11 Nov. 2019

Debilidades y fortalezas de los actores del balotaje

Oscar A. Bottinelli - Diálogo con Berch Rupenian

Concierto Urbana FM – Después de Hora

"Es claro que la oposición […] sin dudas, sin contradicciones, se plantea como el cambio que necesita Uruguay, por el que hay que apostar. Y del lado del oficialismo […] es que lo más importante es que da estabilidad y certezas. Que asegura la continuidad de estabilidad en esta isla de la región. Ahí están estabilidad y certeza por un lado, y romper la continuidad por el otro, como el gran eje temático de la campaña electoral".

B.R.: Estamos a 13 días de las elecciones.

O.B.: 13 días de las elecciones. Creo que es un balotaje un poco raro, con mucha incertidumbre. Parto de la base de que este es el segundo balotaje verdadero en la historia del Uruguay. El otro fue el de 1999, porque lo de 2009 y 2014, donde un partido tenía mayoría parlamentaria, fue un balotaje técnico, donde el resultado era obvio. Incluso es un exceso de nuestra Constitución que se hiciera un balotaje en esas condiciones. Pero en el 99, el balotaje era muy claro, estaban bien definidos los campos. El Partido Nacional y el Partido Colorado, con acuerdo firmado por Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle, y Luis Hierro López, que a su vez representaba a Sanguinetti; y del otro lado el Frente Amplio con Tabaré Vázquez, con el apoyo de Rafael Michelini, que en ese momento estaba separado del FA liderando el Nuevo Espacio. En cambio, ahora vemos muchos movimientos, diría lentos, confusos, y que la debilidad mayor que le observo a ambas partes es que les está costando mucho ver la gente que puede votar a uno o a otro. La gente que está más volátil.

Y cada uno está razonando en base a los firmes. El FA está mirando a los que lo votaron, sobre todo está en esa actitud la fórmula presidencial. Y del otro lado, partiendo de la base de que ese 54% que votó a los cinco partidos de la oposición tiene la misma mentalidad de los que están firmes. Entonces, no están mandando mensajes a los que no saben bien qué van a votar. Yo diría que, del lado del FA, el que comando hoy la campaña, que es Yamandú Orsi, así como José Mujica, Danilo Astori, tienen muy claras las cosas. Del lado de la oposición, sobre todo del Partido Nacional, curiosamente, tienen las cosas claras Lacalle Pou y Beatriz Argimón. El problema es el resto, o una gran parte de la dirigencia, que se la ve hablándole a los duros, a los convencidos.

Analicemos fortalezas y debilidades de cada una de las partes. Del lado de la oposición, la primera fortaleza, naturalmente, es que los cinco partidos que llegan a un entendimiento tienen el respaldo, grosso modo, de casi el 54% del electorado, y que ese entendimiento reposa sobre 17 senadores, que pueden ser 18, si Lacalle Pou gana la presidencia, y 56 diputados. Esta fortaleza parecería la más natural, en el sentido de que, por sí sola, es lo más fuerte que puede haber. Es muy sólida. Pero vienen las debilidades. La primera es que el acuerdo se hace sobre un documento que, en líneas generales, no es muy claro. Tiene objetivos muy genéricos, más allá de que lo que parece más claro es que en Educación va a haber cambios muy importantes. Habla de cambios de la estructura de la Educación y de darle al Ministerio de Educación y Cultura la centralidad de las políticas educativas, cosa que no es el esquema que surge de la constitución de mediados de los años 30. Dese hace más de 80 años; sería un cambio radical. Pero, fuera de eso, es un documento que uno diría que da lugar a dudas. Esa es la primera debilidad. Pero la debilidad mayor la veo desde el punto de vista estructural, que es la falta de la foto. He definido este acuerdo como una coalición electoral. Las coaliciones, en general, se definen en el sistema político como electorales, parlamentarias, legislativas o de Gobierno. Un acuerdo puede comprender los cuatro tipos de coalición a la vez. Este es claro que tiene una coalición electoral, es decir, juntarse para obtener un resultado electoral, ganar la elección, sacar al FA del Gobierno y poner a Lacalle Pou en la presidencia de la República.

