El hábito de destratar 

Para cuatro de cada 10 uruguayos, sean de la capital o del interior, donde los tratan peor es en las oficinas públicas

Hay una percepción generalizada de que los uruguayos son poco protestadores y muy aguantadores. Los estudios sobre comportamiento en relación al consumo revelan que la conducta predominante es pasiva, la protesta se canaliza en no comprar en el mismo sitio donde le vendieron mala mercadería o lo trataron mal, pero es una minoría la que devuelve el producto, se niega a pagar, formula denuncias o inicia juicios. Cuando el mal trato viene siempre de los mismos lados, otra forma de protesta es el humor y la ironía, que en el fondo son formas de resignación. Esa actitud mansa es la que permite que pasen los años y la gente considere que los lugares donde la tratan peor sean los mismos. Como el mal trato no tiene como contrapartida la protesta activa, el grito airado, puede sobrevivir todo lo que sea necesario.
Para cuatro de cada diez uruguayos, sean de la capital o del interior, el lugar donde lo tratan peor son las oficinas públicas. Y esa percepción no cambia con los años, es lo mismo a comienzos de los noventa, a mediados de la década o ya situado en la década siguiente. Cuando se hace un análisis más profundo, surgen claras diferencias entre las oficinas públicas, no es lo mismo la percepción sobre Antel y Ute, organismos con los que casi toda la población tiene contacto y considera que el trato es bueno, que por ejemplo la Intendencia de Montevideo o el BPS, por largo tiempo considerados como los paradigmas de la oficina pública, del burocratismo, donde el trato es claramente malo. Por mal trato se entiende el destrato personal, de palabra, como lo que se puede calificar de mal trato institucional: información insuficiente de lo que hay que llevar, pedido de papeles y documentos distintos en cada oportunidad, demoras excesivas en los trámites, colas para ser atendidos.

El segundo lugar en el ranking de los malos tratos varía fuertemente entre Montevideo y el interior, porque en la capital es indiscutido el puesto para los ómnibus, para el servicio de transporte colectivo de pasajeros. En el interior, en cambio, en buena parte de las ciudades chicas y de los pueblos no hay ómnibus local, y en el resto el servicio en general es de muy buen trato al público, con mucha amabilidad y paciencia. El mal trato recibido en el servicio de ómnibus en la capital apunta a diversos componentes que van del mal trato personal de guardas y conductores, lo que en general se traduce en la expresión "falta de respeto", a mal trato del servicio, como unidades que no paran, horarios que no se cumplen, coches que paran lejos de la vereda, hacinamiento dentro de los vehículos.

En tercer término en Montevideo y en segundo lugar en el interior aparecen las sociedades médicas, expresión que en general se usa como sinónimos de Instituciones de Asistencia Médica Colectiva (IAMC). Aquí en general el mal trato está referido esencialmente a las amansadoras para ser atendido por el médico, la llegada tarde de los profesionales y el tardío comienzo de las consultas, en muchos casos las colas para obtener esos números para ser atendido, los plazos extensos entre el pedido de consulta y la fecha otorgada, y a veces el mal trato recibido por parte del personal. En promedio una de cada siete personas considera que el lugar donde peor es tratada es en la sociedad médica.

Los bares, restaurantes, tiendas, almacenes y comercios similares recogen un muy bajo nivel de protesta. En términos comparativos, entre el 3% y el 5% de la población considera que en esos comercios es donde peor lo tratan. Esta baja cifra no quiere decir que la gente esté siempre satisfecha con la atención, sino que en la comparación con oficinas públicas, ómnibus y sociedades médicas, los comercios al por menor salen mejor parados.

 
Publicado en diario El Observador
diciembre 22 - 2001