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Reflexiones a propósito de estrella del sur
Oscar A. Bottinelli
Frente al régimen autoritario y al periodo violento 1962-1984,
la sociedad uruguaya reaccionó con el olvido de lo que
considera un periodo pecaminoso, un exabrupto en un pueblo que
se ve a sí mismo como democrático, tolerante y pacífico.
Mientras los otros países de la región y los del sur de Europa
desarrollaron procesos de transición del autoritarismo a la
democracia, Uruguay vivió ello como una restauración
democrática e institucional. Y como correlato, el periodo
autoritario pasó a ser un paréntesis anormal en lo que se
supone es una continuidad de la normalidad institucional.
Esta conducta ha sido funcional para recrear el funcionamiento
societal y pensar más en el futuro que en el pasado, ha
diferencia de otros países que no logran salir de las
divisiones y rencores generados por el pasado. Pero supuso no
explorar a fondo el por qué ese país tolerante y pacífico cayó
en la violencia. Y en esa falta de exploración hay un debe de
las ciencias sociales, pero también hay un debe del arte, de
la literatura, el teatro y el cine. Si la humanidad tiene una
percepción fuerte del nazismo, no es solamente por las
investigaciones históricas o sociológicas, sino por la gran
difusión que dio el arte, el bueno y el malo, las obras
maestras del cine y la literatura, pero también las películas
de relleno y los folletines de venta fácil.
Son pocas las obras, novelas, testimonios, cuentos, relatos,
obras de teatro, películas, que apunten a lo que pasó, que
intenten bucear en ese periodo de la historia, sobre el que un
día habrá necesariamente que reflexionar, para que no se de el
viejo aforismo, de que los pueblos que olvidan su historia
están condenados a repetirla.
Estrella del Sur, la novela y el filme, constituyen distintas
pinceladas, historias varias, que marcan el contraste entre
los jóvenes de los años sesenta y los maduros del siglo
veintiuno. No busca ninguna explicación, sino apunta a generar
reflexión. Y hay muchos ángulos y puntas de reflexión. Para
tomar algunas: la búsqueda de caminos transgresores frente a
la insatisfacción individual y colectiva, la incomunicación
generacional, la barrera entre padres e hijos con visiones
diferentes y sin códigos comunes. Y también lo que surge casi
al final del filme y de la nivela, del diálogo entre padre e
hijo, cuando Mateo, el hijo, dice: “Vos me dijiste el otro día
que este era un país aburrido ... como de plomo que se
derretía sobre la gente joven, casi tan aburrido como
Inglaterra y Suecia”. Hace treinta y cuatro años, en el
paradigmático 1968, en el Sorocabana, un poeta uruguayo decía
en presente más o menos las mismas palabras: “Al fin en este
país pasa algo. Se sacude la insoportable modorra”. Lo que
ocurrió en esos años no se explica solamente por el
aburrimiento, pero es que ese aburrimiento era además sinónimo
de insatisfacción, chatura, mediocridad, hasta ausencia de
vida.
El país afronta hoy una crisis incomparablemente más grave que
la que conmovió a los jóvenes de los años sesenta y su futuro
es sin duda más incierto. Pero esa sensación de
insatisfacción, chatura, medianía y falta de vitalidad están
presentes en los jóvenes de hoy. Quizás las urgencias de estos
días impida reflexionar sobre el pasado, pero vale la pena
hacerlo aunque sea entre mate y mate. Y para ello es una ayuda
leer o releer lo escrito sobre aquellos años y ver algo de lo
poco que se ha producido.
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