Parece, por el tono del entendimiento, aunque no está dicho expresamente, que apunta a ser una coalición legislativa, y probablemente parlamentaria. La diferencia es que legislativa es exclusivamente para aprobar leyes, y parlamentaria para todo el resto del apoyo parlamentario, que va desde nombrar los entes autónomos, sostener los ministros. Pero lo que no queda claro es que sea una coalición de Gobierno. No está mencionado, y yo diría que faltó la foto firmando el acuerdo de todos los socios, como sí ocurrió en el 99, donde dijeron, además, que iba a ser una coalición de Gobierno. Hubo cierta corrección en la foto de ayer, pero lo que hace es reafirmar la calidad de coalición electoral. Se hace en un acto de campaña, no en un acto de conformación de un proyecto de Gobierno. Es un paso intermedio entre la No Foto y la Foto de Gobierno, que hubiera tenido que darse en el momento en que se firmó el documento. En realidad, no conozco, en el mundo, experiencias de coaliciones de Gobierno en las que se firmen los documentos por separado. Siempre se juntan, porque es la señal.

A esto se suma otra debilidad, que es la duda que tiene mucha gente, sobre si esto va a durar. El número dos del grupo Ciudadanos, el número dos de Talvi, en un reportaje de hace unos días, declara que la coalición, seguramente, dure unos tres años, y después se verá. Ya introduce una duda a la gobernabilidad de la coalición por cinco años. E incluso maneja un primer año “de oro”, un segundo año “de plata” y un tercero “de bronce”. Y después se verá, reitera, porque menciona que Talvi tiene que ser candidato presidencial. Eso genera que la gente piense que esto no dura cinco años, que es la duda que presenta toda coalición. Con el Gobierno de Batlle, ocurrió que se aseguró los cinco años de coalición parlamentaria y legislativa, pero además no estaba pactado que se fueran a mitad de camino. Hubo una crisis formidable que llevó a que los planes pudieron no ser los trazados.

B.R.: ¿Esto no depende de que, por ejemplo, tenga éxito la coalición y se logre, por ejemplo, desde el punto de vista económico, un realce de la situación? Si la cosa funciona bien, quizás haya menos problemas.

O.B.: Claro, pero la coalición de Gobierno que trazó Sanguinetti con Volonté, que era el presidente del PN, que no fue electoral, porque fue a posteriori de las elecciones, duró los cinco años. Fue coalición de Gobierno, parlamentaria y legislativa los cinco años. Además, estoy hablando de las elecciones del 24 de noviembre. Para el Gobierno, ¿Podrá corregirse esta debilidad pasando a una verdadera coalición de Gobierno? Para convocar al voto, el tema es que lo que el manual aconseja es dar la señal de que la coalición ya existe, y la pretensión es durar los cinco años, salvo hechos que la hicieran estallar. Que la ruptura fuera la excepción, no plantear la duda de antemano.

B.R.: ¿No la ves sólida a la coalición?

O.B.: La señal que dan es que la coalición de Gobierno no tendría la solidez por los cinco años. Creo que esta es la debilidad que está planteando, contra la fortaleza que señalé al principio, de intentar agrupar al 54% de los votos, que lo logrará o no, porque los votos son sueltos, son libres. Pero sí agrupa a 17 senadores y 56 diputados. Veamos ahora el otro lado: así como la oposición parte de una fortaleza inicial, el oficialismo parte de una debilidad, que es haber obtenido, sumando los votos de toda la izquierda, incluyendo a Unidad Popular, el 40%. Aminora esta debilidad que permitiría ir reduciéndola el voto de colorados a los que no les gusta Lacalle Pou y que tienen más afinidad con el proyecto de país que puede tener el FA, lo mismo con gente de Cabildo Abierto, etcétera. Con esos votos la diferencia podría quedar en 1,5 puntos. Ahora, eso aminora la debilidad, pero no la elimina. El tema es que hubo un gran desconcierto inicial, otra gran debilidad de la fórmula presidencial, que, en realidad, como fórmula-fórmula para esta gente volátil, aparece más consistente la del PN. Este es un dato que va más allá de las capacidades, de la inteligencia, de las virtudes de cada uno, es cómo se transmiten los mensajes y lo que la gente ve. La primera fortaleza del FA fue el cambio de comando, con la asunción del intendente de Canelones, Yamandú Orsi, al frente, que a su vez es una figura con una fuerte perspectiva política, pero vimos que tardó nueve días en que el giro que pretendió dar se consumara. Se termina consumando el jueves pasado, cuando anuncia la presencia de Mujica y Astori en el gabinete.

