20 Feb. 2021

El gobierno y el rol del partido

Oscar A. Bottinelli

El Observador

Un tema harto analizado en el mundo, existente en los países basados en sistemas de partidos sólidos, es decir, cuando los partidos son instituciones que trascienden las simples candidaturas y los episodios electorales, es decir, cuando se transforman en instituciones representativas interactuantes con las instituciones oficiales

Un dilema cuando el jefe del gobierno no puede encabezar el partido

El Partido Nacional afronta el dilema que tuvo el Frente Amplio en los previos tres lustros y que fue el dilema histórico del Partido Colorado: la relación entre el gobierno y el partido de gobierno. En un extremo el gobierno que absorbe al partido, en el otro extremo el gobierno que es el fiel ejecutor de las decisiones del partido. Es un tema harto analizado en el mundo, existente en los países basados en sistemas de partidos sólidos, es decir, cuando los partidos son instituciones que trascienden las simples candidaturas y los episodios electorales, es decir, cuando se transforman en instituciones representativas interactuantes con las instituciones oficiales. Para simplificar un análisis que tiene muchas variables y otras tantas complicaciones, por “gobierno” cabe entender la jefatura del gobierno y por “partido de gobierno”, el partido al que pertenece y por el cual fue elegido o designado el jefe de gobierno.

Una distinción clara es cuando la rama ejecutiva del gobierno, es decir el gobierno strictu sensu, se integra y funciona realmente en forma colegiada, o por el contrario cuando funciona bajo la conducción, guía o preeminencia de un jefe de gobierno. Con mucho cuidado en el uso de las palabras, y tomadas en forma operacional, se puede hablar de “ejecutivo colegiado” y “ejecutivo presidencial”. Un ejecutivo colegiado puede ser el Consejo Federal en Suiza, el Consejo de Ministros en Israel o Italia, o anteriormente en Uruguay el Consejo Nacional de Gobierno (1952-67) o el Consejo Nacional de Administración (1919-33). Un “ejecutivo presidencial” o de jefatura personal pude adoptar diversas formas: un régimen presidencial puro (Argentina, Chile, México, Estados Unidos), un régimen semipresidencial (Francia sin cohabitación, Uruguay cuando se subvalora al Consejo de Ministros), un régimen semiparlamentario con fuerte papel del jefe de gobierno (Portugal, Irlanda) o un régimen parlamentario puro pero con un ejecutivo de conducción unipersonal (Alemania, España, Reino Unido).

En el caso de los “ejecutivos presidenciales” también hay que distinguir cuando el jefe de gobierno tiene habilitada la calidad de jefe formal y oficial del partido (Angela Merkel en la CDU alemana, Pedro Sánchez en el PSOE, Boris Johnson en el Partido Conservador británico) o cuando –como en el caso uruguayo- el jefe de Gobierno tiene prohibido ser parte de las autoridades partidarias. Entonces, el caso uruguayo es más complicado, porque no solo hay una guía gubernamental con fuerte impronta personal, sino que esa figura no puede coincidir con la figura guía o referente del partido de gobierno. Una variante uruguaya la ha aplicado el Partido Colorado: que el secretario general (máximo referente) lo fuere el vicepresidente de la República (Enrique Tarigo) o el primer senador de la fracción mayoritaria (Hugo Fernández Faingold) o el alter ego del presidente (José Luis Batlle). El Frente Amplio en el gobierno fue primero por la figura de un vicario del presidente de la República (Jorge Brovetto), pero luego por la elección en forma competitiva de una figura que no necesariamente implicase una relación especial con el jefe de Gobierno.

Pero más allá de la figura principal del partido de gobierno, lo sustancial es distinguir cuál es el rol que se espera de él. En principio, se ven algunos modelos (hay muchos más):

Uno. El partido como estructura proselitista y propagandística, que organice a los fieles, forme cuadros y dirigentes políticos, divulgue las realizaciones del gobierno o del presidente de la República, estructure al partido, diseñe las futuras campañas electorales. Es decir, una función de soporte a la labor de gobierno, pero sin intervenir en decisiones de gobierno.

Dos. La labor de think tank, de centro de estudios de los problemas nacionales, para aportar a los gobernantes, ministros, administradores y parlamentarios. Esta segunda función es plenamente compatible y anexable a la anterior.

Tres. El partido como un centro de debate político que aporta al gobierno, de elaboración política, pero que no se inmiscuye en las decisiones de gobierno. También es compatible con los modelos uno y dos.

Cuatro. El partido conduce a las representaciones colectivas pero no a las unipersonales. Guía, conduce o manda a los parlamentarios nacionales y departamentales, pero no a los jefes de gobierno nacional o departamentales (modelo adoptado por el Frente Amplio a partir de 1990). Si las decisiones del partido no coinciden con los impulsos presidenciales o gubernamentales, puede ser factor de conflicto. Todo depende del rol que se le otorgue al presidente de la República e intendentes, y cuál es el grado de independencia o subordinación del partido.

Cinco. El partido es el que manda, fija la línea, decide la estrategia y está por encima del gobierno y del jefe de gobierno. Esta fue la definición del Frente Amplio desde su fundación hasta 1990, es decir, fue una definición teórica sin consecuencias prácticas, porque en ese periodo tuvo la posibilidad de conducir a las bancadas parlamentarias y a los representantes en la administración descentralizada (en un solo periodo), pero careció de conducción de gobiernos. En ejercicios de gobiernos, nunca adhirió a esa teoría.

Junto a lo anterior, va la definición de en qué ámbito se procesa el relacionamiento con los otros partidos políticos, con las organizaciones sociales, el mundo empresarial, la sociedad civil. Y si resuelve el delicado punto de la relación entre gobierno y partido, cómo se resuelve la relación entre autoridad partidaria y bancada parlamentaria: van por cuerda separada (más claro en los modelos uno, dos y eventualmente el tres), o el partido manda a la bancada parlamentaria o la bancada parlamentaria predomina sobre la autoridad partidaria (esto último ha ocurrido muchas veces de manera fáctica, pero nunca ha sido explicitado teóricamente). Y hay que ver si se trata de bancada parlamentaria (senadores, diputados) de agrupación de gobierno (más ministros, subsecretarios y equivalentes). Hay campo para largas reflexiones.