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La música apenas
suena
La población uruguaya puede
dividirse en un 80% que jamás toca un instrumento
musical, un 15% que sí lo hace y un 5% que toca más
de uno
En otros países es muy
común ver a la gente con instrumentos musicales en
fiestas o reuniones, o también en la calle. Tocar
instrumentos del más diverso tipo y con los más
diversos fines es una costumbre que puede ser para
amenizar una tranquila velada, para motivar el baile
o para exteriorizar alegría y enmarcar festejos. Por
supuesto, si se habla de tocar de manera aficionada,
no por parte de cultores o profesionales de la
ejecución musical. Y puede ser un piano en el salón,
un acordeón, un tambor, una flauta, una guitarra o
una quena. Eso lo puede ver el turista cuando viaja y
se puede ver también en las películas y en los
noticieros. La música y el instrumento musical son
elementos comunes cuando la gente se junta. La
percepción es que eso no es así, o al menos no es tan
común, en Uruguay. Pueblo que se autodefine como
triste, aparentemente no es muy afecto a tocar
instrumentos musicales. Pero más allá de la
percepción, que como toda percepción puede estar
deformada, ¿cuál es la realidad? ¿Los uruguayos tocan
instrumentos musicales? ¿Quiénes? ¿Qué instrumentos?
Un estudio realizado a lo largo de los últimos cinco
años por Factum Opinión revela que una de cada cinco
personas toca algún instrumento musical al menos
ocasionalmente. Al revés la cifra es impresionante:
cuatro de cada cinco uruguayos no tocan ningún
instrumento musical. Siempre se advierte que cuando
se presentan cifras de todo un país no quiere decir
que esos porcentajes sean iguales se mire como se
mire. Hay diferencias. Una de las más importantes
tiene que ver con la edad de la gente: cuanto más
joven se es más se tocan instrumentos musicales. Así
ocurre que quienes ejercitan instrumentos musicales
son uno de cada tres entre los muy jóvenes (los de 15
a 20 años), uno de cada cuatro entre jóvenes menos
jóvenes (21 a 30 años), uno de cada cinco entre los
adultos medios (los que van desde los 31 a los 60
años de edad) y llega al bajo nivel de uno cada siete
entre las personas mayores, las que tienen 61 años o
más.
Pero también influye la educación formal. Entre las
personas que han cursado estudios universitarios o
terciarios, lo hayan hecho en forma completa o de
manera incompleta, toca instrumentos musicales casi
uno de cada tres. En el nivel secundario, la gente
que fue al liceo, a preparatorios o a los cursos
medios de UTU, toca uno de cada cuatro. Y entre la
gente que carece de instrucción o exclusivamente fue
a a la escuela, a algún año de escuela, es uno de
cada nueve.
Y llama la atención que según la actividad de las
personas, los mayores entusiastas de tocar
instrumentos musicales son los funcionarios públicos
y los estudiantes.
Es interesante comparar que mientras el 80% no toca
ningún instrumento, entre los que sí tocan la cuarta
parte ejecuta más de uno. La población pues puede
dividirse en un 80% que jamás toca, un 15% que toca
un instrumento y un 5% que toca más de uno.
Entre los que ejecutan instrumentos musicales, la
preferencia absoluta es por la guitarra, tocada por
el 56%. En el concepto de guitarra se agrupan los dos
tipos diferentes, la guitarra clásica y la guitarra
eléctrica. El segundo en el ranking es el piano, con
un 34%. Los otros tres instrumentos que siguen en el
ranking son el acordeón, el órgano y el bajo. Y luego
vienen otros como la batería (común y americana), la
trompeta, el tambor (tambores, tamboriles y afines),
flauta y violín.
La guitarra predomina entre los residentes en
Montevideo, los hombres, los jóvenes y los adultos
medios. El piano, en cambio, predomina entre los
adultos mayores y entre las mujeres; y tiene más
adeptos en el interior que en Montevideo. Expertos en
el tema sostienen que la ejecución aficionada de
instrumentos musicales, tanto en Uruguay como en el
mundo, ha disminuido y que es menor cuanto mayor es
el desarrollo de un país y el nivel de urbanización.
Es que más de una centuria atrás y a lo largo de un
milenio tras otro, los hombres sólo podían disfrutar
de la música si se ejecutaba en el acto, en forma
directa, delante de quien quisiera oírla. El
almacenar música para poder escucharla dónde y cuando
uno quisiese es algo de esta última época de la
humanidad, con la aparición de las simples y
elementales cajas sonoras, los discos de pasta y los
fonógrafos primero, los tocadiscos después, las
cintas magnéticas y su forma compacta en magazines
primero y en casetes después, para llegarse
finalmente al almacenamiento digital de hoy, que
permite tener la música guardada en un disco compacto
o en el disco duro de una computadora. Este avance
generó el retroceso del uso aficionado de los
instrumentos musicales, y como contrapartida la mayor
difusión de la ejecución profesional.
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