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Asuntos domésticos
En Uruguay, cinco de cada siete
personas igual pagan por un arreglo que haya sido
defectuoso o que directamente no se haya hecho
Salvo que uno sea de
esos superdotados sieteoficios, más tarde o más
temprano tiene que llamar a alguien para hacer
arreglos o reparaciones en su casa. La canilla que
pierde, el caño roto o tapado, que se quema la caja
de fusibles, el hierro oxidado, la cerradura que no
anda, el televisor que no prende. Son mil y una las
posibilidades de arreglo en un hogar, y otros mil y
uno los tipos de oficio a los que hay que recurrir.
Como en todas las cosas en la vida, está aquél que
encontró "a un hombre maravilloso que arregla todo
bárbaro y cobra baratísimo". Y está aquel que se
queja de "que siempre es lo mismo, vienen, cobran un
disparate y todo sigue igual", o la otra frase común:
"Vino, arregló bien el encendido del lavarropas, pero
la dejó que ahora pierde agua". Bien, en esta
situación, ¿cómo reacciona la gente en su calidad de
consumidor? Se llama a alguien para que haga algún
arreglo o alguna reparación en la casa y el trabajo
queda mal hecho. ¿Qué hacen los uruguayos?
Para poder definir la conducta de los uruguayos, cuán
protestadores o cuán mansos son, conviene partir de
un supuesto: que si el trabajo quedó mal hecho se
llamó de nuevo al responsable del arreglo y se le
pidió que arreglase nuevamente; o el otro supuesto es
que en el momento de darse por terminado el trabajo,
el o la dueño(a) de casa encuentra que las cosas no
quedaron bien, que el arreglo fue mal hecho, que el
problema no fue solucionado. Ante ello aparecen tres
conductas posibles: callarse la boca, pagar y no
llamar más a esa persona; protestar, decirle que no
se lo llama más y pagar; considerar que el contrato
no fue cumplido y en consecuencia no pagar.
La actitud dominante de los uruguayos es ante todo
pagar, con protesta o en silencio, pero pagar. Cinco
de cada siete personas igual pagan aunque el arreglo
haya sido defectuoso o directamente no se haya hecho.
De estos cinco, tres protestan, dicen "a usted no lo
llamo más" y pagan rigurosamente; los otros dos no
protestan, pagan y para sí dicen "a éste no lo llamo
más", pero tampoco se lo dicen en la cara. Una
persona de cada siete actúa como es de esperar lo
haga un norteamericano, es decir, adhiere al
razonamiento contractualista: se formalizó un
contrato por el cual un técnico quedó en arreglar el
lavarropas a cambio de determinado precio, el
lavarropas no quedó arreglado, luego no tiene derecho
a cobrar, por lo que no tengo que pagarle.
Finalmente, otra persona de cada siete no sabe cómo
actuaría cuando le ocurra algo así, no sabe si
protesta o no, si paga o no, más bien espera que
sucedan los hechos para actuar en cada caso concreto.
Una interesante diferencia aparece entre capitalinos
y los que viven más allá de la frontera fluvial Santa
Lucía-Las Piedras-Carrasco. Los consumidores
exigentes, los no pagadores si el trabajo no quedó
bien, son porcentualmente los mismos: 14% en cada
área, en Montevideo y en el interior. Siguen siendo
pues uno de cada siete los que actúan con prolijidad
o dureza contractual: sólo pago si el trabajo se hizo
bien. Los que no saben qué hacer son un poco más en
Montevideo (17%) que en el interior (12%). Todos los
demás saben que van a pagar, sin ninguna clase de
dudas: son el 69% en la capital y el 74% en el resto
del país. La diferencia entre estos pagadores estriba
en la actitud verbal: en si lo hacen calladitos,
masticando la rabia, o dan rienda suelta a la
protesta. Los protestadores son el 49% de los
montevideanos y el 40% de la gente del interior. Los
calladitos son el 20% de los montevideanos y el 33%
de los habitantes del interior. La diferencia de
carácter es digna de apreciar: el montevideano, no
demasiado, es más protestador que el habitante del
resto del país. Algunos otros datos:
* Los más fuertes no pagadores son los de nivel
socioeconómico medio y los asalariados privados.
* Los más protestadores (pero pagando): el nivel
alto, los funcionarios públicos y los empresarios y
profesionales.
* Los más calladitos: los jubilados y pensionistas.
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