24 Oct. 2020

Un cambio de tiempo histórico

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Quizás no sea en realidad el pasaje de lo analógico a lo virtual, sino por un lado la búsqueda más abstracta en las ideas y el diagnóstico más preciso de la realidad, y por otro el mundo de los deseos, del querer que las cosas sean hoy como se las sueña. Entonces, lo que se observa, es el pasaje del mundo de lo que es al mundo de lo que se imagina

Se va el tiempo de la firme lucha ideológica y la tolerancia personal

El martes 20 de octubre se despidieron del Senado los ex presidentes de la República Julio Ma. Sanguinetti y José Mujica Cordano. Cada uno inició una nueva etapa de vida, no solo una nueva etapa política. Sanguinetti camino a dedicarse plenamente a la conducción del Partido Colorado y a escribir. Mujica, a recluirse en su chacra, reflexionar y dar consejos. En la sesión-ceremonia, senadores de todos los partidos homenajearon a ambos líderes políticos, cada uno de los dos elogió al otro y ambos se fundieron en un abrazo. La escena recorrió el mundo.

Mujica fue uno de los dirigentes guerrilleros que soñó con un mundo diferente, con un hombre nuevo, sin capitalismo ni imperialismo, ascético; descreyó de las elecciones y de las instituciones de la democracia liberal y se alzó contra todo ello con las armas en la mano. Pagó luego un precio terrible. Al cabo de lo cual salió sin odios, sin venganza, con un verbo conciliador y tolerante, a la vez que firme en sus ideas.

Sanguinetti fue ministro de Jorge Pacheco Areco bajo Medidas Prontas de Seguridad y ministro en el periodo constitucional de Juan María Bordaberry bajo Estado de Guerra Interno y Suspensión de la Seguridad Individual. Defendió esas instituciones y por sobre todo combatió ideológicamente el basamento teórico de la guerrilla, hasta hoy. Sostuvo y sostiene la teoría de “los dos demonios”, del golpe de Estado producto de un accionar militar desatado como contra reacción a la acción de la guerrilla.

Lo que ambos demostraron es la valoración actual de estas instituciones, del sistema de partidos, de la poliarquía, de la competencia política como forma exclusiva y excluyente para dirimir el disenso. También demostraron como la firmeza y la distancia ideológicas no son opuestos a la tolerancia en el juego democrático y al respeto personal. Los senadores hablaron como los senadores de un tiempo atrás, con la misma actitud de tolerancia sin debilitamiento ideológico. Es el tiempo histórico que se desvanece en las sombras.

El nuevo tiempo histórico se superpone con el que se desvanece. Se caracteriza por la ausencia de claras contraposiciones de ideas y de proyectos de país, por la presencia de ataques centrados en lo personal, apelación a la judicialización política, campañas de exterminio moral del adversario. Y la mar de las veces, ausencia de datos concretos en las denuncias, al menos de datos serios y relevantes. Como dice el dicho, se mira la paja en el ojo ajeno y no se ve la viga en el ojo propio.

Pero este juego combinado y armónico de oficialismo y oposición no solo contrasta con la escena del Senado, de la despedida de los dos ex presidentes, sino que ocurre en medio de un país en que decenas de miles de uruguayos perdieron la cobertura del Fondo Nacional de Salud, más de la quinta parte de la Población Económicamente Activa está en desocupación u “ocupación ausente”, galguean los que trabajan por cuenta propia, así como los pequeños y medianos emprendedores. Por encima de todo lo que campea es la incertidumbre y la angustia por el futuro. Y lo más grave: el inasible Covid 19 marca cada día un nuevo récord de casos activos, la pandemia no pasó, Uruguay abandona su lugar de países en la franja verde y pasa a situarse en la franja amarilla.

Este nuevo tiempo histórico marca la intolerancia hacia los sujetos políticos y las personas, sin que sea clara la discusión conceptual, el debate de ideas. Todo se reduce a cuánto cada quien hizo bien o hizo mal los deberes. O qué mancha de tinta se encuentra en el cuaderno del otro.

El cambio de tiempo histórico podría considerarse el paso de lo analógico a lo virtual, si es que se considera que lo analógico son los hechos que impactan sobre las personas de carne y hueso, el panorama que emerge de la realidad terrenal, mientras que lo virtual es un mundo basado en construcciones imaginarias, o en sucesivos y contrapuestos mundos en que cada cual construye su propio universo imaginario. Quizás no sea en realidad el pasaje de lo analógico a lo virtual, sino por un lado la búsqueda más abstracta en las ideas y el diagnóstico más preciso de la realidad, y por otro el mundo de los deseos, del querer que las cosas sean hoy como se las sueña. Entonces, lo que se observa, es el pasaje del mundo de lo que es al mundo de lo que se imagina.

La polarización tiene su lógica y se asimila a la lógica de la guerra, a la generación de un espiral en que a cada acción se contrapone una reacción más fuerte, y a ella una contra reacción de mayor intensidad, y así hasta el momento en que todo estalla, todo explota o todo implosiona. A mediano plazo, a un plazo relativamente corto, no hay ganadores. Si vive la lógica de que el éxito y el fracaso se miden a cada instante, sin necesidad de perspectiva, sin las curvas propias de los ciclos.

No todo es blanco y negro. El presidente de la República el 1° de marzo hizo un discurso anti polarizante: “ … no tenemos complejos refundacionales, que aquí no se trata, en la transmisión de mando, de tierra arrasada. Hicimos campaña de una manera y la vamos a practicar en el Gobierno. Nos negamos a que esta nueva etapa sea cambiar una mitad por la otra de la sociedad. La unión es lo que nos piden los uruguayos […] Por eso estamos aquí, para continuar lo que se hizo bien, para corregir lo que se hizo mal y, sobre todo, para hacer lo que no se supo o no se quiso hacer en estos años”. Fue un claro punto de partida que por alguna razón se abandonó a los pocos días, y los puntos de partida se pueden retomar.

En la noche del 27 de setiembre la intendente electa de Montevideo Carolina Cosse hizo su discurso del balcón, como el de Seregni el 19 de marzo de 1984, y en el mismo tono pidió respeto para su adversaria y para el presidente de la República, y llamó al diálogo y a la comprensión. Es otro claro punto para que su partido político lo tome, dado que su partido ese discurso lo aplaudió esa noche y al día siguiente se olvidó del mismo y fue por otro lado.