24 Jul. 2021

Algunas diferencias de percepción

Oscar A. Bottinelli

El Observador

En el voto referendario es cierto que se va a votar en favor o en contra de la LUC. Pero el estado de ánimo de cada quien que conduce a la decisión de voto, va a estar intermediada por la satisfacción o insatisfacción con su situación … pero en una medida significativa en cómo se sienta en relación a otros segmentos también afectados. Porque si un segmento presenta un discurso opuesto al otro, lo más probable es que esa oposición también incida en abrirse camino por rutas diferentes y hacia destinos opuestos

Distintas categorías sociales no siempre coinciden en sus aspiraciones

Como consecuencia de la Pandemia se ha agudizado la diferenciación de sensaciones, actitudes y expectativas de los diversos segmentos sociales, no exclusivamente en términos horizontales de diferenciación de clases sociales (desde el alto hacia el bajo), sino más bien en forma trasversal, en función de la forma y el tipo en que se realiza la actividad. Al menos, en lo que puede interesar desde el análisis político y en particular en sus efectos bastante inmediatos sobre el voto referendario, probablemente a fines de marzo.

A nivel de gran cantidad de gente, conviene hacer la siguiente clasificación:

Uno. Asalariados con nulo o bajo riesgo de pérdida del puesto de trabajo, cuya preocupación principal es la baja del salario real, baja aún más acentuada si se compara no con el IPC promedio sino con la canasta de mayor impacto en este tiempo, constituida por alimentos y artículos del hogar.

Dos. Asalariados en algún tipo de seguro de paro, con una baja salarial del 20% al 40% del ingreso líquido, más la amenaza del fin del subsidio. A los que hay que sumar los asalariados con riesgo de pérdida del puesto de trabajo.

Tres. Trabajadores por cuenta propia móviles, los que antes se denominaban trabajadores independientes o autónomos, sin local ni oficina. Este segmento registra niveles muy variables de pérdida de ingresos, pero muy superiores a la pérdida de salario real de los asalariados. Es un conjunto variado, con situaciones diferentes, pero en general muy golpeado. La primera defensa que se percibe es la salida de la formalidad tributaria y previsional.

Cuatro. Los que trabajan por su cuenta pero con local u oficina, como los profesionales liberales o técnicos independientes, así como los pequeños y medianos empresarios sin empleados, que trabajan solos, asociados o en conjuntos familiares.

Cinco. Las pequeñas y medianas empresas propiamente dichas, con local u oficina, con mayor o menor cantidad de dependientes, a las que impactan por un lado el nivel de actividad y el incremento de los insumos, pero en forma muy significativa los salarios, las cargas sociales y los impuestos.

En todas las categorías hay que agregar que el tipo de actividad es a su vez una variable importante, desde las golpeadas en términos de casi extinción como el turismo externo hasta las que más se defienden con la venta de alcohol en gel o de tapabocas. Lo que es necesario tener presente que mientras la línea gubernamental ha buscado paliativos mediante la diferenciación de las actividades, ello no está totalmente relacionado con los niveles de caída. Muchas empresas o trabajadores han sufrido mucho en actividades que no son consideradas como de necesario auxilio del Estado.

De la categorización anterior se observa que las demandas de las distintas categorías no solo no son necesariamente convergentes, sino que incluso pueden llegar a ser incompatibles. El dato más claro surge de la diferenciación de aspiraciones entre los asalariados con nulo o bajo riesgo de pérdida del empleo, es decir los componentes de la primera categoría, respecto a las otras cuatro categorías. Esa primera categoría es la que aparece representada por el movimiento sindical, que pone el acento en los consejos de salarios y la recuperación del salario real.

Es bastante claro que esta demanda va en contra de la quinta categoría, las pequeñas y medianas empresas con personal dependiente, para las cuales la variable salario y su consecuencia en cargas sociales aparece como una de las de mayor negatividad en la propia recuperación. Entonces, es percibible una tensión entre dos conjuntos ambos con cierta dificultad. Además, el tema es que los consejos de salarios no aparecen como una vía de solución para los propios asalariados que han perdido provisoria o definitivamente los puestos de trabajo. Allí hay una disonancia discursiva. Los demás, los que trabajan por su cuenta, o asociados, o en forma familiar, tienen preocupaciones de otra índole y sus soluciones van por paquetes de medidas, algunas de las cuales han sido implementadas tímidamente por el equipo económico, aunque muy por debajo del reclamo de los socios de la coalición, tanto colorados como cabildantes. Algunas informaciones primarias indican que en esta categoría también aparece como vía de paliativo el recurrir parcialmente a la informalidad.

En los últimos lustros la formalidad laboral y tributaria ha sido vista como una virtud ética. No hay dudas que una economía moderna lo es tal cuanto mayor sea la formalidad. Pero la informalidad no es un producto de la maldad intrínseca del hombre, sino una ecuación económica. En la crisis de 2002 se vio con claridad cómo la flexibilidad laboral y el mirar para el costado de la DGI y el BPS permitieron a muchos afrontar esa crisis y sobrevivir a ella.

Hoy el trabajador por su cuenta se refugia en la informalidad para cubrir su ingreso básico. Y en lo posible también toda pequeña y mediana empresa que pueda hacerlo. En general esto tiene dos soluciones: o se tolera la informalidad o se formaliza la informalidad, mediante la flexibilización de todos los componentes que posibiliten actuar dentro de la legalidad y con sobrevivencia económica. Lo que no anda es pretender formalizar la informalidad sin ningún correctivo.

En el voto referendario es muy importante cómo se posiciona cada bloque en relación a estos cinco segmentos. Es cierto que se va a votar en favor o en contra de la Ley de Urgente Consideración (LUC). Pero el estado de ánimo de cada quien que conduce a la decisión de voto, va a estar intermediada por la satisfacción o insatisfacción con su situación actual, con el optimismo o pesimismo respecto al futuro inmediato, pero en una medida significativa en cómo se sienta en relación a otros segmentos también afectados. Porque si un segmento presenta un discurso opuesto al otro, lo más probable es que esa oposición también incida en abrirse camino por rutas diferentes y hacia destinos opuestos.