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Los miedos, esos
fantasmas
De cada 10 uruguayos ocho le
tienen miedo a algo, uno hace gala de no temerle a
nada y el décimo no sabe si tiene miedo a algo o qué
es ese algo
Casi todo el mundo le tiene miedo a algo,
o al menos lo tienen claro ocho de cada 10 personas.
Lo que varía mucho es ese algo, pues puede ser a la
muerte, a problemas de salud, dificultades
económicas, catástrofes, ruptura familiar. Hay miedos
existenciales, políticos, sociales; hay temores a lo
desconocido, a la incertidumbre, al mar, a los
viajes, a la gente y a los animales. Puede decirse
que existen tantos tipos de miedo como seres humanos
pueblan la Tierra, aunque en principio se pueden
reducir, quizá forzar, a una docena de categorías.
Así agrupados, los miedos se distribuyen entre la
población residente en Uruguay de 15 años en
adelante, en las siguientes categorías:
A los problemas económicos (desocupación, pobreza,
falta de dinero) 18%.
A problemas de salud (enfermedades, accidentes,
fobias, inseguridades, sufrimientos, dolor) 13%.
A la muerte, a lo que puede haber después de la
muerte, al diablo y al infierno 13%.
Al robo, a los delincuentes, a la violencia contra sí
9%.
Al futuro, a lo desconocido, a la incertidumbre 9%.
A los desastres naturales o provocados por el hombre
(terremotos, inundaciones, guerras, terrorismo) 7%.
Miedos políticos (al gobierno, a los partidos
tradicionales, al Frente Amplio, a la pérdida de
libertad) 5%.
Familiares (a problemas con el hijo, a su esposo/a, a
la ruptura familiar) 2%.
Miedos sociales (a la droga, a la ignorancia, a la
marginalidad) 2%.
Al mar, a los aviones, a los viajes 1%.
A los animales (perros, arañas, abejas) 1%.
El miedo a los problemas económicos es
extraordinariamente fuerte entre los jóvenes, las
personas de 15 a 30 años (lo padece el 25%), algo
menor en los adultos medios (17%) y relativamente
bajo entre las personas mayores, las que van de 60
años cumplidos en adelante (8%). Y este miedo (a la
falta de dinero, a caer en la pobreza, a perder el
trabajo) es mayor cuanto más alto es el nivel
socioeconómico y cuanto más alta la educación. Los
que tienen mayores temores económicos son en
consecuencia las personas de nivel socioeconómico
alto y las que cuentan con educación universitaria. A
la inversa, los que menos aprensión sienten al
respecto son los de nivel bajo y los que carecen de
instrucción o han concurrido algunos años a la
escuela. Los temores al futuro y a las incertidumbres
siguen la misma curva que los problemas económicos en
cuanto a la edad de la gente, son el doble de fuertes
entre los jóvenes que entre los mayores de 60 años (y
a mitad de camino entre los adultos medios).
Por su parte, el temor a la delincuencia, a la
inseguridad física, a los robos y a la violencia
personal está fuertemente concentrado en Montevideo,
Ciudad de la Costa y Gran Maldonado, donde este temor
es el doble que en el resto del país. Y también es
muy fuerte entre las personas con educación
exclusivamente escolar y extremadamente bajo entre
los universitarios. A la inversa, los miedos
políticos están concentrados en las personas que han
pisado las aulas universitarias o de instituciones
terciarias y en el nivel socioeconómico alto.
El 20% de las personas dice no tener miedo a nada o
no saber si tienen miedo a algo, pero los que
alardean de carecer de aprensiones son el 25% de los
hombres y el 15% de las mujeres. O los del llamado
sexo fuerte son menos pusilánimes o quizá, y por ahí
debe andar la cosa, no se animan a expresar los
temores o los tienen escondidos en lo más profundo
del inconsciente. A la inversa, las mujeres son más
propensas que los hombres (en una relación casi de
dos a uno) a tener más aprensión a las enfermedades,
los accidentes, los problemas de salud propios y de
sus hijos.
El temor a la muerte, a lo sobrenatural, a lo que
puede haber después de la muerte se expresa con los
mayores porcentajes entre las personas nada
religiosas y, consecuentemente, entre los no
creyentes y los que, teniendo una vaga creencia en
Dios o en un ser superior, carecen de pertenencia
religiosa o no se identifican con ninguna religión.
Esto no quiere decir que cuanto más religiosa sea la
gente, menor sea su temor a la muerte o a lo
sobrenatural; más o menos es el mismo porcentaje
entre los muy religiosos que entre los poco
religiosos, la única diferencia sustancial aparece
entre los nada religiosos, que son los más temerosos
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