19 May. 2013

Del 68 al matrimonio homosexual

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Revolución del '68 es esencialmente una revolución de la moral y de las costumbres, que lleva a dar pasos significativos hacia la libertad sexual. [...] Finalmente en 2013 se produce el último avance liberalizador con la consagración del matrimonio homosexual [...] Sin duda, los dos cambios de 2012 y 2013 pueden verse como el resultado final del impulso de 1968. Que a su vez son un reverdecer de impulsos del último tercio del siglo XIX, de los comienzos del XX y de los pasados años treinta.

Inmediatamente de producido el estallido estudiantil y juvenil en Francia en mayo de 1968, repercutió en Montevideo1. De los sucesos de aquel año hay en Uruguay distintas ópticas y consecuentemente diferentes interpretaciones. Por un lado, y es el centro de este análisis, el '68 fue un cuestionamiento de los valores tradicionales establecidos, de la moral burguesa, del acartonamiento y las reglas consideradas opresivas, de la mediocridad, de todo aquéllo que se resume en dos frases célebres de la época: Prohibido prohibir y La imaginación al poder. Pero también hubo claros componentes revolucionarios latinoamericanistas, al calor del reciente fusilamiento del Che Guevara (octubre del año anterior), de la guerra de Viet Nam y la protesta juvenil norteamericana, de la Revolución Cubana, del antimperialismo (referido a Estados Unidos) y más tarde del auge publicitario de los Tupamaros (que estalla hacia el final de invierno o comienzos de la primavera. Esta interpretación político-revolucionaria es la que más recoge hoy la historiografía uruguaya reciente, probablemente porque los testimonios más fáciles de obtener parten de viejos tupamaros que fueron antiguos jóvenes del Frente Estudiantil Revolucionario (FER 68), de importante participación en la protesta estudiantil. Y probablemente también por no detectar con claridad la otra veta, que fue sin duda la más profunda y que más impactó en la sociedad.

Porque la protesta estudiantil contra los valores establecidos -aquí y en los países de cultura similar como Francia e Italia- significó una ruptura de tabúes en cuanto a la sexualidad en general y a la sexualidad femenina en particular. La Revolución del '68 es esencialmente una revolución de la moral y de las costumbres, que lleva a dar pasos significativos hacia la libertad sexual. Un primer paso es el comienzo de la relativización del valor de la virginidad femenina. Otro paso, el impulso público en sectores medios de las relaciones prematrimoniales y de la pareja libre. Más adelante vendrá ya la unión libre como un factor generalizado, como un árbol del paisaje. El tema de reivindicación de los derechos de los homosexuales queda limitado al rechazo a la penalización o a la persecución, existentes entonces en España o en Cuba.

Un paréntesis metodológico: se sigue la terminología dominante en el mundo académico, que considera que así como el valor de la libertad identifica a la derecha en el eje político-económico (libertad de mercado=derecha; regulación estatal=izquierda), en el plano socio-cultural, de costumbres y valores, la libertad se asocia a lo opuesto a los valores tradicionales (liberalismo=libertad plena del individuo; conservadurismo=sujeción a reglas y a valores tradicionales, fundamentalmente de origen religioso). La adopción de esta metodología, utilizada universalmente en la investigación académica, no implica valoración alguna ni de las virtudes ni de los defectos del liberalismo cultural ni del tradicionalismo.

En realidad la pareja libre es una reivindicación de izquierda que ya contaba con al menos siglo y medio, más conocida con el nombre de amor libre. Puede detectarse en varios países europeos con claridad en los albores del siglo XIX al calor de la Revolución Francesa, especialmente en grupos conspirativos reducidos conformados fundamentalmente por jóvenes intelectuales. Luego es un claro principio de los movimientos sociales de la segunda mitad del siglo XIX, tanto del marxismo como del anarquismo y con formidable fuerza en los inicios de la Revolución de los Soviets. El concepto de unión libre tiene en Uruguay su primer reconocimiento oficial en los censos y registros de la Universidad de la República, más de cuatro décadas atrás.

