25 Abr. 2020

La crisis según de dónde se ve

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La mayor complicación está en los asalariados privados de ramas en hibernación, en los que trabajan por cuenta propia de manera informal, o son monotributistas o literal E y en los emprendedores chicos y medianos. Si lo que hace el Gobierno está bien o mal orientado, es suficiente o es insuficiente, es otro tema, donde en el que no hay ni un camino único ni un plan unívoco. Basta ver la diversidad de enfoques que se ve en el mundo. Si algo es claro, es que no hay recetas únicas.

Hay unos seis segmentos poblaciones, con certezas y riesgos diferentes

Una crisis de la magnitud y la extensión de la presente -sanitaria, social y económica- se ve de manera diferente, se siente distinto, según el lugar de cada individuo y de cada familia en la estructura económica y social, y más particularmente en la estructura productiva y ocupacional, así como también según el respaldo económico y financiero de cada quien. Lo dicho parece inspirado en el célebre filósofo popular Pero Grullo, pero las perogrulladas sirven mucho para entender a la gente.

Sin duda se pueden hacer muchas segmentaciones. Una posible es elaborar seis segmentos. El primero de todos, el de mayor protección, es el conjunto (no muy numeroso en términos poblacionales) de personas y hogares con buen patrimonio o sólido respaldo, para el cual la crisis puede ser un tema de balance de pérdidas y ganancias, pero que no les va la vida. Perderán dinero y hasta mucho dinero, pero seguramente no cambiarán su modo de vida, aunque se reduzca un poco.

Hay un segundo segmento que nada tiene que ver ni con patrimonio ni con respaldo propio, constituido por aquellos cuyo formidable respaldo lo es el Estado. Aquí cabe incluir a los funcionarios públicos, a dependientes de empresas sin riesgo de empleo (generalmente muy vinculadas al Estado, a actividades protegidas por el Estado o de gran peso económico y político en el sentido macro del término), a los jubilados y pensionistas. Todos ellos tienen asegurado el ingreso en cuanto a certeza de percepción y en cuanto a un monto no decrece por la crisis. Se tiene la percepción que un elevado número de componentes de este grupo no es consciente del privilegio que ello representa en una crisis de esta magnitud, más aún con las tradiciones (y normativa) del Uruguay.

Un tercer segmento, ese sí golpeado, aunque en distinta dimensión, es el de los asalariados privados, particularmente los que no pertenecen a grandes conjuntos empresariales ni a actividades (o empresas) protegidas por el Estado. Allí está el riesgo de perder el empleo y la realidad de rebaja significativa de los ingresos cuando se va al seguro de paro. Obviamente no es lo mismo el subsegmento de los asalariados privados de ramas que se han reactivado, que los de las ramas que permanecen en hibernación.

Luego vienen los conjuntos donde está presente el riesgo. Uno absolutamente vulnerable es de los que realizan actividades informales, fuera de toda protección. Algunos se encuentran amparados en planes sociales y otros en ninguno, cuya sobrevivencia está relacionada con la solidaridad (ollas populares en primer lugar) o con la lucha en solitario. Están a la intemperie social y económicas, y por ahora con ayudas insuficientes. Al punto que mucho de ellos (cuidacoches, trabajadores sexuales en vía pública, gente que hace changas) se han largado a las calles, con todos los riesgos consiguientes, para ellos y para los demás, porque si no literalmente ni comen ni tienen donde dormir.

Un siguiente conjunto es el de los trabajadores por su cuenta, formales, monotributistas o del Literal E, que se encuentran en muy serias dificultades y con un nivel de auxilio público lento y a todas luces insuficiente. Existe ese auxilio pero no alcanza.

Luego vienen las empresas chicas y medianas. Empresas que algunas entran en la categoría de Pymes, y otras quedan excluidas de esa categoría, pero que no son grandes. Su dificultad es enorme, porque han reducido su facturación en porcentajes muy elevados (no menor a la mitad, en muchos casos superior al 75% y en otros casos en el 100%) Mayor todavía es la dificultad de cobranza y no cuentan con un verdadero alivio tributario (impuestos, contribuciones, deudas de energía). Tampoco los créditos tienen la inmediatez requerida, sin burocracia, como se ven sus similares de España, Francia o Italia. La situación es particularmente más grave para los comerciantes o los fabricantes, que se encuentran con stocks de mercadería o de materia prima y con el comercio o la fabricación parada, y los cobros en casi cero. Pero lo que no están parados son los cheques emitidos por las compras efectuadas, que vuelan y piden pista para el aterrizaje. La situación de este segmento ha sido expresada con mucha claridad por el Colegio de Contadores, unos cuantos centros comerciales y algunas cámaras empresariales de bajo relieve.

Este segmento, que es parte de las capas medias, el sector de las capas medias que actúa en el plano económico con riesgo, por su cuenta, es el que obtiene menos comprensión política. No es cabalmente entendido por las grandes cámaras empresariales ni por el sindicalismo, ni aparece con nitidez en Uruguay como preocupación relevante en sectores políticos (como sí ocurre con mucha claridad tanto en Italia como en Argentina). Y como se ha demostrado desde hace un siglo, tienen serias dificultades para la acción corporativa propia, para la defensa de sí mismos.

En resumen, la mayor complicación está en los asalariados privados de ramas en hibernación, en los que trabajan por cuenta propia de manera informal, o son monotributistas o literal E y en los emprendedores chicos y medianos. Si lo que hace el Gobierno está bien o mal orientado, es suficiente o es insuficiente, es otro tema, donde en el que no hay ni un camino único ni un plan unívoco. Basta ver la diversidad de enfoques que se ve en el mundo. Con diferencias instrumentales es claro que hay una red de caminos -con diferencias entre sí- por el que van países como Alemania, Argentina, España, Francia, Italia; hay otros caminos por el que van otros países, entre ellos Uruguay; y es toda una investigación ver los muy diferentes caminos que se recorren en Brasil y en sus diferentes Estados federados. Si algo es claro, es que no hay recetas únicas.