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Para destrabar la polémica - II
Cómo se leen las encuestas
Oscar
A. Bottinelli
Las encuestas pueden tener como
objetivo producir indicadores permanentes, regulares, de los
cuales los más populares son los de intención de voto (o más
exactamente, de inclinación política actual) y los de juicio
de desempeño del presidente de la República y de los
intendentes municipales. Pero las encuestas pueden tener como
objetivo lograr otros resultados, más temáticos y profundos.
Los indicadores son una guía importantísima para la opinión
pública y para los propios operadores políticos, pero las
investigaciones temáticas y cualitativas son herramientas
esenciales para el diseño de la estrategia y la operativa
política por parte de las dirigencias. Cada tipo de
investigación tiene su lugar y lo esencial es saber cuál es
ese lugar, cómo interpretarlas y cómo usarlas.
Los indicadores permanentes son los más populares, y muchas
veces se cree que allí empieza y termina la función de las
encuestas. Que su único objetivo es llevar mes a mes el
registro de la carrera electoral y el termómetro del desempeño
presidencial y de las gestiones municipales. En realidad ese
es un cometido básico de las encuestas de opinión pública y el
fundamental para la propia ciudadanía. Pero la labor de
encuestar no se agota allí, en particular para las dirigencias
políticas. Pero el hecho de que no se agote con los
indicadores, no obsta a que éstos sean de gran importancia y,
contra lo que se cree, no son de fácil lectura.
Fundamentalmente hay que tomar en cuenta tres factores: si es
una única encuesta (una foto del momento) o parte de una serie
de encuestas (una película), cuál es el porcentaje de
indecisos (o gente que no sabe o no contesta) y sin
sobredimensionarlo, no olvidarse que existe el margen de error
o margen de aproximación. Y además tener en cuenta dos cosas
básicas: si la difusión es oficial de parte de la consultora
(y no meros trascendidos que pueden ser incorrectos,
incompletos o sesgados) y si hay algún condicionante o
advertencia a los resultados presentados. Pero es elemental no
confundir la presentación de un estado de situación en un
momento determinado con un pronóstico, es decir, con el
vaticinio de cuál será el resultado final, confusión que
ocurre con mucha frecuencia.
LA FOTO Y LA PELICULA
Una única encuesta es la expresión de lo que ocurre en un
momento determinado, una fotografía; una encuesta como parte
de una serie de encuestas marca lo que ocurre en un momento
determinado dentro de un proceso, equivale a una toma en una
película. Y no es lo mismo ver una foto que una película, para
poder prever lo que viene después. Un error muy común tanto
entre el gran público como entre las dirigencias políticas y
el periodismo es mirar las encuestas como una fotografía,
estática. Y una foto puede inducir a error. Si por ejemplo se
mira una foto de dos corredores y se los ve parejos, codo a
codo, puede pensarse que están iguales y que el final va a ser
cabeza a cabeza. En cambio, si se ve la película, se descubre
que a mitad de la carrera el corredor N° 1 le llevaba 10
metros al segundo, en la vuelta siguiente la distancia era de
5 metros, en el momento de la foto están iguales y lo más
probable es que el N° 2 termine ganando, pues en las últimas
tres vueltas demuestra que va a mayor velocidad. Esto mismo
pasa con la lectura de la intención de voto. Una encuesta
permanente permite ver no sólo la fotografía del momento, sino
la velocidad de crecimiento y caída de cada contendiente.
En el balotaje presidencial de 1999, la última Encuesta
Nacional Factum dio a Batlle un punto porcentual por encima de
Vázquez. Ello llevó a algún medio de prensa a decir que
“Factum pronosticó un empate”. Craso error. Dos semanas antes
la ventaja de Vázquez sobre Batlle era de 7 puntos; una semana
antes de 2 puntos y la última encuesta publicada daba a Batlle
un punto por encima. Si vemos la película, nos da: Vázquez se
encuentra absolutamente estabilizado, lo que obtuvo en la
primera medición lo mantuvo hasta el final, sin ganancias ni
pérdidas. Batlle recuperó primero 5 puntos y luego añadió
otros 3 más. Todo hacía predecir que el crecimiento de Batlle
iba a continuar.
