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LOS
URUGUAYOS TIENEN UNA IMAGEN "NEUTRA" DEL
PODER JUDICIAL
Enrique Iglesias, el
presidente del BID, hace poco parafraseaba: el siglo
XIX fue el siglo del Poder Legislativo, el siglo XX
el del Poder Ejecutivo y el siglo XXI será el siglo
del Poder Judicial. A nivel global, inversores y
calificadoras de riesgo evalúan no solamente
indicadores económicos y riesgos políticos, sino
también la calidad del Poder Judicial, su seriedad,
honestidad, independencia y nivel técnico. Cada vez
más se considera que para que el sistema estatal
funcione se requiere imprescindiblemente un
funcionamiento fluido de la Justicia y una alta
confiabilidad de la sociedad.
Los uruguayos tienen
una opinión neutra sobre la Justicia nacional, ni
buena ni mala, y este juicio es bastante estable a lo
largo de los últimos años (actualmente registra 45
puntos en 100). La confiabilidad es pues mediana. En
todas las mediciones realizadas a lo largo de diez años
el Poder Judicial recoge siempre mayor calificación
que el Parlamento, los partidos políticos y los
sindicatos. Pero al cierre del año 2000 se situó
por primera vez claramente por debajo de las Fuerzas
Armadas, que logra una calificación buena (con 54
puntos). Y, además, se ubica muy por detrás de la
Iglesia Católica, que obtiene una calificación casi
excelente (74 puntos) .
En los últimos
cuatro años ha permanecido estable la opinión de la
gente sobre el Poder Judicial: aumentó cuatro puntos
el puntaje global, la calificación se mantuvo dentro
de los niveles de neutralidad, aumentaron en forma
equilibrada tanto las opiniones positivas como las
negativas, bajó el "no sabe/no contesta" y
también el "ni bueno ni malo".
Dos ramas del Poder
Judicial logran clara visibilidad por parte del
grueso de la población: la Justicia Penal y la
Justicia Laboral. Otras ramas en cambio presentan un
perfil difuso. La valoración de la Justicia Penal ha
mejorado sensiblemente en los últimos años y se
encuentra prácticamente en los mismos niveles que el
Poder Judicial considerado globalmente, es decir,
obtiene también una calificación de neutro. Las críticas
que recibe son de tres tipos: desde la derecha, que
la Policía prende a los delincuentes y los jueces
los liberan, que otorgan penas muy leves y disponen
las libertades con mucha facilidad; desde la
izquierda se critica que la Justicia Penal favorece a
los ricos, es leve con los delitos de guante blanco y
tiende a ser dura con los pobres; y genéricamente se
critica la lentitud de los procesos.
La Justicia Laboral
recibe una opinión negativa de la población, la
cual se acentúa en los sectores que deben recurrir a
la misma: entre los asalariados privados el juicio es
negativo y entre los empresarios es claramente malo,
en particular entre los empresarios pequeños. Los
asalariados privados critican la enorme lentitud de
los procedimientos, el largo tiempo que transcurre
desde el reclamo hasta el cobro. El empresario pequeño
cuestiona un sistema que lo visualiza como alguien
sumamente poderoso y que le exige elementos de prueba
que sólo pueden tener las grandes empresas; en
general entienden que son víctimas de la industria
del juicio laboral, de la invención o exageración
de demandas y de una parcialidad de los magistrados
en su contra.
En líneas generales
la mejor imagen de la Justicia (del Poder Judicial en
general, de la Penal y de la Laboral) surge de parte
de colorados y blancos (y de quienes se autodefinen
de derecha), y la peor de los frenteamplistas (y de
quienes se autodefinen de izquierda). Este hecho es
curioso, pues ocurre a la inversa del discurso de las
dirigencias políticas: los líderes blancos y
colorados son bastante críticos de los jueces, y los
dirigentes frenteamplistas tienden a una defensa
automática de la órbita judicial. Desde el punto de
vista de los niveles socioeconómicos, el más
favorable al Poder Judicial es el nivel bajo, el más
negativo a nivel general es el nivel alto y los más
críticos en relación a lo penal y lo laboral son
los niveles intermedios (medio y semibajo).
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