29 May. 2021

La divisoria de aguas

Oscar A. Bottinelli

El Observador

La idea del balotaje fue lanzada por Sanguinetti y de inmediato apoyada por Seregni, Vázquez, Astori y Arana […] de ambos lados convergieron en una concepción estructural: apostar al bipolarismo… dibujar dos grandes familias ideológicas… expresar la divisoria de aguas […] En ese escenario, Lacalle susurró más de una vez la apuesta en sentido opuesto, a no innovar, a recrear un bipartidismo entre un partido tradicional y el Frente Amplio.

Dos caminos para los partidos dominantes: bipolaridad o multipolaridad.

Un antecedente importante para el análisis presente del posicionamiento de los actores políticos es el debate abierto hace un cuarto de siglo –entre fines de 1995 y fines de 1996- que condujo a la reforma constitucional que impactó en el sistema de partidos con dos cambios sustantivos en la elección de presidente de la República: la candidatura única por lema y el balotaje, es decir, la elección por mayoría absoluta invariable a dos vueltas.

Este debate surge a consecuencia de los resultados de las elecciones de 1994: el Partido Colorado obtuvo el primer lugar con el 32.3% de los votos válidos; segundo el Partido Nacional con el 31.2% y tercero el Frente Amplio con el 30.6%. Ninguno de los tres lemas alcanzó el tercio de los votos válidos; la diferencia entre el primero y el tercero fue del 1.7%; la diferencia entre el primero y el segundo fue de tan solo 1.1%; y la distancia del segundo al tercero fue apenas del 0.6%. Quedó diseñado un escenario de tercios, de triple empate.

A efectos de ver el presente, no importan demasiado las discusiones relacionadas con el sistema electoral ni con el sistema de partidos ni con el sistema de gobierno, ni tampoco las razones tácticas, episódicas, sino las concepciones estratégicas de los principales protagonistas.

La idea del balotaje fue lanzada por Julio Ma. Sanguinetti –entonces líder cuasi absoluto del Partido Colorado- y de inmediato apoyada por Liber Seregni, Tabaré Vázquez, Danilo Astori y Mariano Arana, los cuatro referentes centrales del Frente Amplio. Con distinta forma de fundamentarla, de ambos lados convergieron en una concepción estructural: apostar al bipolarismo. Para Sanguinetti el balotaje conducía a dibujar dos grandes familias ideológicas, para Seregni suponía expresar la divisoria de aguas. En ambos casos coincidían en el dibujo: de un lado los partidos tradicionales, del otro lado el Frente Amplio con sus sucesivas etapas de alianzas, rupturas y fusiones.

Pero del lado de los partidos tradicionales subyacía otro tema: en un sistema de elección por mayoría relativa (o pluralidad) y con un Frente Amplio en ascenso, blancos y colorados afrontaban el drama de lo que se ha denominado el “balotaje adelantado”, producto de la mayor proximidad ideológica entre unos y otros: que una parte significativa del electorado del uno o del otro optase por votar al partido que tuviese mayores posibilidades de enfrentar y derrotar al adversario común. En otras palabras se detectó la existencia de una masa crítica y decisiva de votantes dispuestos a votar al lema que estuviese por delante del otro, fenómeno que luego se verificó con mucha claridad en diversas elecciones departamentales. Es decir colorados que privilegian la utilidad del voto a la familia tradicional por encima de la adhesión histórica, colorados que votan a blancos, y a la inversa blancos que lo hacen en espejo y votan a colorados.

Entonces, en elección pluralitaria quedaba evidente el riesgo de que uno de los dos partidos fundacionales se desfondase en beneficio del otro. Con los números de 1994 las probabilidades eran parejas. Pero en ese escenario, Luis Alberto Lacalle susurró más de una vez la apuesta en sentido opuesto, a no innovar, a recrear un bipartidismo entre un partido tradicional y el Frente Amplio, bipartidismo en que el partido tradicional minoritario quedase dependiente y hasta absorbido por el partido tradicional dominante. La apuesta era enorme. Podía significar la dominancia del Partido Nacional y el desfonde del Partido Colorado, o la dominancia del Partido Colorado y el desfonde del Partido Nacional.

La debilidad política que tuvo el ex presidente entre fines de 1995 y el otoño de 1999 lo dejó con poca incidencia en las decisiones de la reforma constitucional, y usó las fuerzas que le quedaban no en impedir el balotaje sino en imponer la candidatura única presidencial por lema. Entonces –y aquí viene lo realmente importante a los efectos actuales- el debate exhibió dos grandes posturas estratégicas:

Uno, la apuesta al bipolarismo en que uno o ambos bloques tuviesen composición plural.

Dos, la apuesta al bipartidismo, a un partido dominante en cada campo.

Hace un cuarto de siglo hubo tres actores relevantes, con similar peso político cada uno: el Partido Colorado, el Partido Nacional y el Frente Amplio. Hoy hay un cuarto actor relevante, Cabildo Abierto, y esos cuatro se ubican en dos escalones diferentes: el Frente y el Partido Nacional como protagonistas, el Partido Colorado y Cabildo Abierto como complementarios en el juego. Por su ubicación en la geografía política, los actores complementarios tienen tres roles:

Uno, el asociarse a uno de los protagonistas, como un socio menor que acepta la guía del principal, ser un partido asociado del protagonista.

Dos, el asociarse con uno de los protagonistas, como socio de un bloque (por ejemplo, una coalición o alianza), socio con parecidos derechos.

Tres, el jugar de manera independiente en función de bisagra del sistema, de puente entre los dos polos.

Cuatro, el marginarse del juego de poder y jugar por fuera y en contra de ese sistema bipolar o bipartidario.

A su vez, los partidos protagónicos tienen ante sí dos caminos opuestos:

Uno, el conformar una alianza o coalición con otros partidos, aun en el rol de partido dominante de esa alianza o coalición.

Dos, el jugar como protagonista individual, es decir, impulsar la sustitución de un bipolarismo por un bipartidismo.

Esos partidos protagónicos, en relación al bloque adversario, pueden a su vez tener dos juegos:

Uno, el reforzar la divisoria de aguas y la bipolarización, y cohesionar el bloque adversario

Dos, el tratar de dividir o al menos erosionar o debilitar el bloque adversario, a efectos de transformar la competencia bipolar en un juego multipolar.

Estas son las diversas alternativas de la teoría de juegos en el aquí y ahora, en este confín del mundo, en la tercera década del tercer milenio.