El Partido
Nacional y las coaliciones
Oscar
A. Bottinelli
El paso del bipartidismo al tripartidismo
generó dos efectos fuertes sobre la
composición de las mayorías
necesarias para gobernar y sobre el papel del
tercer partido, o del partido que queda en el medio
del juego. Como respuesta a uno y otro problema
surgieron las coaliciones de gobierno. Cinco
años atrás, en un esquema de tres
partidos con similar respaldo electoral, con el
coloradismo en la Presidencia y el Frente Amplio en
el rol natural opositor, el Partido Nacional se
encontró en una situación harto
compleja: si va a la oposición deja al
país sin gobernabilidad alguna y si conforma
una real coalición de gobierno se interna
por un camino poco explorado y con muichos riesgos.
Camino difícil en regímenes
presidenciales, donde para la opinión
pública el gobierno queda asociado a la
figura presidencial. El Partido Nacional conducido
y representado por Alberto Volonté opta por
correr el riesgo; surge una coalición firme,
en que el nacionalismo aparece como cogobenante en
pie de igualdad, sin tomar distancia alguna del
gobierno o sus medidas. Desde entonces, la
evaluación de esa coalición pasa a
ser un tema fuerte y hasta traumático para
la colectividd blanca, no solo como balance
histórico sino como modelo a seguir o no
seguir en lo inmediato.
De manera simple se manejan estos puntos de
partida: Volonté fue casi la mitad del
partido en 1994, y es el 10% en abril de 1999; el
Partido Nacional pierde por tan sólo un 1.2%
en el '94 y después obtiene un lejano tercer
lugar a 11 puntos del segundo y a 18 puntos del
primero. En forma lineal mucha gente lee: es la
consecuencia de la coalición.
Sin embargo, no es fácil establecer
una relación directa entre la caída
del Partido Nacional y su presencia en la
coalición. Hasta dos meses antes de las
elecciones preliminares, los tres partidos
políticos aparecían con similar
intención de voto. La caída del
Partido Nacional comienza en el tramo final de la
primera campaña electoral, y aún
así en forma leve, cuando la elección
se polariza en términos bélicos entre
Lacalle y Ramírez; y luego se acentúa
hacia octubre. Todo indica que en las diversas
causas que operan entre marzo y octubre, 25 de
abril mediante, poco o nada tiene que ver el tema
coalición de gobierno. Otro ángulo de
análisis es la caída del propio
Volonté. Muchos operadores políticos
blancos atribuyen este declive fundamentalmente a
la forma y rigidez con que llevó adelante el
cogobierno. Y de esa lectura surge una especia de
síndrome, de temor a los efectos de la
coalición.
Lo que aparece con nitidez es que en los tres
primeros años y medio de la
coalición, el Partido Nacional en la
intención de voto estuvo siempre palmo a
palmo con el Partido Colorado y Volonté
lideró en forma sostenida en el
nacionalismo, en algunos momentos despegado, en
otros en juegos tripartitos. Pierde la delantera
recién en setiembre del '98, al final de un
semestre político muy agitado, Villanueva
Saravia de por medio, que culmina con la ruptura de
Manos a la Obra y el surgimiento de la candidatura
presidencial de Alvaro Ramos. En el interín,
también perdió muchas apoyaturas
intermedias, de diputados y de dirigentes
políticos departamentales y locales. La
ruptura de Propuesta Nacional para nada aparece
relacionada con cuestionamiento alguno al
cogobierno, entre otros pequeños detalles
porque su candidato presidencial fue el canciller
durante casi todo ese periodo, y sí en
cambio a estilos de conducción.
Los estudios realizados sobre la
opinión público y los actores
políticos permiten detectar dos niveles
fuertes de insatisfacción con
Volonté: uno a la forma de conducción
o de liderazgo y otro a las formas de presentar el
funcionamiento de la coalición. En
particular se evidencia un fuerte nivel de
insatisfacción con un manejo comunicacional
que presentó al Partido Nacional subordinado
a los lineamientos del presidente de la
República, sin divulgarse con claridad
yfuerza los planteos y exigencias que el
nacionalismo formuló y obtuvo del gobierno
Sanguinetti.
De este análisis primario
parecería más que los errores de
conducción y de comunicación, o la
percepción de la existencia de esos errores,
tuvieron mucho más impacto sobre la
caída de Volonté que la
coalición en sí mismo. Analizar este
tema no es sólo reflexionar sobre el pasado
inmediato, sino extraer conclusiones sobre el
accionar presente y futuro. De cómo
evalúe el Partido Nacional los
réditos y costos de una coalición, de
cómo diagnostique con precisión
aciertos y errores, dependerá y mucho
cómo se posicione en estos cinco
años. Naturalmente que ese posicionamiento
también depende de la contraparte, y en
estos pocos meses el manejo del actual presidente
en relación a sus socios es bastante
diferente al del presidente anterior.
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