Al sumar a esa tendencia estadística un análisis
complementario del perfil de los indecisos, llevó a Factum a
pronosticar en privado (y comunicado a los operadores
políticos, entre otros al Partido Socialista) que el resultado
final iba a ser de una victoria de Batlle por una ventaja
nunca menor a los 2 puntos porcentuales ni superior a 8 (el
resultado fue una ventaja de 7 puntos). Este ejemplo muestra
con claridad la diferencia entre leer la encuesta como una
foto (sin pasado) y verla como la toma de una película, como
parte de una secuencia.
LOS DUDOS, LOS INDECISOS Y LOS INDEFINIDOS
Pero hay que tomar otro dato que pocas veces se publica, pero
sí aparece en los informes a los que tienen acceso los
operadores políticos, particularmente cuando se está muy cerca
de una elección. No todos los que se inclinan por una opción
política lo hacen con el mismo convencimiento. Por ejemplo: al
cierre del mes de junio la Nueva Mayoría se encuentra en el
50% (es decir, el Encuentro Progresista-Frente Amplio más el
Nuevo Espacio). Pero ese 50% es producto de la suma de tres
tipos de voto:
• 39% de voto seguro: son los que ya tienen definido el voto a
favor del EP-FA más Nuevo Espacio para las elecciones del año
que viene, del 31 de octubre de 2004
• 9% de voto puntual: son los que votarían al EP-FA + NE si
hoy hubiera elecciones, pero no están del todo seguros de
hacerlo el año que viene
• 2% de inclinación probable: son los que no saben qué votarán
el año que viene, pero si hoy hubiera elecciones probablemente
votarían al EP-FA + NE, pero eso tampoco es seguro
Como se ve, hay un campo importante para la acción de los
dirigentes y militantes políticos. Para la izquierda el campo
de acción es afirmar a este 11% que no está amarrado. Para
blancos y colorados, incidir sobre las dudas de estos votantes
para que abandonen la izquierda.
Además de los dudosos, están los indefinidos, un segmento que
hay que tener muy en cuenta a la hora de buscar posible
resultados finales. Existe una tendencia a interpretar esto:
los indecisos se vuelcan exactamente en la misma proporción
que los ya definidos. Esto lleva (y algún medio de prensa
llegó a decir que hay que interpretar así los resultados) al
siguiente ejemplo:
A 40%
B 20%
C 20%
Indefinidos 20%
A+B+C suman 80% que es el total de los ya definidos. Los
indefinidos son el otro 20%
Muchos dicen. A tiene la mitad de los ya definidos, B y C
tienen cada uno la cuarta parte. Por consiguiente, A se lleva
la mitad de los indefinidos (10%); B y C se llevan cada uno la
cuarta parte de los indefinidos (5% cada uno). De donde el
resultado final es:
A 50%
B 25%
C 25%
Pero resulta que si se explora un poquito, nada más que un
poquito, podría darse una sorpresa; por ejemplo, que la
totalidad de los indefinidos declararan que “nunca votarían a
A” y que están indecisos solamente entre B y C. Por lo que A
quedaría con ese 40%, sin agregar ni un punto y todos los
indefinidos se dividirían entre B y C. Esto parece muy
elemental, pero es un error que se comete a diario, en todos
los niveles, en privado y en público.
Para saber qué puede pasar con los indecisos hay que
estudiarlos a fondo. Hay indecisos más a la derecha y otros
más a la izquierda, gente que rechaza a unos y gente que
rechaza a otros. Pero siempre hay un bolsón de indecisos
puros, gente que no está con claridad ni a favor ni en contra
de nadie. Y este es el gran terreno para la acción política.
Las encuestas miden lo que pasa y los dirigentes y militantes
políticos operan sobre esa realidad para tratar de
modificarla. Si no fuera así, habría que concluir que las
campañas electorales son un perdedero de tiempo y dinero. No,
las campañas electorales sirven justamente para incidir sobre
los indecisos y para incidir sobre los que aunque tengan
cierta preferencia en el voto, esa preferencia no es firme.
Conocer el perfil de los indecisos y de los dudosos, conocer
cuáles son las dudas e indecisiones, es fundamental para poder
operar sobre ellos. Y allí muchas veces se juega todo el
resultado de la elección, o al menos se juega una banca en
algún lado.
