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Para destrabar la polémica - I
Qué son las encuestas
Oscar
A. Bottinelli
Las encuestas son hoy parte del paisaje político cotidiano, y
como tal son por un lado aceptadas y por otro lado
cuestionadas. La mar de las veces la aceptación y el
cuestionamiento tienen que ver más con lo que gustan o
disgustan los resultados, que con la seriedad o falta de
seriedad del encuestador. Otras veces los cuestionamientos son
producto de un rebuscar pequeñas falencias e incongruencias; a
partir de esas objeciones sobrevienen los ataques sobre sus
equivocaciones. Tiempo atrás uno escribía: “Aunque como afirma
Kathleen Frankovic “las encuestas no serían atacadas si no se
considerara en general que son precisas. De hecho son tan
precisas que los reporteros y los políticos recurren a
citarlas”. Por otra parte, afirma la ejecutiva de CBS News,
“Las encuestas informan y elevan el nivel de discusión pública
… y la presentación de las encuestas de opinión pública indica
a los lectores y espectadores que sus opiniones son
importantes. Y que su opinión cuenta”. Esto último es
perceptible por los encuestadores, por la reacción afirmativa
de la gente al ser entrevistada sobre temas políticos o
sociales, y la reticencia a contestar encuestas de mercado.
Algunos ataques provienen del desconocimiento de cómo se deben
leer e interpretar, y así se les atribuyen falsos errores.
Pero hay otra fuente de ataques: estudios en Europa y Estados
Unidos demuestran que los ataques son más frecuentes y más
duros de parte de los políticos que van perdiendo apoyo en la
opinión pública, declive que las encuestas señalan y las urnas
confirman”
Las encuestas son tan parte del paisaje que muchos
informadores y dirigentes creen hay datos que se ven por sí
mismos, sin que haya un trabajo científico detrás. Creen que
el hecho que la izquierda capte más o menos la mitad del
electorado se siente como el viento, o que blancos y colorados
capten cada uno alrededor de la séptima parte de los votantes
es como ver las olas en el mar, que esos datos se ven por sí
solos, a simple vista y sin necesidad de instrumental.
Entonces, como lo que dicen las encuestas es obvio, buscan y
rebuscan en cada cifra para ver si fue correcto o incorrecto
el último decimal, y entonces decir: ¡se equivocaron! Años
atrás un gobernante sostuvo que era obvio que la gente no iba
a ir masivamente a adherir a un referendo, para lo único que
valían las encuestas era para determinar el porcentaje exacto
de esa concurrencia. Nunca se puso a pensar de dónde venía esa
obviedad; le resultaba obvio porque hacía días y semanas que
venía leyendo cuál era la actitud de los uruguayos ante la
concurrencia a ese pre-referendo. Es que muchos creen que
conocen la temperatura por su propio cuerpo, sin advertir que
una cosa es la temperatura y otra la sensación térmica, y que
conocen la temperatura porque que antes la escucharon por
radio. Después que se habituaron al termómetro, creen que no
les indica nada. Entonces sólo ven que el mercurio marcó
alguna décima de menos o de más, porque lo demás era obvio.
El tema hay que analizarlo desapasionadamente y ver qué son
las encuestas, cómo se interpretan y para qué sirven. Cuál es
la utilidad para la propia opinión pública (para los
ciudadanos) y cuál es la utilidad para los actores políticos,
para partidos, grupos, dirigentes y candidatos.
QUE SON LAS ENCUESTAS
Las encuestas de opinión pública son un instrumento científico
para medir los comportamientos y actitudes de esa opinión
pública, es decir, del conjunto de personas que influyen con
su opinión o su actitud en la determinación de los valores,
actitudes y juicios de la sociedad, y que se pueden traducir
en influencias o decisiones políticas.
En una encuesta es necesario distinguir el tipo de encuesta,
el universo, la muestra (incluida la selección del individuo
encuestado), el cuestionario (la pregunta y la sucesión de
preguntas), el proceso (compatibilizar la muestra real con la
muestra ideal) y el análisis (la interpretación de los datos).
Y por supuesto, hay que distinguir claramente el tipo de
encuesta, lo que se denomina la metodología utilizada. Las
encuestas científicas - como definen Sheldon Gawiser y G.
Evans Witt- son aquéllas que utilizan “un método científico
para escoger a los encuestados. El método utilizado por el
encuestador para elegir a los entrevistados se basa en la
esencia de la realidad matemática; cuando se conocen las
posibilidades de seleccionar a cada persona entre el público
objetivo, entonces y sólo entonces, los resultados de la
encuesta, la muestra, reflejan a toda la población. A ésta se
le llama muestra aleatoria, o muestra probabilística”. A ello
se debe que las entrevistas aplicadas a cerca de mil adultos
uruguayos reflejen con exactitud las opiniones y actitudes de
más de dos millones de uruguayos adultos.