B.R.: ¿Es positivo o negativo?

O.B.: Estamos hablando si es bueno o malo no para los blancos decididos a votar al PN. Estamos hablando de los volátiles. Es la segunda vez, en toda la historia del Uruguay, que un ex presidente de la República integraría, en caso de ganar, un Consejo de Ministros. El otro fue José Serrato, ministro de Relaciones Exteriores. Fue presidente de 1923 a 1927, y ministro entre el 43 y el 45. La importancia que tiene lo de Mujica es que, en 100 años, sería el segundo ejemplo. Normalmente, los presidentes no van de ministros. Es una señal de gran fortaleza. Da certezas a la gente, es alguien que ya gobernó. Segundo: Astori, como ministro de Relaciones Exteriores, puede exhibir, como virtud, que da estabilidad y certeza. Toda la región en que está inmersa Uruguay tiene algún tipo de crisis: política, económica y social algunos países, política y social otros, económico y social otros, y Uruguay aparece como una isla de estabilidad, y eso lo manejó el Financial Times, por ejemplo. Creo que el error fue anunciar a Mario Bergara junto a otras figuras que, desde el punto de vista de captación electoral, son neutras, de menor porte. No nombró a Bergara en el mismo momento que a Astori y Mujica. La dupla Astori y Mujica da la sensación de continuidad en la política económica que, desde el ángulo del oficialismo, da certezas, da estabilidad y continuidad. Acá aparece un nivel de fortaleza, pero la debilidad aparece en lo que los técnicos en semiótica llaman disonancia discursiva. Astori, Mujica, Yamandú Orsi están haciendo mucho hincapié en que lo importante es la continuidad de la estabilidad y la certeza, y el riesgo es el cambio, como pasó en Argentina. Es una buena línea política. Pero por el otro lado, la propia fórmula presidencial y algunos dirigentes dicen “el cambio somos nosotros”, “hay que apostar al cambio”. Resulta que la imagen que tiene, sobre todo sobre el electorado volátil, es que el cambio es un cambio de Gobierno, que venga otro distinto. Esta gran fortaleza que da encontrar un camino, en medio de la inestabilidad de la región, de que Uruguay da certezas, se mezcla con otro discurso en el que se habla del cambio. Se es la continuidad o se es el cambio.

Agregaría, como debilidad de la oposición, dos cosas. La primera: Lacalle Pou ha reaccionado muy enojado a la designación de Mujica y Astori, y eso es un acto de debilidad. No entiendo por qué ese enojo, que es contraproducente, porque fortalece la movida de la otra parte. La otra debilidad, que está en el grueso del PN, y no en los demás, es un excesivo triunfalismo, que está combatido día y noche por Lacalle Pou. Uno ve columnistas en algún diario, fuertemente comprometidos con el PN, que hablan como si esto estuviera terminado. Es la peor señal. Además, hasta con un tinte de revanchismo, que tampoco es positivo.

Respecto al oficialismo, muchas veces es que no asume que es oficialismo. Que, más allá de la campaña electoral, más allá de la fórmula presidencial, quien representa al oficialismo de 15 años lleva consigo todos los éxitos del Gobierno, y todas sus debilidades. Tiene en la mochila lo bueno y lo malo de los 15 años de Gobierno. Por lo tanto, ese tema, el Gobierno, es algo que tiene que asumir, y no aparece claro, ni en marcar demasiado las ventajas, aunque algo las marca, ni en asumir errores, diciendo que hay que corregir determinadas cosas. No se asume que se es el oficialismo. Parece un partido más que está peleando la Presidencia, y eso termina siendo una debilidad, porque el votante que está pensando el voto y que no lo tiene del todo decidido, no tiene esas herramientas para decidirse.

