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Argentina: “Dólar o no dólar, esa es la cuestión”
Norma Domínguez
Dólar
o no dólar, esa es la cuestión que para los argentinos se ha
transformado en el “ser o no ser”. Porque quieren sus dólares
o el equivalente en pesos a sus ahorros para comprar dólares.
Y quieren también recuperar la seguridad y el orden que brinda
la estabilidad económica.
Desde que en 1991 el país adoptó el dólar como base de su
estabilidad monetaria, y hasta la caída de Fernando de la Rúa
en diciembre del año pasado, el uno a uno rigió los bolsillos
locales con todo lo que ello implica: existían los créditos y
era posible comprar desde un par de zapatillas en 12 cuotas
mensuales sin interés o con un interés mínimo, hasta una
vivienda a treinta años; había ahorros en los bancos y los
ahorristas eran “clientes preferenciales” en las entidades
bancarias que accedían a tarjetas de crédito internacionales
sin mayores requisitos; y eran también los ciudadanos “de
lujo” de América Latina para los Estados Unidos, ya que no
requerían visa para entrar al primer país del mundo.
Pero todo eso quedó atrás. Ya no hay más créditos, ni tarjetas
de crédito, y para obtener el pase estadounidense hay que
hacer largos trámites acompañados de muchas oraciones al
cielo. Los ahorristas han pasado de ser clientes
preferenciales a enemigos de los bancos y bancarios, que
armados con picos y martillos salen cada día a reclamar que
les devuelvan su dinero secuestrado en el “corralito”.
Aunque en Economía dicen que este mes comenzará la liberación
del “corralito”, lo cierto es que el proyecto para devolver
los depósitos en bonos del Tesoro Nacional está trabado por el
desacuerdo que existe entre el gobierno y los bancos. Desde
Hacienda estiman que antes de fin de mes comenzarían a abrir
gradualmente las cuentas a la vista, ampliando el límite de
extracción de las cajas de ahorro y cuentas corrientes a 2000
pesos, y que ese monto iría aumentando hasta liberar
completamente los ahorros en septiembre. Pero nadie apuesta
demasiado a este proyecto, porque la apertura de los depósitos
podría desencadenar una nueva estampida del dólar que ahora
ronda los 3,20 pesos.
La llegada del nuevo ministro de Economía Roberto Lavagna fue
más prometedora de lo que hasta ahora viene resultando. Sin
cambios estructurales ni grandes medidas, los avances
iniciales están dirigidos a satisfacer las demandas
primordiales del Fondo Monetario Internacional respecto de la
derogación de la Ley de Subversión Económica y las reformas a
la Ley de Quiebras, con el objetivo de mostrar cierta
disciplina y lograr credibilidad para conseguir la ayuda
solicitada por el gobierno.
Cuarenta y ocho meses de recesión con una caída del salario
real que supera el 60 por ciento desde que se inició la
devaluación, se suman ahora al riesgo latente de una
hiperinflación que amenaza con ser más cruel que la que el
país sufrió en 1989 bajo la presidencia de Raúl Alfonsín por
varios motivos: la desocupación a fines de los ochenta era del
7 por ciento contra el 24 por ciento que arrojó el último
índice oficial; en aquel momento los trabajadores en relación
de dependencia tenían poder para negociar recomposiciones
salariales mientras que hoy es imposible pensar en esos
términos ya que los empleados prefieren aceptar podas y
achiques antes que arriesgarse a perder la fuente de trabajo;
cuando en 1989 se desata la etapa más cruda de la
hiperinflación, el país ya tenía un Presidente electo con el
48 por ciento del voto popular y ahora, cuando atraviesa la
mayor crisis de su historia, tiene un Presidente designado por
la Asamblea Legislativa hasta septiembre de 2003 que carece de
respaldo social.
“Puse dólares, quiero dólares” rezan los carteles que empuñan,
desesperados, los ahorristas acorralados. Recursos de amparo,
picos y huevos son muchas veces sus armas de protesta y
reclamos. La bronca ciudadana crece a la par de la impotencia
gobernante que no encuentra la salida de este laberinto
macabro.
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