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Empleo
para toda la vida
Para
la mayoría hay que eliminar la inamovilidad de los
funcionarios públicos pero dando garantías contra
persecuciones
La inamovilidad de los
funcionarios públicos es una característica clásica de los
Estados de Bienestar, los Welfare State, es decir, aquellas
estructuras basadas en un fuerte papel del Estado y un
vigoroso asistencialismo. La inamovilidad supone la
imposibilidad de remover a los funcionarios, excepto casos
graves de omisión, ineptitud o delito. En Uruguay la
inamovilidad está consagrada por el artículo 60 de la
Constitución para los funcionarios de la Administración
Central y por el artículo 62 para los funcionarios
municipales. Se discute si la inamovilidad alcanza o no a los
demás funcionarios de los entes autónomos y las empresas
descentralizadas. En algunos casos la inamovilidad surge del
estatuto específico, como ocurre con los docentes efectivos
de Primaria, Secundaria y UTU. En los demás casos hay dos
tesis: una que sostiene que la Constitución restringe la
inamovilidad a los funcionarios de la Administración Central
(Presidencia de la República, ministerios) y a los
municipales, y otra que sostiene que abarca a todos los
funcionarios sin excepción.
El artículo 60 de la
Constitución, en sus parágrafos dos, tres y cuatro, dispone:
"Establécese la carrera
administrativa para los funcionarios presupuestados de la
Administración Central, que se declaran inamovibles, sin
perjuicio de lo que sobre el particular disponga la ley por
mayoría absoluta de votos del total de componentes de cada Cámara
y de lo establecido en el inciso 4° de este artículo.
Su destitución sólo podrá
efectuarse de acuerdo con las reglas establecidas en la
presente Constitución.
No están comprendidos en la
carrera administrativa los funcionarios de carácter político
o de particular confianza, estatuidos, con esa calidad, por
ley aprobada por mayoría absoluta de votos del total de
componentes de cada Cámara, los que serán designados y podrán
ser destituidos por el órgano administrativo
correspondiente".
Sobre la inamovilidad hay dos
puntos de vista, que difieren en argumentos de fundamento
diverso. Quienes defienden la inamovilidad lo hacen como
garantía contra las persecuciones del poder, sea por razones
políticas, ideológicas o inclusive sindicales (en lugares
donde los actores corporativos son parte de la dirección,
como actualmente en la Universidad y en el Banco de Previsión
Social, anteriormente en Secundaria, en las cajas de
Asignaciones Familiares, en las cajas de seguros especiales de
paro y en los diversos seguros de enfermedad). Quienes
combaten la inamovilidad sostienen que es la causante del bajo
rendimiento de los funcionarios públicos, que el empleo
seguro de por vida desestimula la iniciativa y lleva a los hábitos
burocráticos, a la ineficiencia del funcionario.
Los uruguayos se pronuncian
mayoritariamente por esta segunda tesis. De cada siete
personas, cuatro optan por considerar que "la
inamovilidad sólo sirve para que los funcionarios trabajen
poco", mientras que los tres restantes se inclinan por la
tesis de que "la inamovilidad es una garantía contra
todo tipo de persecución (política, sindical, ideológica)".
Para el futuro, en cuanto a qué hay que hacer, el 69% se
inclina por eliminar la inamovilidad frente a un 18% que
defiende el mantenimiento del sistema (el 13% no opina); pero
la existencia de garantías contra la discrecionalidad es
defendida por el 61% contra el 26% que no las considera
necesarias. La opinión prevaleciente (48% sobre el total, que
representa más de la mitad de los que toman partido por
alguna posición) se inclina por eliminar la inamovilidad pero
con un régimen de garantías contra la discrecionalidad y en
particular contra la posibilidad de persecuciones políticas,
ideológicas o sindicales.
En la valoración del actual
sistema los frenteamplistas se dividen en partes iguales entre
la defensa de la inamovilidad como garantía anti-persecutoria
y el ataque a la inamovilidad como fuente de ineficiencia. En
los niveles socioeconómicos alto, medio y semibajo por cada
10 que consideran que la inamovilidad es negativa, siete la
defienden, pero en el nivel bajo en cambio las posiciones son
equilibradas con un leve predominio de la defensa del actual
sistema. Los funcionarios públicos son los más ardorosos
defensores de la inamovilidad (59% de ellos), aunque un tercio
de los mismos considera que conlleva a trabajar poco. Los demás
sectores ocupacionales tienen posiciones más críticas en
relación a la inamovilidad.
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