28 Jun. 2015

"El papel del analista político es el de un tábano"

Oscar A. Bottinelli - en diálogo con Leonel García

El País

Nació en Dolores en el seno de una familia blanca. Fue cronista parlamentario y secretario de Seregni. Y tiene la camiseta de Factum, su consultora, bien puesta. "Para la actividad política se necesita cierta negación de la realidad", dice Bottinelli

Entre los 18 y los 28 años, Oscar Bottinelli (70) vivió, prácticamente, en el Palacio Legislativo. Fue en su etapa de cronista parlamentario de El País. "Yo iba a las dos de la tarde y me quedaba hasta que terminara la sesión. Pasaba noches sin dormir, cubría todas las sesiones, las comisiones, las reuniones. Pasaba todo el tiempo hablando con los diputados. Si terminaba temprano iba a la redacción a escribir; si no, el diario te enviaba un mensajero para que vos le dieras la crónica por pedazos", recuerda hoy el politólogo y director de la consultora Factum. La crónica parlamentaria, como él la hacía, es algo que se quedó en esos tiempos. "Hoy ya no existe".

Aquellos eran tiempos en que el hoy también catedrático de Sistemas Electorales del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales (Universidad de la República) recorría el Palacio con colegas cronistas como Horacio Catalurda, Niko Schwartz, Florencio Vázquez o Guillermo Chifflet. Eran épocas donde los diarios se contaban por decenas. El trato con los legisladores era constante y eso brindaba contactos, información para ser usada incluso en las páginas de Rurales o Deportes, y mucho material de contexto; mucho background. "Yo ya como periodista producía mucho material analítico". Ya habían quedado atrás sus primeros años de vida en Dolores, en una casa grande y con grandes fondos en la única cuadra hormigonada de la ciudad, por la calle Grito de Asencio, al lado de la plaza, con veranos infernalmente tórridos y carniceros y verduleros que repartían a domicilio.

Y eran tiempos convulsionados. Al influjo del Mayo Francés y de la Revolución Cubana, toda América Latina parecía estar en llamas llegando los años 70. Y a Oscar Bottinelli, de raíces blancas gracias a su padre Eduardo (legislador entre 1947 y 1963), le parecían intolerables las medidas prontas de seguridad a las que apelaba constantemente el gobierno de Jorge Pacheco. "Me marcó mucho sentir que las libertades estaban siendo afectadas. Me habían hartado mucho las viejas formas de la política, que yo conocía desde la mamadera. Y en aquel momento, cuando se hablaba mal de la política, se hablaba mal de los partidos tradicionales".

Secretario.

Cuando Bottinelli dice conocer la política —y la praxis política—, "desde la mamadera", no exagera. Desde muy niño ayudaba a su padre ensobrando listas en los períodos electorales. El destino parecía marcado.

El Dolores que lo vio nacer no tenía ferrocarril y la única ruta asfaltada era la uno, lo que hacía que venir a la capital fuera una expedición. La primera vez que vio un ómnibus urbano fue en Paysandú —"¡Para mí era una metrópolis!"— y la necesaria mudanza a Montevideo, antes de cumplir los siete, fue difícil. Su padre había sido reelecto en 1950 como diputado nacionalista independiente por Soriano. Entonces, don Eduardo Bottinelli, también médico cirujano y radiólogo, trajo con él familia y consultorio. "Yo era un canarito, y de vivir en un lugar donde conocías a todo el mundo, pasé a un total anonimato y a un departamento en 21 de Setiembre y Carlos Berg". Llegaría su formación en el Colegio José Pedro Varela, el IAVA y la inconclusa Facultad de Derecho. También llegaría su desilusión con la "vieja" política.

En 1971, una nueva forma de hacer política era el Frente Amplio, donde comenzó a trabajar. "Yo ya era conocido como un tipo experto en ingeniería electoral, y el Frente tenía algunos problemas en ese aspecto". Enseguida, pasó a ejercer como presidente de la Comisión Jurídica Electoral del flamante partido y su nombre comenzó a sonar para algunas candidaturas. Zelmar Michelini le dijo al general Líber Seregni, incuestionable candidato a la Presidencia, que le convenía tener a un hombre como Bottinelli en su entorno cercano. Desde entonces y hasta 1987, se convertiría en el secretario político del primer líder que tuvo la coalición.

La dictadura le supuso tres detenciones en Uruguay y un exilio en Argentina entre 1974 y 1982. En Buenos Aires vivió de la venta de libros y de representar a una multinacional italofrancesa. Con el regreso a la democracia volvió a acompañar a Seregni, función que terminó en 1987 debido a un "desgaste". Desgaste y algo más. "Uno de los instrumentos más antiguos en la humanidad es el serrucho (se ríe). Y además, por algo yo terminé del lado del análisis y no de la actividad política. Yo soy muy analítico y para la actividad política se necesita cierta negación de la realidad...", sonríe.

Una postura como la suya, consistente en reconocer también las virtudes del otro y las debilidades propias, no era bien vista en un mundo que se basa en convencer y entusiasmar. "Siempre digo que el papel de un analista político es el de un tábano. Yo ya era un tábano adentro (del FA) y eso no hacía fácil las relaciones. Llegaba un momento en que me veían venir y... ¡ahhhh!", abre grandes los ojos y ríe.

Mensajes.

