28 Nov. 2020

¿Hacia una coalición de gobierno?

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Un punto importante es coordinación para qué. En un extremo es que se tratare de una conducción colectiva del gobierno […] En el otro extremo, que el presidente marque la agenda, las competencias, el qué temas se tratan y cuáles no, y con ello desarrolle un ámbito funcional a sus propósitos, y la tal coordinación devenga en un lugar de condicionamiento a los socios […] Entre esta punta y la otra hay muchas variantes intermedias.

La creación de una mesa de coordinación es una prueba significativa.

Hay un gobierno capitaneado por el presidente de la República, con impronta del Partido Nacional, conformado con la participación de figuras de los partidos Colorado, Cabildo Abierto e Independiente1. Esta es la descripción del gobierno. A partir de esa realidad, al cumplirse tres meses de la instalación de las nuevas autoridades y siete de la creación de la llamada “Coalición Multicolor”, el secretario general del Partido Colorado Julio Ma. Sanguinetti escribió: “El Partido Nacional debe asumir que este no es un gobierno blanco”2 Y más adelante agregó: “…el Partido Nacional debe entender que esto es una sociedad”. Sin declaraciones públicas, mediante múltiples conversaciones privadas con el presidente, el líder de Cabildo Abierto Guido Manini Ríos hizo llegar advertencias parecidas, quizás no iguales.

Luis Lacalle Pou ejerce su cargo de manera hiperpresidencial, la de mayor unipersonalización desde la restauración institucional. Y sus primeros pasos, en la primera quincena de diciembre, daban claras señales de su método y concepción. Más aún, evitó todo tipo de diálogo colectivo y manejó siempre la relación con sus dos socios relevantes mediante contactos mano a mano, uno con uno. Ha sido un manejo acorde a sus condiciones personales, para potenciar sus fortalezas y eludir sus debilidades.

Primero fue a fines de febrero y luego en las últimas semanas, cuando los dos líderes de los partidos asociados relevantes fueron planteando –con mayor fuerza Sanguinetti- la conveniencia de una mesa de coordinación, cuya importancia fue reiteradamente minimizada por el presidente de la República y a cuya concreción dio todas las largas que le fue posible; ahora parece que ha quedado sin juego, y pone condiciones: uno por partido. Condición nada absurda, como que es lo normal en una relación entre partidos; ocurre que en Uruguay, sino lo que marcan las reglas en los juegos normales entre partidos, salvo cuando predomina el juego interfraccional por encima del juego interpartidario.

Conviene ver un antecedente exitoso: la primera presidencia de Sanguinetti. No fue una coalición strictu sensu, pero fue algo más que un diálogo interpartidario, y diferente a un diálogo gobierno-oposición. Porque -fundamentalmente en los tres primeros años- los cuatro partidos jugaron un juego que se llamó “Concertación”. No fue una coalición de gobierno, pero sí fue una coalición política estratégica: conducir colectivamente la transición desde el régimen miltarista a la restauración institucional plena.

Con mucha frecuencia se reunían en la Residencia de Suárez el presidente de la República y las cabezas de los cuatro partidos. Además de Wilson Ferreira Aldunate (Partido Nacional) y Liber Seregni (Frente Amplio) acudían otras dos personas cuya presencia permite ver detalles significativos: Uno, por el Partido Colorado lo hacía Enrique Tarigo, secretario general del partido y vicepresidente de la República, con lo que se separa la figura presidencial de la figura referente del partido presidencial. Dos, por la Unión Cívica va su presidente Humberto Ciganda pero no su figura principal, quien es a la vez ministro de Defensa, con lo que se evitan los equívocos que este año se vieron en la relación Talvi-Lacalle Pou. Y demás está decir, cada partido tuvo un único representante.

Una diferencia con lo que podría ocurrir ahora está dado en que Lacalle Pou no piensa diferenciar el rol presidencial de la representación del partido presidencial. Con la renuncia de Beatriz Argimón a la presidencia del Directorio, este cuerpo dejó de ser la conducción política para (al igual que ocurre con el Frente Amplio) oficiar de estructura organizativa, accionar partidario, centro de formación y de estudios.

Otro punto es cómo se arma la mesa, que en la primera presidencia de Sanguinetti resultaba muy obvio. Cabildo estará representado por su líder. La incógnita es quién representa al Partido Colorado, porque para que funcione una coordinación a alto nivel, las tres figuras relevantes deben poder hablarse de igual a igual. Allí está una clave de que la coordinación exista o caiga en el arranque.

Pero más importante aún es coordinación para qué. En un extremo –que el presidente va a tratar de eludir de toda forma- es que se tratare de una conducción colectiva del gobierno: que por allí pasase la decisión de mantener o remover ministros y de quién designar como remplazo (como ocurriera entre Batlle Ibáñez, Lacalle Herrera y Sanguinetti cuando la sustitución de Bensión por Atchugarry). O que se consensuen decisiones de gobierno que no ameritan el pasaje por el Parlamento, como por ejemplo –para citar un hecho pasado, reciente- el voto de Uruguay al candidato de Trump para la Presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, decidido por el actual presidente pese a que el ex presidente Sanguinetti firmó manifiesto públicos internacionales en su contra.

En el otro extremo, que el presidente marque la agenda, las competencias, el qué temas se tratan y cuáles no, y con ello desarrolle un ámbito funcional a sus propósitos, y la tal coordinación devenga en un lugar de condicionamiento a los socios. Que emplee la coordinación para tratar temas en que cuente con posiciones de superioridad y los evite cuando se encuentre en condiciones de inferioridad. O lo utilice para crear situaciones que luego eviten que sus socios expresen disidencias o desacuerdos, como ha ocurrido tanto con la LUC como con el Presupuesto. Entre esta punta y la otra (una conducción colectiva) hay muchas variantes intermedias.

Si hay algo claro, es que no hay un consenso inicial claro sobre los alcances de esta coordinación.


1 Ver “Siete meses de Coalición Multicolor”, El Observador, junio 6 de 2020.

2 El Correo de los Viernes, julio 13 de 2020