La pareja libre es esencialmente la voluntad de dos personas de convivir sin ninguna regla que no fuese acordada voluntariamente; consecuentemente el rechazo a toda intervención ajena a la pareja, ni del Estado, ni de ninguna otra autoridad, ni de autoridad religiosa alguna, ni de nadie. Eso quiere decir pareja libre. Con ese sentido la pareja libre existió sin cortapisa alguna, salvo las limitaciones sociales que algunos no hubiesen querido afrontar, hasta fines de los años ochenta o principios de los noventa del siglo XX. Allí comienza desde el ámbito judicial restricciones a la libre asociación de la pareja y a la libre determinación de las reglas: la jurisprudencia crea obligaciones no pactadas entre los convivientes. Finalmente, durante el gobierno pasado surge una ley contradictoria, que apunta a una doble ruptura: avance hacia el liberalismo y retroceso hacia el conservadurismo. Es la ley que reconoce los concubinatos y crea la figura de la unión concubinaria. Es una norma progresista (en el eje conservador-liberal) en el tema de la homosexualidad y es una ley retrógrada2 en el tema de la pareja libre. Ello es producto de los cruces culturales existentes en la izquierda uruguaya, pero lo más curioso son las contradicciones culturales en los mismos dirigentes izquierdistas, la lucha entre el liberalismo de un lado y fuertes raíces originarias de matriz conservadora. Así se limita en Uruguay la pareja libre plena (con convivencia) a un término de cuatro años, o quizás cinco (según la interpretación que se de a la ley).

Esta ley fue tímida en todo sentido, y de allí que fue mal vista por los unos y los otros. Quiso ser un paso liberalizador en materia de pareja homosexual, pero no se animó a ir hacia el matrimonio homosexual, que como se ha visto en las últimas semanas es muy polémico, pero mucho menos polémico de lo imaginado. Surgió la ley de concubinato y unión concubinaria (fuertemente cuestionado por los civilistas, por la confusión del texto entre los derechos puramente civiles y los patrimoniales), sin atinar a abordar los cuestionamientos existentes a la normativa matrimonial. Cuestionamientos por tres factores: la desigualdad de tratamiento entre marido y mujer (en detrimento de la mujer), la desigualdad en los derechos al divorcio (en detrimento del hombre) y la lentitud para los divorcios (lo más rápido, recurrir a la escenificación de riñas y disputas, con testigos que demuestren rápidamente la imposibilidad de convivencia, pero la culpa compartida, para no crear luego problemas con gananciales y otras yerbas).

Finalmente en 2013 se produce el último avance liberalizador con la consagración del matrimonio homosexual, que hace devenir el matrimonio en igualitario entre heterosexuales y homosexuales, y modificaciones a la normativa de matrimonio y divorcio, que subsanan los cuestionamientos existentes desde la perspectiva socio-cultural liberal. Sin duda, desde esta misma perspectiva liberal, queda pendiente la abrogación de las limitaciones a la pareja libre que se impusieron en la Legislatura pasada a impulsos desde el Frente Amplio.

El año anterior se produjo el penúltimo avance en materia de liberalización social como lo es la despenalización del aborto. Curiosamente en Uruguay, un país socio-culturalmente de avanzada desde el ángulo liberal, consagra la despenalización del aborto un siglo después de la introducción del divorcio, cuando en el mundo occidental entre lo uno y lo otro transcurrió entre menos de una década a un máximo de dos décadas.

Como todo cambio, estos son polémicos. En la lectura de la opinión pública en forma descoyunturalizada, en perspectiva, la posturas liberales se imponen sobre las conservadoras en una relación de entre 5 a 4 (aborto), 5 a 3 (matrimonio homosexual) a 7 a 2 (igualación de hombre y mujer en el matrimonio, flexibilización del divorcio). Sin duda, los dos cambios de 2012 y 2013 pueden verse como el resultado final del impulso de 1968. Que a su vez son un reverdecer de impulsos del último tercio del siglo XIX, de los comienzos del XX y de los pasados años treinta.


1 Última nota de una serie de dos. Ver 45 años de los mayos y de los '68, El Observador.

2 Retrógrado quiere decir que va hacia atrás