Conviene ver pues los elementos distintivos de una encuesta:
MUESTRA Y SELECCIÓN DE INDIVIDUOS. Para que la encuesta sea
científicamente válida, debe realizarse acorde a los
procedimientos validados por la estadística y las ciencias
sociales, a partir de datos objetivos confiables (datos del
censo de población y vivienda, resultados electorales
anteriores). Cuanto más afinado sea el procedimiento, más
exacto será el resultado.
TIPOS DE ENCUESTAS. Hay que distinguir con claridad las
encuestas científicamente válidas de aquéllas que carecen de
representatividad. Las encuestas basadas en muestras de
hogares son las únicas encuestas de opinión pública válidas. Y
las encuestas que obtienen los datos más confiables son las
realizadas en los respectivos hogares, puerta a puerta y cara
a cara. Son naturalmente las encuestas más trabajosas, más
costosas y que requiere mayor cantidad y calidad de gente para
hacerlas.
En relación a las encuestas que se llevan a cabo en la vía
pública, o en los shoppings, Gawiser y Witt advierten que
“nunca pueden considerarse representativas de la opinión
pública”. Porque son las opiniones de un conjunto de personas
que casualmente concurre a ese determinado lugar de paseos o
de compras, cuyo perfil es diferente del que no sale de paseos
ni de compras, o pasea o compra en otros sitios y en otros
días. Este tipo de encuestas, muchas veces denominadas
“encuestas coincidentales”, no son encuestas de opinión
pública científicamente hechas y sus datos no son válidos.
Tampoco es válido presentar como datos estadísticos de la
opinión pública los resultados de grupos motivacionales o
focus groups, los que por su naturaleza son de tipo
cualitativo, que impiden toda medición. No hay forma alguna de
extraer porcentajes, porque los participantes en esos grupos
carecen de toda representatividad estadística. Pero
particularmente los académicos advierten de un fenómeno
creciente en el mundo, en la región y en Uruguay, producto del
vertiginoso desarrollo de internet. Las llamadas Encuestas On
Line. Las que no difieren demasiado de las llamadas encuestas
que realizan radios o canales mediante el registro manual o
automático de llamadas telefónicas (“llame al número x1 si
opina que sí, llame al número x0 si opina que no”). ¿Cuál es
el problema? Que las personas se eligen a sí mismas, son ellas
las que deciden participar y responder, y que además acceden a
la encuesta porque son navegantes de un sitio web o partícipes
de la audiencia de una radio o un canal televisivo. No existe
una selección probabilística, que resulte representativa de la
población. A lo que se suman otros sesgos invalidantes: el
primero, que no toda la población accede a ese sitio web,
escucha esa radio o mira ese canal, y normalmente es una
minoría; segundo, que esa minoría tiene características
particulares: de edad, ideológicas, educativas, de sexo;
tercero, que de toda la población que constituye una
audiencia, participa un segmento ínfimo que tiene en común el
ser el más activo en la relación con el medio, o que siente
más necesidad de participación. Son pues seudoencuestas. Ni
siquiera son representativas de los navegantes, oyentes o
televidentes de esos medios.
Tampoco son representativas las encuestas telefónicas
realizadas en base a muestras telefónicas. El método de
encuesta telefónica en Uruguay se ha demostrado como muy
falible, por tres razones: Uno: Posibilita realizar muy pocas
preguntas, lo que significa que se va directo al grano sin
poder antes establecer una cierta relación, una empatía, entre
encuestador y encuestado. Dos: El porcentaje de gente que no
contesta o que da respuestas no afirmativas es del doble al
triple que en una encuesta puerta a puerta. Tres: La gente se
siente menos responsable y con frecuencia da respuestas
falsas. La encuesta telefónica como método en Uruguay es de
muy baja calidad, y carece de sentido cuando además la muestra
también es telefónica. Son también seudoencuestas. Y como
dicen Gawiser y Witt “cualquier semejanza entre los resultados
de una seudoencuesta y una encuesta científica es puro azar”.
Las encuestas on-line, como las radiales o televisivas, son a
las encuestas científicas lo que la brujería es a la medicina.
