02 May. 2020

Ante un desafío inimaginado

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Se está a oscuras. No hay previsiones ciertas con respecto al cuánto del impacto ni tampoco en relación al cuándo. Cuál será la magnitud final de la crisis, a qué profundidad quedará la sima, en qué momento ocurrirá esa sima, a nivel del planeta, de cada región del planeta y en este alejado rincón del mundo. A los efectos del análisis político y político-social es relevante el grado de firmeza que en cada país tenga el sistema político y los sistemas de poder en general.

La solidez del sistema político y de poder será clave para el mañana.

Por primera vez en muchas generaciones (hay quien cree que sea probablemente por primera vez en la historia) surge una crisis planetaria de múltiples dimensiones, que afecta la salud, lo económico, lo social y puede tener efectos políticos relevantes. Para Uruguay esta crisis nada tiene que ver con la crisis del 2002. En aquél momento golpeó al Río de la Plata mientras el mundo desarrollado funcionaba normalmente. El país la afrontó en base a un gran consenso político y social, y a poco de andar vino la entrada de China como gran comprador y a partir de allí, la pendiente ascendente. A los dos años se produjo el cambio histórico en la conducción del gobierno, con la finalización del ciclo de un siglo y tres cuarto de hegemonía de los partidos tradicionales y el acceso de la izquierda, del Frente Amplio. Pero cuando se mira la evolución electoral de las tres décadas precedentes, ese cambio parecía inevitable, que se produciría más tarde o más tempano; como mucho la crisis de 2002 apareció como un acelerador, a lo que cabe agregar que mitigó mucho los efectos políticos el hecho que el derrumbe del Partido Colorado fuese absorbido en gran dimensión por el Partido Nacional.

En el mundo desarrollado ocurrió más tarde (2008/2009) la gran crisis financiera que en Europa se acentuará con la nueva crisis de 2011. Los golpes sobre Grecia, España, Irlanda, Italia y Portugal en particular generaron importantes impactos políticos. En 2013, en Italia se produce un nuevo giro político de impacto similar a la caída de la Primera República (1993), giro que se profundizará un lustro después y provocara lo que muchos creen es caída de la Segunda República. En muchos países viene el fuerte crecimiento de partidos de derecha, ultranacionalistas, contrarios a la línea de conducción de la Unión Europea, con algún tinte xenófobo; viene también el crecimiento de los verdes y el debilitamiento, más fuerte en unos lados que en otro, de los partidos tradicionales que condujeron Europa desde la posguerra. La estructura política de Europa es diferente hoy a la de una década atrás, y cuando arriba el coronavirus no se sabía qué cambios más iba a producir.

Si se atienden las previsiones europeas, que es dónde más se está estudiando la prospectiva política, económica y social, al final del Covid-19 el desempleo habrá llegado a tasas extremadamente elevadas, en un fenómeno agravado porque afectará a gran parte de la población del mundo, y más aún a los países (en los que está Uruguay) de renta alta. Afectará la renta del grueso de los hogares, con los consecuentes impactos sobre la economía y sobre el tejido social y las estructuras educativas. La caída será de varios escalones.

Se está a oscuras. No hay previsiones ciertas con respecto al cuánto del impacto ni tampoco en relación al cuándo. A cuál será la magnitud final de la crisis, a qué profundidad quedará la sima, en qué momento ocurrirá esa sima, a nivel del planeta, de cada región del planeta y en este alejado rincón del mundo.

A los efectos del análisis político y político-social es relevante el grado de firmeza que en cada país tengan el sistema político y los sistemas de poder en general. Por sistema político cabe entender el sistema político de gobierno propiamente dicho y los elencos de gobierno; el sistema de partidos y los elencos dirigentes, intermedios y militantes de los partidos y las fracciones políticas; el sistema de judicial (las diversas ramas en que la función jurisdiccional se ejerce en el país, con centro en el Poder Judicial y contando al Ministerio Público). Por sistemas de poder en general hay que analizar el poder económico propiamente dicho (el poder que ejercen Por su propio peso las grandes empresas), el poder de la representación del empresariado general, el poder sindical, el poder de los medios de comunicación, el poder del mundo educativo y del mundo académico.

En todos los casos, políticos y parapolíticos, institucionales y parainstitucionales, cuando se habla de poder se entiende la capacidad intrínseca para el ejercicio de la porción de poder que le corresponde o que cuentan, el grado de representatividad que puedan invocar y efectivamente ejercer, y el peso que le otorgue la sociedad, la confiabilidad de todos y de cada uno ante los ciudadanos.

En principio parecería que Uruguay es de los países que cuenta con bases más sólidas. Al menos así lo demostró en 2002. Siempre uno tiene la reserva que en muchos campos, por ejemplo en el educativo, se vivió durante décadas con las imágenes generadas por un sistema educativo que puso a la población uruguaya en los primeros escalones del mundo, que luego pasó a los primeros escalones de América Latina, y más tarde empezó a moverse en escalones más abajo. Es de esperar que eso no pase con el sistema político latu senso, que la autosatisfacción existente se pueda confrontar con la realidad una vez presentado el desafío. Que exista la solidez que se piensa que se tiene.

Esta crisis tiene la particularidad de saberse más cuáles son las incógnitas que avizorarse las prospectivas. El tiempo es difícil de medir, porque las siete semanas transcurridas desde el fatídico 13 de marzo, han sido solo siete semanas y parecieron setenta veces siete. Y quedan muchas más siete semanas (con la esperanza de que no sen setenta veces siete) Ese largo tiempo, esas varias siete semanas que vienen, constituyen un momento de prueba para el gobierno como tal, para el Parlamento, para el sistema de gobierno, para los partidos y el sistema de partidos, para los sindicatos, para el gran poder económico, para el poder comunicacional, para el poder que emerge de la representación del empresariado general, para los sindicatos, para el mundo educativo, para la academia.

Es un momento que exige estar atentos a la señales de la sociedad, de sus aceptaciones y rechazos, pero sobre todo de las posibles decepciones, de sus reacciones en el mañana, de su solidez para afrontar una etapa que se avizora larga y difícil, con desafíos no imaginados.