Desde diciembre de 2013, Factum funciona en una amplia casa del Parque Rodó. Ahí terminaron luego de muchos años en el Centro. Cuando la consultora fue fundada, en abril de 1989, compartía "una pequeña oficinita" en la Ciudad Vieja con el cineasta Juan Carlos Rodríguez Castro. Bottinelli se casó tres veces y hoy trabajan con él dos de sus tres hijos: Eduardo, también director de Factum, también docente en la Facultad de Ciencias Sociales, sociólogo y padre de sus dos nietas; y Fiorentina, especializada en informática y doctorante en Química. Nicolás, psicólogo, agarró por otros rumbos.

Y los rumbos del politólogo, trazados desde sus tiempos de cronista, cuando ya producía "mucho material analítico", quedaron pronto definidos. Vinculado a instituciones como la Universidad de Heidelberg en Alemania o la Fundación Ebert en Uruguay (Fesur), apareció públicamente en su nuevo rol en la cobertura del referéndum de la Ley de Caducidad, en las pantallas de Canal 4, al que está asociado desde entonces, el 16 de abril de 1989. "No era muy conocido, pero sí se me vinculaba al FA. Así que algún que otro alarido se escuchó por ahí (risas). Pero creo que mi desempeño ha sido lo suficientemente profesional para que los miedos desaparecieran. Además, yo ya era conocido por los actores políticos. Eso me facilitó el camino. En este país el conocimiento vale mucho".

Aunque Factum no fue de las más golpeadas, la noche del domingo 26 de octubre de 2014 dio la sensación de que las consultoras fueron las grandes derrotadas. Y él es un gran defensor de las consultoras; sobre todo, obviamente, de la suya. "El tema es que el FA obtuvo la mayoría parlamentaria en el anca de un piojo. Tanto, que recién se confirmó el lunes. Pasa que muchos colegas decían de forma contundente que el Frente no la lograba (a la mayoría parlamentaria) y nosotros puntualizábamos que era difícil que lo consiguiera; ¡y tanto lo fue que la obtuvo por solo 4.000 votos!". Bottinelli sostiene que hubo una "reacción desmesurada de políticos y de parte del periodismo", que demostraba una "bronca contenida" contra las encuestadoras. Y ahora, luego de los comicios departamentales y todo el año electoral, retruca.

"Ahora que pasó la tormenta, ¿qué se ve? El Frente obtuvo la mayoría absoluta, pero se confirmaron los escenarios de complicaciones: no es la holgura de 2004, perdieron 173 mil votos de octubre a mayo, perdieron alcaldías en Montevideo. Segunda cosa: Lacalle Pou fue un fenómeno político interesante pero con límites, eso se observó con las candidatos de su sector en todo el país. Tercero: se decía que el Partido Colorado venía con dificultades, lo que causaba resistencias y ataques persistentes a las encuestas; ¿qué pasó en octubre y mayo? Toda la debacle. Pasa que los estudios de opinión públicas daban insumos para ir tomando. No era solo el numerito. Se señalaban problemas que al final se fueron dando".

Bottinelli, satisfecho en su rol de tábano, concluye con una sentencia que es bien conocida por todo periodista, como él también fue: "Matar al mensajero es más viejo que la humanidad".

DISCURSOS Y ÁRBOLES

Como periodista, Oscar Bottinelli escuchó en el Parlamento a grandes oradores como Julio María Sanguinetti, Wilson Ferreira, Zelmar Michelini o Rodney Arismendi. Y es inevitable hacer comparaciones.

"Yo no sé cuántos de los viejos parlamentarios hubieran tenido presencia hoy. Si bien es probable que el nivel global de la dirigencia (piensa y se arrepiente)... bah, no sé. Hoy es más importante ver a un alcalde plantando un árbol que a un gran legislador dando un brillante discurso. Hoy la sociedad es más directa y práctica. Antes se discutían las grandes ideas, los grandes proyectos de la humanidad, que permiten discursos más floridos. Uno agarra las versiones taquigráficas de las sesiones y ve que hasta fines de los 60 la economía ni existía en el debate".

Había otra comunicación entre el dirigente y el público, resalta. "El discurso político era muy convocante, de llamar a movilizar. Hoy son discursos más fríos, de planes de gobierno. Antes eran cuestiones ideológicas, de transmitir valores y modelos; hoy la cosa pasa más por ver qué se hace con la educación, con Ancap...".

—Habrá que ver qué es mejor y peor.

—Yo creo que responde a demandas de la gente en el momento.

SUS COSAS

Su auto

¿Cómo se moviliza Oscar Bottinelli? "Ahora tengo un Mercedes chiquito, un A160", dice el director de Factum. "Pero durante muchos años tuve un Hyundai Sonata, y anteriormente un Nissan... ¡no soy seguidor de marcas!". Su primer vehículo fue "un fitito": un Fiat 600.

Su libro

Luego de tomarse su buen tiempo, Oscar Bottinelli elige los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, del filósofo político italiano Nicolás Maquiavelo. "Es su obra más de fondo. Cuando se habla de él, en general se nombra a El Príncipe, pero este texto es más monárquico y los Discursos... son más republicanos".

Su acierto

Su anuncio más difícil por lo ajustado del resultado fue el triunfo de Tabaré Vázquez en primera vuelta en 2004. "Tenemos presidente", dijo a las 21.03 del 31 de octubre de 2004. "En ese momento, nuestro colega (Luis Eduardo González, no lo nombra) decía que el resultado era muy incierto y que había que esperar toda la noche".