EL UNIVERSO. El universo es un dato nada menor. Quiere decir
qué es lo que se representa. Una encuesta puede ser
representativa del departamento de Soriano o sólo de la ciudad
de Mercedes; son dos cosas completamente distintas. Puede ser
de todo el país o de una parte del país. Y aquí los
periodistas y los dirigentes políticos normalmente se
confunden. Hay que estar muy alerta cuando se habla de
encuestas nacionales: hay encuestas de todo el país (urbano y
rural), representativas del 100% del electorado (por ahora la
única es la de Factum); hay encuestas que se les llama
nacionales urbanas, o del país urbano, que representan entre
el 75% y el 82% del electorado (deja fuera entre la sexta y la
cuarta parte de un electorado, el que vive en el medio rural o
en pueblitos chicos, cuyo comportamiento político es muy
diferenciado del resto). Y finalmente están las encuestas
telefónicas de muestras telefónicas, que carecen totalmente de
representatividad en relación al electorado (puede ser un dato
interesante para Antel, pero no sirven para nada en materia
político-electoral).
EL MARGEN DE ERROR O APROXIMACION. Este es un tema muy
complejo y que se sobredimensiona en la discusión de las
encuestas. Generalmente se habla del margen de error sin tener
idea alguna qué quiere decir. Como un acercamiento al tema: el
margen de error, también llamado margen de aproximación, es el
porcentaje en más o en menos en que la muestra puede diferir
efectivamente de la realidad. Ese porcentaje es muy variable
dentro de una misma encuesta, ya que depende de qué porcentaje
se este hablando (no es lo mismo el margen de error del 50%
que el margen de error del 12%) y del nivel de confianza (de
las probabilidades estadísticas de que el error ocurra). Más
vale tener en cuenta dos cosas: el margen de error estadístico
existe y no hay que sobredimensionarlo.
EL CUESTIONARIO. La forma en que se elabora la pregunta es un
tema clave. La pregunta puede inducir una respuesta. No es lo
mismo preguntar “¿Está Vd. a favor o en contra de la Ley del
Aborto en discusión?”, que preguntar “¿Está Vd., a favor o en
contra de que se mate a la criatura en el vientre de la
madre?”, o preguntar “¿Está Vd. a favor o en contra de la
libertad de la mujer en materia de procreación’”. Estos
ejemplos son muy groseros, pero sin tanta grosería es común
ver preguntas que predisponen a una respuesta. Y por ejemplo
esto es ha visto muchas veces en estudios relacionados con el
papel del Estado. Pero más allá de sesgos o predisposiciones,
pueden obtenerse respuestas equivocadas porque la pregunta es
confusa, o no es igualmente comprensible para todos los
encuestados. Una pregunta es válida universalmente cuando la
comprende a cabalidad el sector con mayor dificultad de
entendimiento de la población, generalmente el de mayor edad y
menor instrucción; pero además requiere que las palabras
usadas tengan el mismo sentido para los jóvenes que para los
mayores, para los niveles altos que para los bajos, para la
persona del asfalto que para el del medio del campo, Esto se
logra mediante la acumulación de aciertos y errores, y
mediante el testeo previo de las preguntas a formular.
Pero tan importante como la pregunta, son las opciones de
respuesta. El tema es muy delicado. Si no se dan opciones y
las respuestas son muy abiertas, muchas veces es imposible
clasificar las respuestas, porque pueden ser muy genéricas,
vagas, expresadas en palabras difusas; y en la clasificación
puede intervenir y mucho la interpretación del codificador. Si
las respuestas son cerradas, hay que tener mucho cuidado que
expresen todas las posibilidades, y que las mismas sean
equilibradas. No se pueden presentar tres opciones de
respuesta, dos de las cuales resulten favorables al tema y una
sola contraria; o hay una favorable, una contraria y una
neutra; o van dos y dos a favor y en contra. Esto es
sustancial.
Y tan importante como ello es la sucesión de preguntas. No
sólo es importante la pregunta en sí, sino todas las preguntas
que hubo antes. Las preguntas previas pueden condicionar la
respuesta de la o las preguntas siguientes.
EL PROCESO Y EL ANALISIS. El proceso es el ajuste que hay que
realizar para que la muestra real (es decir, los individuos
encuestados) se ajusten a los parámetros de la muestra ideal.
Cuando se hace la encuesta, por ejemplo hay un poco más o un
poco menos de personas de determinado tramo de edad, de lo que
correspondería; y eso se ajusta mediante lo que se llama
ponderación de datos. Pero la ponderación solo puede hacerse
si hay poca desviación entre los individuos obtenidos de un
tramo de edad y los que eran necesarios para la muestra ideal.
Por eso para que la muestra real y la ideal se correspondan,
no puede encuestarse en cualquier día ni a cualquier hora. Es
la razón por la cual Factum desde 1992 sólo realiza
entrevistas en fines de semana o feriados, y nunca en carnaval
o Turismo.
(Primera de tres notas sobre qué son las encuestas, cómo se
interpretan y para qué sirven
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