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participación de capital privado en
emprendimientos estatales, y por otro lado el presidente del
Encuentro Progresista-Frente Amplio anuncia que el mandatario
garantizó que no venderá ni privatizará ninguna empresa estatal.
La diferencia de versiones recuerda la terminación de la Crisis de
los Misiles de 1962, en que Estados Unidos anuncia la rendición de
Jrushov y la Unión Soviética dice tener el firme compromiso
norteamericano de no invadir Cuba. Como ocurrió con los misiles, es
posible que sobre la entrevista del 2 de enero sean ciertas ambas
versiones, en la medida en que los compromisos de ambos son lo
suficientemente vagos como para contentar a tirios y troyanos. Lo
concreto es que no hubo lluvias ni truenos y las amenazas se
enfundaron: desapareció del horizonte la lluvia de plebiscitos y
también el retruque de que el pueblo decida sobre el papel del
Estado.
Ahora
bien, analizado el tema desde el papel como actor del EP-FA o de
Tabaré Vázquez, aparece la necesidad de una mayor clarificación
de la posición oficial o central de la fuerza de izquierda en
relación al papel del Estado y al rol del mercado: cuánto Estado,
cuánto mercado, cuánto monopolio y cuánta competencia comprende
el modelo del país que ofrece o pretende aplicar el frenteamplismo.
Hay posturas diversas en el abanico de sectores que componen el lema
político, pero lo que interesa es el resumen, la síntesis, la
postura oficial o dominante, la que el EP-FA asume como tal y en
particular la que Vázquez asuma y difunda. Este es un tema
pendiente en las definiciones de la izquierda, precisamente uno de
los siete temas clave que el líder frenteamplista reseñó en su
llamado a la reactualización ideológica.
Pero
un segundo tema nada menor tiene que ver con la estrategia política
y el lugar que en la misma pudiesen cumplir los referendos. Después
del famoso referendo del 13 de diciembre de 1992 que derogó
disposiciones sustanciales de la Ley de Empresas Públicas, los
siguientes intentos posicionaron al EP-FA como un tomador de
decisiones ajenas y no como el decisor fundamental de la estrategia
política. Así ocurrió con los recursos contra el Marco
Regulatorio del Sistema Energético y contra la disposición que
redujo los plazos en materia de caducidad y prescripciones laborales
(el artículo 29 de la Ley de Inversiones). En las cuatro
convocatorias (dos por caso) la iniciativa surgió de fuera de la
fuerza política y ésta se sumó a la misma a posteriori, a veces
tardíamente y en general sin demasiado entusiasmo, o para ser más
exactos, sin poner en juego toda la artillería necesaria para
obtener la victoria. Lo más importante es que Vázquez terminó
involucrado en los cuatro resultados electorales y por tanto asumió
cuatro derrotas consecutivas. Al cabo de las mismas, la intención
electoral del EP-FA cayó hasta recortarse en el piso de la banda.
Es
verdad que estos u otros errores a la larga no hicieron la menor
mella en la competencia eleccionaria: el EP-FA creció casi un
tercio y si se toman los votos a Vázquez en el balotaje, ese
incremento fue de casi la mitad. Tan cierto como esto es que estos
resultados no son producto de los errores sino pese a esos errores.
Más bien son producto de otros aciertos o mayores sintonías en
relación a un significativo espectro de la opinión pública, y sin
duda a errores acumulados y creciente asintonía de los partidos
tradicionales con esa misma opinión pública. Pero es muy
arriesgado cometer errores bajo la premisa que serán compensados
por los aciertos, o por mayores errores del adversario.
Una
primera definición estratégica que requiere el EP-FA es si va o no
transitar caminos referendarios. En general es un camino tentador a
la luz a la luz de las ideas prevalecientes en la sociedad uruguaya
sobre el papel del Estado y del mercado. Pero lo extremadamente
dificultoso es la obtención de las adhesiones necesarias, de esas más
de seiscientas mil voluntades, necesarias para llegar al referendo:
ya fuere mediante la concurrencia simultánea a las urnas en las
instancias convocadas por la Corte Electoral, ya en la recolección
personal de adhesiones, impresión digital mediante.
Si
la fuerza de izquierda define transitar por el camino de los
referendos, lo más delicado es elegir el cuándo, cómo y por qué
de la confrontación. Y ello debe surgir primariamente de una decisión
política de la conducción política, es decir, del Encuentro
Progresista-Frente Amplio y de su presidente, previa evaluación
minuciosa de la conveniencia y los riesgos, de los costos y
beneficios de cada escenario, de cada tiempo y de cada espacio.
Ahora a mediados de febrero se repite que el EP-FA y Vázquez
comprometen su capacidad de convocatoria en una instancia que no fue
elegida por ellos, cuya estrategia no diseñan y en la que tampoco
desarrollan una campaña electoral de la envergadura necesaria para
alcanzar el resultado.
Porque
otro riesgo adicional que asume la izquierda con los referendos, es
transitar por un camino que exige una amplia capacidad de movilización.
Porque fuere mediante la concurrencia unilateral a votar en los
llamados "actos de adhesión al referendum" o mediante la
recolección de adhesiones individuales (rehabilitada por la nueva
ley reglamentaria), en uno u otro sentido el convocante debe
movilizar más de seiscientas mil almas, bastante más del 27% del
electorado residente en el país. Hoy el Frente Amplio tiene mayor
predicamento en la población que hace doce o trece años,
porcentualmente logra la adhesión del doble de ciudadanos que
entonces; pero por otro lado su capacidad de movilización se ha
reducido enormemente, hasta ser una ínfima parte de lo que fue en
el pasado. Vale la pena recordar lo difícil que le resultó al
Frente Amplio de 1987, con el apoyo del entonces poderoso Movimiento
Nacional de Rocha, recoger a lo largo de un año ese impresionante número
de firmas, ese equivalente al 27% de los votantes residentes en el
Uruguay.
Las
estrategias y los desafíos políticos son propios de las
conducciones políticas e indelegables, entre otros pequeños
detalles, porque en última instancia la que paga los costos de los
resultados indeseados son los actores y agentes políticos.
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