Una advertencia más es que a la hora de valorar una encuesta
leída, oída o vista en un medio de comunicación, debe tenerse
presente si es una difusión oficial de la consultora o es un
trascendido. Si es un trascendido, más vale ir a la fuente,
consultar a la consultora y saber a qué atenerse. Porque los
trascendidos se pueden hacer trascender en forma parcial, o
con sesgos para darle cierto significado al resultado.
Y no es nada menor tener en cuenta las advertencias. Por
ejemplo, hacia las elecciones preliminares del 25 de abril de
1999, Factum presentó siempre dos escenarios, dado que el voto
para ese tipo de elecciones es voluntario, escenarios a los
que llamó escenario básico y escenario potencial. El primero
(básico) suponía el menor nivel posible de concurrencia,
estimado en un 50% del electorado real, es decir, de los
votantes habilitados que residiesen en el país o estuviesen
dispuestos a venir al país. El segundo (potencial) suponía
máximo nivel de concurrencia, estimado en el 70% del
electorado real. La diferencia no era nada menor. Por ejemplo
en el Partido Colorado resultaba claro que Batlle aventajaba a
Hierro si la concurrencia era baja, mientras que a la inversa,
una alta concurrencia beneficiaba a Hierro. Es decir, había un
segmento de electorado que si concurría a votar lo hacía por
Hierro, pero no estaba ni decidido a ir a votar ni motivado a
hacerlo. Este dato resultó fundamental para cada campaña
electoral: Batlle jugaba su chance en una baja concurrencia y
por las dudas debía buscar el convencimiento de los otros,
llevarlos a su causa; para Hierro el tema no era el convencer
sino el convocar, es decir, motivar a los ya convencidos de la
importancia de ir a votar. Como se sabe, la concurrencia
efectiva estuvo muy cerca del escenario mínimo, y de ello se
benefició a Batlle.
EL JUZGAMIENTO DE LAS ENCUESTAS
Muchos medios de comunicación se han lanzado al juzgamiento de
las encuestas, Siempre han concluido que todas las consultoras
de primera línea se equivocaron, precisamente las consultoras
que no publican en esos medios que hacen los juzgamientos. No
está nada mal que se analice y valore públicamente las
encuestas que se difunden públicamente de manera oficial. Pero
ese juzgamiento debe hacerse sin prejuicios y por parte de
gente capacitada para ello. La conclusión del error de las
encuestas surge justamente de confundir pronósticos con estado
de situación, tomar la foto y no la película, olvidarse que
los indecisos existen y luego deciden. Si todo eso se tiene en
cuenta, se verá un dato: las encuestas de primera línea en
Uruguay a veces se equivocan, muy pocas veces, y han resultado
ser de las encuestas más serias, rigurosas y confiables a
nivel mundial. Por supuesto que de mayor precisión y rigor que
las de Argentina, Francia, España o Gran Bretaña.
La finalidad de difusión de las encuestas serias no es
participar de un concurso de pronósticos turfísticos, sino
darle a la propia opinión pública indicaciones de cuál es el
estado global de la misma, por dónde van las tendencias, cuál
es el área de dudas y de indecisión de los votantes. Y la
finalidad global de las encuestas es darle además a los
operadores políticos y a los observadores calificados de la
actividad política, herramientas para la toma de decisiones.
Ante esta concepción de concurso de pronósticos turfísticos,
las consultoras se encuentran ante un dilema. ¿deben difundir
el estado último de situación o deben formular un pronóstico?
En Uruguay con muy pocas excepciones se presentan estados de
situación, en Argentina se presentan pronósticos. Desde el
punto de vista de un concurso de pronósticos, es más prudente
para una consultora hacer un pronóstico, a fin de evitar o
reducir las malas interpretaciones de juzgadores sin capacidad
técnica para interpretar las encuestas. Pero desde el punto de
vista ético: ¿debe ser así? Porque si se publica un estado de
situación, se cumple con el deber de informar a la opinión
pública cuál es el estado de sí misma; pero si se formula un
pronóstico, se agregan condimentos de la propia cosecha
(aunque tengan base científica, como la tiene). Agregar el
condimento supone ir más allá de la medición y crear un hecho
político de gran magnitud, que sin duda va a influir y mucho
sobre los indecisos y los dudosos. Un hecho político creado no
por la propia encuesta, sino por la interpretación de la
misma. Es la diferencia entre dar la cotización de la moneda y
anunciar cuál va a ser el precio al día siguiente. (Próxima y
última nota: Cómo se usan las encuestas)
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