En cuanto a lo conceptual, parecería que la campaña se está resumiendo, más allá de estas contradicciones de disonancias discursivas que vi en el oficialismo, en dos ejes interrelacionados. El primer eje es la contraposición de diagnósticos. Del lado de la oposición, el diagnóstico es que el país está mal, que va camino al derrumbe, al despeñadero, a un golpazo. Y del lado del oficialismo es que el país está sólido, bien, ha soportado la caída de toda una región, hemos tenido una recesión económica pero lejísimos de estar en una crisis, y hemos exhibido, además, grandes avances en materia salarial y otros. Estamos viendo dos diagnósticos que parece que hablaran de dos países distintos.

Interrelacionado con esto viene la estrategia. Es claro que la oposición, ahí sí, unívocamente, sin dudas, sin contradicciones, se plantea como el cambio que necesita Uruguay, por el que hay que apostar. Y del lado del oficialismo, ahora empieza a trazarse la estrategia, que al candidato presidencial todavía le cuesta asumir del todo, y sigue con algunas contradicciones en los discursos, es que lo más importante es que da estabilidad y certezas. Que asegura la continuidad de estabilidad en esta isla de la región. Ahí están estabilidad y certeza por un lado, y romper la continuidad por el otro, como el gran eje temático de la campaña electoral.

B.R.: Y la alternancia, que la oposición dice que sería buena en algún momento.

O.B.: Claro, la alternancia es la otra forma de presentar el cambio. Yo diría que, más que como alternancia, que es lo que empezó a manejar originalmente Lacalle Pou, y que es un tema un poco abstracto, porque por qué hay que alternar si las cosas están bien, se empezó a hablar de cambio. Cambiar ahora porque no funciona lo que está. Eso, me parece, es un mensaje más nítido hacia el votante que tiene que afirmar o decidir su voto hacia la oposición, o que la oposición quiere captar.

B.R.: Creo que el miércoles, en el último debate, muchas de estas incógnitas van a ser develadas, cuando haya un debate mucho más abierto, no tan tímido como en el anterior. Allí van a tener la posibilidad de exponer debilidades y fortalezas de cada uno de los sectores.

O.B.: Exacto. Yo, normalmente, soy escéptico de los impactos de campaña electoral, y mucho más escéptico de los debates. El debate anterior, según un estudio que hicimos, dio que el 1% dijo que quizá le impactara en cambiar el voto. Pienso, ahora, que, primero, esta campaña electoral impacta mucho más que cualquier otra. La del 99, por ejemplo, en realidad, no impactó la campaña como tal, sino los hechos políticos generados, el más importante de todos el haber armado una coalición electoral y de gobierno expresamente firmado, y con la foto de Jorge Batlle, Luis Hierro López y Luis Alberto Lacalle firmándolo. Ahora están impactando los hechos políticos que hemos señalado en las fortalezas y debilidades, pero agrego algo que viene contra lo que venía diciendo: esta vez creo que el debate puede importar mucho. Si no importa puede ser porque los dos estuvieron brillantes y afirmaron claramente sus posturas, sus mensajes, y por lo tanto no desnivela nada, o porque los dos estuvieron muy flojos. Si no, creo que es un debate que, esta vez sí, puede incidir en el resultado electoral de una elección que tiene una característica: el 54% votó a la oposición, pero de ese 54% hay un 16% que alguna vez, en 2004, 2009 o 2014, votó al FA. Es un terreno más conocido para el FA. Ahí se libra gran parte de la batalla. Una batalla que, del lado de Lacalle Pou, es afirmar a los que votaron el 27 de octubre, y del lado de Daniel Martínez es captar a los que votaron antes, pero ahora no votaron.