hace 5 años. La pregunta es para qué votaron. Si el gobierno va a ser solo del presidente y nada más que suyo. Para qué es esta estructura: ¿para hacer propaganda y proselitismo, para hacer ejercicio político, para hacer el vehículo de difusión de los logros del gobierno y explicación de sus falencias? ¿Qué papel va a cumplir Mónica Xavier en el terreno estrictamente político y gubernativo? ¿Qué papel va a cumplir la Mesa Política? ¿Cuál es el sentido de elegir estos 15 miembros a través de sectores políticos más otros 12 elegidos nombre a nombre en los mal llamados delegados de base?

Sin duda el primer desafío que deben afrontar las nuevas autoridades del Frente Amplio es definir cuál es el sentido y el papel de la estructura política, cuál es su rol en relación al gobierno, cuál es el grado de autonomía de los gobernantes en relación a la fuerza política. Esta discusión y su resolución son esenciales para lo que queda de este gobierno, pero es más esencial aún para la propuesta electoral hacia 2014, porque no es lo mismo postular una candidatura presidencial para ocupar una presidencia imperial, que postular una candidatura como expresión de una fuerza política organizada.


1 Ver Presidencialismo y parlamentarismo, El arribo del hiperpresidencialismo y El fortalecimiento de la Presidencia y ¿Cuál es la lógica institucional?, todos en El Observador.