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El
día de fin de milenio
Oscar A. Bottinelli
Si
la era cristiana es el tiempo contado exactamente a partir del
nacimiento de Cristo, en realidad hoy es el séptimo día del año
2004 o quizás 2005. Porque cuando el papa Juan I pidió a Dionisio
el Exiguo que calculara la Pascua de Resurrección, no se imaginó
que al abad escita (o armenio) se le iba a ocurrir datar los años
como "anni Domini nostri Jesu Christi"; creaba la era
cristiana y ubicaba su comienzo en las calendas de januarius del año
754 de la Fundación de Roma, al que denominó año I. El
desconocimiento del cero (que tardaría varios siglos en descubrirse
y más aún en llegar a Occidente) creó la fenomenal confusión
habida el año pasado sobre el fin del milenio. Pero lo más grave
es que seguramente Dionisio se equivocó en cuatro o cinco años
(para tomar las fechas más aceptadas por los historiadores) en
datar el nacimiento de Jesús. Cuando el papa Gregorio XIII ajustó
el calendario y unificó el comienzo del año en el día fijado por
Julio César, el primero de enero, convalidó el error de iniciar el
año cristiano siete días después del nacimiento de Cristo. Y no
corrigió la falta de año cero ni tampoco la equivocación de
Dionisio al ubicar el nacimiento de Cristo cuatro o cinco años más
tarde de la fecha más probable.
Lo
cierto es que desde hace cincuenta años el calendario gregoriano se
transformó en el calendario universal, aceptado por la casi
totalidad de los países. Y más allá de los errores varios de
Dionisio el Exiguo, hoy se termina el milenio. Momento temido por
muchos y soñado como mágico por otros. Momento de reflexión y
balance si los hay. Pero los tiempos históricos no coinciden
necesariamente con el calendario. Muchos historiadores sostienen que
el siglo XX terminó con la caída del Muro de Berlín (1989), así
como el siglo XIX habría terminado con el balazo de Sarajevo (1914)
y el siglo XVIII con la toma de la Bastilla (1789). Quizás en
Uruguay, en lo político, para lo que es posible aislar como proceso
nacional del contexto regional e internacional, el siglo XX haya
terminado en 1999, en virtud de
fuertes cambios políticos habidos en el país.
Veamos
algunos:
Uno. Un
tercer partido desplaza a los dos lemas tradicionales como el primer
partido del país; un agente político que nació en el último
tercio del siglo, aunque formado en parte con desprendimiento de los
partidos tradicionales y en parte a partir de corrientes nacidas a
comienzos de siglo
Dos. El
bipartidismo blanco-colorado no da origen a un tripartidismo estable
y más bien deja la incógnita sobre el formato de partido que
sobrevendrá.
Tres. El
balotaje y las subsiguientes elecciones municipales supusieron la
ruptura del muro que separaba lo blanco de lo colorado, y más bien
levantaron otra divisoria entre lo tradicional y lo de izquierda.
Cuatro.
El comportamiento inicial de los partidos, tanto en el balotaje como
en el gobierno actual y el anterior, permite visualizar la aparición
de un esquema de dos bloques, esquema en proceso de consolidación,
más aún con la perspectiva de una alianza entre los nucleados detrás
de Tabaré Vázquez y los seguidores de Rafael Michelini.
Cinco.
El estilo de gobierno del presidente Batlle ha roto con reglas
fundamentales del juego político. Batlle triunfará o fracasará en
su gobierno, pero no cabe duda que así como hubo un antes y un
después de José Batlle y Ordóñez, va a haber un antes y un después
de Jorge Batlle. La política uruguaya del siglo XXI va a ser
diferente a cuanto lo fueron en el siglo XX.
Seis. La
candidatura única por partido modificó sustancialmente la
operativa de los partidos, lo cual se observa con mucha claridad en
el Partido Nacional (que colectivamente todavía no ha llegado
siquiera a entender que el sistema político se mueve en una lógica
diferente), pero también se ve en mucho menor grado en el Partido
Colorado.
Siete.
La izquierda ha cumplido su primera década en la administración
estatal y sufre los desajustes entre los sueños y las realidades,
entre los deseos y las posibilidades, entre la política centrada en
las demandas y la política necesaria de realizaciones.
Octavo.
La izquierda también sufre las dificultades de proyectarse en todo
el territorio nacional. Los desajustes entre los resultados de
octubre de 1999 y de mayo del 2000 marcan las limitantes para una
fuerza política de raíz fuertemente metropolitana, y en que al
contar exclusivamente con la administración de la capital muchas
veces adopta posturas montevideocentristas.
Otros cambios tienen que ver con los
desafíos del nuevo siglo:
Primero.
El destino geopolítico. Los estados nacionales van camino a ser
subsumidos por grandes bloques regionales. Uruguay ¿a qué bloque
va a pertenecer? Una posibilidad es el Mercosur entendido como
bloque, que abre a su vez tres posibilidades: como ente
independiente, como ente asociado con la Unión Europea o como ente
integrado a otro ente mayor como el ALCA. Otro camino es la
pertenencia a un bloque político del hemisferio americano,
directamente, sin que el Mercosur hubiere cumplido otro papel que el
de etapa de transición(entendidos tanto el Mercosur como el ALCA, y
naturalmente la Unión Europea, no como meras zonas de libre
comercio, ni siquiera como uniones aduaneras, sino como uniones políticas).
Hay pues un desafío de destino y un desafío de etapas y caminos.
Segundo.
El modelo de sociedad y de modelo de Estado. El reto de Tabaré Vázquez
(una lluvia de plebiscitos) y el retruco de Batlle (que la ciudadanía
decida, que se defina el modelo de Estado en todos los plebiscitos
que sean necesarios) hacen pensar en la posibilidad que en el 2001
se defina en las urnas el norte del país: cuánto de Estado, cuánto
de mercado. Las cosas comenzaron a cambiar tenuemente a partir de
mediados de los setenta, y en otro envión desde mediados de los
ochenta, pero sustancialmente desde ese giro ideológico que fueron
las elecciones de 1989. Batlle ha planteado un desafío radical, que
por ahora no se ha traducido en una fuerte política de cambios. Está
anunciada para el 2001 y en términos de confrontación de modelos.
Tercero.
El desafío de modelo en cuanto a producción. Qué va a producir el
país, para qué, para vender a quién. Cuál es el destino del
agro, cuál el de los servicios, cuál y cuánto el de la alta
tecnología.
Cuarto.
El tema social. La sociedad uruguaya tiene señales de división,
algunas preocupantes en el mediano plazo, como que el 40% de los niños
nacen por debajo de la línea de pobreza, lo que augura una sociedad
que décadas más adelante tendrá cerca de la mitad de la población
socializada en la pobreza.
Como pasó en los años setenta del
siglo XVIII o a partir de los treinta y los cincuenta de este siglo
que termina, el nuevo milenio supone un gran desafío de repensar el
país, y de dirimir el disenso entre visiones muy opuestas de país
y de sociedad.
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