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Es bastante difícil
clasificar o ubicar a los grupos políticos del Uruguay. En Europa el
esquema derecha-izquierda es muy claro, para los analistas y para el
común de los mortales, como que los propios grupos se autoclasifican
en la derecha, el centroderecha, el centro, el centroizquierda y la
izquierda. Ayuda y mucho el que nadie considere que ser de derecha
es desdoroso y que ser de izquierda es prestigioso. En Uruguay, como
lo han señalado muchos autores ya hace varias décadas, nunca tuvo
gran aceptación social ni ser de derecha ni ser conservador; de
donde, ambas palabras dejaron de ser clasificatorias para ser
calificatorias. Complica mucho para el analista un eje que en una
punta tiene la izquierda y en la otra punta no quiere estar nadie. Y
no es un problema para académicos, porque esta confusión se traslada
al elector mismo.
A su vez el último cuarto del siglo XX vino a añadir una
complicación adicional de validez universal, o al menos occidental.
Hay un eje clásico derecha-izquierda, que tiene que ver con los
posicionamientos dominantes a lo largo del siglo, o del segundo y
tercer cuarto del siglo pasado. Hay un nuevo eje, no necesariamente
superponible al anterior, relacionado con el papel del mercado y el
papel del estado, donde la derecha estaría en la concepción de más
extremo libremercadismo y la izquierda en el del más extremo
estatismo.
Si difícil es clasificar a los grupos en general, más complicado aún
es hacerlo con el Foro Batllista. Pero no solo para los analistas,
con una finalidad académica, sino para definir con exactitud en qué
segmentos de electorado se mueve, a cuáles pretende convocar y
cuáles le pueden resultar esencialmente ajenos. Es que en esencia el
sanguinettismo se mueve en dos andariveles, lo que en parte es
producto de contar en su interior con gente de diferentes improntas,
pero en mayor medida es producto de oscilaciones en el
posicionamiento político. En el gobierno anterior podía observarse
un andarivel comunicacional nacional y un andarivel comunicacional
opuesto en el exterior; de donde la visión sobre Sanguinetti en el
extranjero difería enormemente de la visión fronteras para adentro.
Conceptualmente, en cuanto a la visión del Estado, Sanguinetti –como
el viejo batllismo– se ubican en una de las alas del espectro
socialdemócrata, como a su vez el propio ex-presidente lo ha
proclamado en múltiples ocasiones y lo ha vuelto a proclamar días
atrás. Ese tinte socialdemócrata aparece con claridad en cuanto a
defender el mantenimiento en manos del Estado de actividades
comerciales o industriales, atribuirle un fuerte papel regulador de
la actividad económica y del mercado, y sobre todo el énfasis en la
prioridad de políticas sociales. En otras palabras, una forma
atenuada del welfare state. En términos europeos, el Foro Batllista
se ubica en el meridiano socialdemócrata de Felipe González o quizás
D´Alema, más estatista e intervencionista que Tony Blair, más suave
que Schröder o Jospin. Ese Foro Batllista socialdemócrata es el que
coincidió con el Frente Amplio en la oposición a los artículos
impugnados de la Ley de Empresas Públicas (y en particular a la
parcial privatización de Antel). Como no se cansa de decirlo el
ex-presidente Lacalle, si de familias ideológicas se trata, la línea
divisoria en Uruguay pasa por el referendo de 1992, donde de un lado
quedaron los más o menos libremercadistas como él y Jorge Batlle, y
del otro lado los más o menos estatistas como Sanguinetti y el
Frente Amplio. Algo parecido vino a decir hace tres días el propio
líder forista, cuando expresó la paradoja que en este referendo
sobre Ancap se encuentren enfrentados grupos políticos con visiones
parecidas sobre el papel del Estado. A esta visión socialdemócrata
se refirió el asesor presidencial Carlos Ramela, cuando señaló que
el Foro y la 15 pertenecen a culturas políticas diferentes. Este es
un andarivel, el que llevó a que durante su presidencia Sanguinetti
fuese catalogado en el exterior como un gobernante de izquierda, de
la izquierda europea.
El otro andarivel es el del hombre y el sector más confrontacional
con la izquierda uruguaya, el de la polarización con el Frente
Amplio y con Tabaré Vázquez, que son dos confrontaciones diferentes,
en el tono y la conceptualización. El ataque duro y sostenido al
marxismo. Si a esto se suma la posición intransigente en cerrar el
pasado cuanto antes sin dejar resquicios, como su interpretación de
cómo debe aplicarse la Ley de Caducidad, se termina de construir el
cuadro que ve la gran mayoría de la opinión pública. Ver a
Sanguinetti y el Foro Batllista como de derecha, quizás el sector
(de los de primera línea) más a la derecha en la vida nacional. En
general Jorge Batlle ha sido visto menos a la derecha que
Sanguinetti (por lo menos hasta el gran desplome del invierno
pasado), seguramente por ese carácter trasgresor y ese diálogo que
ensayó en varias oportunidades con la izquierda.
Para cualquier analista extranjero lo obvio resultaba que el mayor
competidor del Frente Amplio debía ser el Foro Batllista, quienes
comparten algunos puntos cruciales en relación al papel del Estado y
las políticas sociales. Sin duda, desde el ángulo de lo conceptual,
hay alas del Foro Batllista que se superponen íntegramente con alas
del Frente Amplio. Sin embargo, eso obvio para el analista externo
no sólo no es obvio sino es un absurdo para el analista uruguayo y
también para el uruguayo mortal común.
Sanguinetti eligió uno u otro andarivel muchas veces como opciones
deliberadas. En octubre de 1994 percibió a tiempo que perdía con el
Partido Nacional por la derecha y se derechizó, confrontó
fuertemente con Vázquez, y en ese corte por la derecha ganó por un
hocico. En los tres años y medio de este gobierno el Foro Batllista
volvió a esa línea, la de ser el más fuerte confrontador de la
izquierda política uruguaya. Esa línea siempre dejó dudas en cuanto
a sus resultados. Por un lado le podía dar el liderazgo en la
confrontación, y la visibilidad mayor entre los opositores a la
izquierda uruguaya; en otras palabras, transformarlo en la cabeza de
uno de los dos polos, siendo Vázquez la cabeza del otro. Pero si eso
puede ser exitoso en términos de competencia dentro del Partido
Colorado y con el Partido Nacional (puede serlo o no, que es otro
cantar), parece difícil que pueda ser exitoso en la competencia
mayor, la de la Presidencia, en un país en que se acentuó el
estatismo. Quizás Sanguinetti algo de esto esté pensando, cuando de
golpe y sin aviso volvió a poner sobre el tapete su acento
socialdemócrata.
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