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externos sea tan difícil entender
las lógicas políticas de uno u otro país.
Hoy, 13 de mayo, Italia va a las urnas para elegir nuevo
gobierno. Y en cierto modo va a votar a ciegas. Buena parte de
los 50 millones de electores va a formular una opción sin
tener a la vista todos los elementos de información
necesarios para sopesar el efecto de su voto. Quizás pueda
decirse doblemente a ciegas, porque se suman dos elementos:
uno es un sistema electoral extremadamente complejo, donde no
es posible medir con exactitud cómo opera el voto de cada
uno, y el segundo es la norma que impide la divulgación de
encuestas en los 15 días previos a las elecciones.
En primer lugar se trata de un régimen parlamentario,
con lo que en la realidad la elección de hoy es de 630
diputados y 315 senadores. Los diputados se eligen 475 en
circunscripciones de a uno, donde resulta elegido el candidato
que obtiene más cantidad de votos (como ocurre por ejemplo en
Gran Bretaña); los 155 diputados restantes son elegidos en 26
circunscripciones plurinominales, es decir, de varias bancas
cada una, por sistema proporcional. Entre la elección
uninominal (de a uno) y la elección proporcional hay un
conjunto de operaciones matemáticas que permite a los actores
políticos diversos juegos de presentación electoral, juegos
que según cómo se practiquen pueden maximizar la
representación de los grandes agrupamientos y perjudicar las
opciones menores. Además existe una cláusula de barrera del
4%, es decir, se excluye de la adjudicación proporcional de
bancas a todas las listas que a nivel nacional no logren al
menos el 4% del total de votos válidos. Los senadores se
eligen de manera parecida aunque algo más simple: 232 en
forma uninominal por mayoría simple y 83 en forma
proporcional en 26 circunscripciones plurales. De la combinación
de todos esos centenares de resultados diferentes, algunos
combinados entre sí, otros no, resulta la conformación de
ambas cámaras. Y se requiere conformar una mayoría absoluta
en cada una de las dos cámaras para lograr armar y sostener
un gobierno. En otras palabras, si bien es una elección
polarizada entre el centro-derecha y el centro-izquierda, con
las respectivas candidaturas a la Presidencia del Consejo de
Ministros de Silvio Berlusconi y Francesco Rutelli, el triunfo
será no necesariamente de quien obtenga más votos, sino de
quien por efecto de todas las combinaciones logre la mayoría
de bancas en cada cámara, por sí mismo, o en asociación con
partidos menores, del centro o de los extremos.
Pero lo que claramente hace que se vote a ciegas es la
ley N° 28 del año 2000 que prohíbe en los 15 días
precedentes al día de la elección dar a publicidad o
difundir los resultados de los sondeos demoscópicos sobre el
resultado de las elecciones o sobre las orientaciones políticas
y de voto de los electores, incluidos los efectuados en el período
anterior a la prohibición. Desde hace 15 días hay oscuridad
absoluta para el electorado. Obviamente no para las
dirigencias políticas y los principales medios diplomáticos,
quienes adquieren los resultados de las encuestas de las múltiples
consultoras de opinión pública. Inclusive con un poco de
paciencia desde estas latitudes pueden encontrarse en Internet
formas no demasiado crípticas de presentar resultados de
encuestas. Pero no hay ni críptico ni claro para el votante
común. Y la ausencia de encuestas ha sido sustituida por la
divulgación de pronósticos exitosos de candidatos y
partidos: "Voy a superar largamente la mayoría
absoluta" (Berlusconi), "estoy dando il
sorpasso" (Rutelli). En nada pues se diferencian de las
arengas y los slogans. El elector carece de la orientación
profesional, seria, responsable, del conjunto de consultoras
de opinión pública. No sabe cuál es la diferencia entre una
u otra de las grandes coaliciones, ni cuáles son las
probabilidades de las opciones menores de centro (como
Democracia Europea, del ex sindicalista católico Sergio
D'Antoni, o Italia de los Valores, del ex magistrado Antonio
Di Pietro), ni tampoco sabe las posibilidades reales de
acceder al Parlamento o quedar por debajo del 4% de las dos
formaciones que pueden ser auxiliares valiosos in extremis
para unos y otros: Refundación Comunista para Rutelli (El
Olivo), MS Fiamma para Berlusconi (Casa de las Libertades). Al
elector italiano se le plantea la situación de alguien que va
a un banco a invertir sus ahorros, tiene que optar entre plazo
fijo en pesos o en dólares, o bonos del tesoro, o fondos de
inversión, y se le dice: usted decida, pero no le permito que
sepa a cuánto está el dólares, cuál es la tasa de interés
ni en pesos ni en dólar, ni a cuánto cotizan los bonos ni cómo
se desempeñan los fondos.
Y resulta que hay muchas informaciones capitales para la
decisión de buena parte de esos 50 millones. A título de
ejemplo van algunas:
Una. Un votante puede preferir el triunfo de Berlusconi,
pero tironeado lo más posible hacia el centro. Tiene la opción
de votar a lo más centrista de la Casa de las Libertades (la
alianza católica Biancofiore) o votar fuera de la coalición
de centro-derecha y hacerlo por un partido independiente de
centro, que pueda condicionar desde afuera su apoyo a la
constitución del gobierno, por ejemplo, a la Democracia
Europea de D'Antoni. Pero necesita dos datos: saber si
D'Antoni está demasiado debajo del 4% y el voto a fondo
perdido, muy por encima y ya está ese partido en el
Parlamento, o en el filo de la navaja y el voto es
imprescindible; y el otro dato es cómo está la relación
entre Berlusconi y Rutelli, quién va adelante y por cuánto,
para saber si no arriesga en mucho el triunfo del
centro-derecha.
Dos. Un razonamiento exactamente a la inversa puede
hacerse en relación al centro-izquierda, por ejemplo entre
alguien que dude entre votar a Di Pietro o a una formación
moderada de El Olivo. Es probable que muchos que estén en la
duda no sepan que las encuestas de los últimos días, que se
mantienen en reserva, señalan un serio riesgo de que no
llegue al 4% y quede fuera.
Tres. Cada una de las coaliciones tiene varias listas y
sus votos no se suman. Cada una de ellas por separado debe
alcanzar el 4%. En el caso de El Olivo hay una casi certeza
que el Partido de los Comunistas Italianos está muy lejos de
la barrera. Pero el votante no tiene las cifras a mano como
para saber a ciencia cierta que es un voto perdido y
transferirlo a otra lista.
Y los ejemplos se pueden multiplicar hasta el infinito.
Parece bueno mirarse en este espejo externo pero cercano, en
momentos que aquí en Uruguay hay calma con las encuestas. Los
sondeos de opinión molestan, son un intruso para los actores
políticos, pero son un instrumento de navegación
imprescindible para el simple votante.
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