La
muerte de Renán en los 75 años del
sistema electoral
Oscar
A. Bottinelli
El mejor tributo a Renán
Rodríguez, muerto el jueves, es recordar los
setenta y cinco años de vigencia del moderno
sistema electoral uruguayo, basado en tres leyes
madre: la de Registro Cívico Nacional de
1924, la Ley de Elecciones de enero de 1925, y la
Complementaria de Elecciones de octubre del mismo
año. Tres leyes que regularon minuciosamente
la inscripción cívica, la
votación y el escrutinio, para transformarse
en uno de los regímenes de mayor
confiabilidad a escala mundial, que sirvió
de base para varios de los procesos de
pacificación habidos en el mundo en los
años ochenta y noventa. Estas tres leyes son
producto de la elaboración de la
Comisión de los Veinticinco. Pocas veces se
vio en el país la elaboración de un
sistema de reglas de juego y garantías tan
equilibrado, sin que los sesgos que cualquier
sistema electoral tiene pueda estar determinado a
favor de algún tipo de actor político
en particular. El país debe no poco de su
estabilidad política a la confiabilidad de
las elecciones y de los actos
plebiscitario-referendarios, y esa confiabilidad se
debe en mucho al trípode de leyes madre
electorales. Renán tuvo un trato muy directo
con los personajes protagónicos de esa
Comisión de los Veinticinco: don
Andrés Martínez Trueba (más
tarde presidente de la República, que
presidió la célebre Comisión),
Francisco Ghigliani y Máximo Halty. Halty
logró partir de la prevalente idea de la
adjudicación de bancas por cociente simple
(entonces complementada por el mayor resto) con la
lógica sostenida desde los años
ochocientos noventa por el matemático belga
Víctor d'Hont, es decir, la
adjudicación basada en la serie de cocientes
producto de la aplicación como divisor de la
serie de números naturales. Ghigliani, de
polémica actuación política
posterior y trágico final de su vida, era
considerado por Renán como el verdadero
ingeniero del sistema; a él se debe la
creación del mecanismo de
adjudicación de bancas de diputado, que
combina la proporcionalidad entre los partidos con
la proporcionalidad entre los departamentos, ese
mecanismo basado en la para muchos inescrutable
Tabla de Cocientes Decrecientes.Y él
logró combinar también la
adjudicación departamental de bancas de
diputado con el ajuste a la proporcionalidad a
escala nacional entre los partidos. Porque Uruguay
es, desde 1925, uno de los raros países en
que las bancas de diputado se adjudican entre los
partidos de acuerdo a la proporción exacta
de votos obtenidos en todo el país, lo que
permitió la temprana entrada al Parlamento
de partidos minoritarios como la Unión
Cívica, el Socialista y el Comunista. Y la
Comisión en conjunto, o esos tres personajes
en particular, terminaron de diseñar el
doble voto simultáneo, en realidad
múltiple voto simultáneo, que se
inauguró tímidamente en 1910 para
instalarse y ser parte esencial de la identidad
electoral uruguaya.
La confiabilidad del régimen, en
cuanto a garantías inscripcionales y
votacionales, queda demostrada en dos grandes
elementos. Uno, bajo régimen autoritario,
sin el contralor de partidos políticos, el
sistema funcionó al punto de permitir la
derrota de una reforma constitucional inspirada por
el propio régimen con el propósito de
asegurar un papel tutelar de las Fuerzas Armadas;
triunfó el "No", sin ninguna pizca de
intención de fraude. Dos, en los setenta y
cinco años de vigencia de las leyes madre y
existencia de la Corte Electoral, hubo en el
país veintinueve actos electorales
(elecciones, plebiscitos y referendos, nacionales y
departamentales), sin que en ninguno de esos actos
se hubiese detectado fehacientemente actos
fraudulentos que pudiesen haber alterado los
resultados de manera significativa, es decir, que
alguna banca o resultado pudiese haber tenido
diferente decisión o destino (entendiendo
por fraude la manipulación de los elementos
votacionales o de escrutinio al efecto de cambiar
la decisión de los electores, es decir, el
contenido del voto o la calidad del
votante).
Renán fue uno de los pocos conocedores
en profundidad este nuestro sistema electoral, por
lejos el más complicado del mundo. Conocedor
de sus lógicas, sus entrelazamientos y sus
vericuetos. Y en tanto tal, fue el maestro de todos
quienes hemos abrazado la investigación, la
docencia y el ejercicio profesional en torno a lo
electoral.
El sistema y la Corte cumplen sus tres
cuartos de siglo de vida en momentos de profunda
transformación del sistema electoral
uruguayo. Una profunda transformación que
sin embargo deja algunos elementos sustanciales: la
adjudicación a escala nacional de las bancas
de diputado (lo que se traduce en la
proporcionalidad pura o más exacta posible a
nivel nacional entre votos obtenidos por los
partidos y proporción de escaños
parlamentarios), la simultaneidad de las
elecciones, el voto conjunto para el órgano
ejecutivo y las ramas parlamentarias, el
múltiple voto simultáneo como
mecanismo electoral para el Parlamento y de
configuración de los partidos.
También se llega a estos tres cuartos de
siglo con síntomas de agotamiento de los
elementos materiales del Registro Cívico y
de los procedimientos de votación y
escrutinio. Quizás el debe mayor que queda
en la materia es la necesidad de un formidable
salto hacia las nuevas tecnologías, que
permita una mayor celeridad en los procedimientos,
siempre preservando la tradicional garantía
tanto
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