|
una economía bi-monetaria, de dólar estadounidense y peso
uruguayo. Desde el punto de vista del endeudamiento, es una
económica uni-monetaria y esa moneda no es el peso uruguayo
sino el dólar. Si algo importante quedaba fuera del
endeudamiento en dólares eran los créditos hipotecarios en
unidades reajustables, los cuales fueron fuertemente
cercenados poco tiempo atrás. La devaluación no es hoy un
tema exclusivamente de comercio exterior, de exportaciones e
importaciones, sino que afecta el funcionamiento interior de
la economía: precios entre empresas (muchos), precios al público
(pocos), algunos salarios (pocos, los más elevados). Y en lo
que hace al comercio exterior, la decisión de la industria
frigorífica de pasar a comprar en pesos uruguayos significa
para los productores que pueden dejar de ser beneficiarios de
la devaluación que tanto tiempo y con tanto ahínco
reclamaron. Por otro lado se espera que las medidas frenen el
crecimiento de la desocupación y hasta puedan revertir la
tendencia y dinamizar el empleo (sumadas a las medidas
anteriores, tomadas en ocasión de la invasión aftósica, en
particular las rebajas de los costos sobre la mano de obra en
relación de dependencia).
Tampoco la inflación quedará
al margen de estas decisiones y los anuncios gubernamentales
auguran una acentuación del incremento de los precios al
consumo, los que tras tocar piso a mediados de 1999 han
iniciado una marcha ascendente; el propio gobierno prevé que
a fines de año el ritmo inflacionario se situará en el doble
que dos años atrás. Todas estas medidas a la postre serán
buenas para unos y malas para otros, lo que es absolutamente
claro es que va a ser un revulsivo en el funcionamiento económico
y en el social, y lo importante en definitiva será si es
mayor la porción de beneficiarios o la porción de
perjudicados. Pero además de las medidas tomadas, aparece en
el horizonte un tema por demás significativo: el nivel de
incertidumbre. La comunicación oficial que más adelante se
definirá la pauta devaluatoria para el año 2002 deja que
cada uno tome la situación acorde a sus deseos y estados de
ánimo, pero lo más claro de todo es que aumenta la
incertidumbre.
En un momento así es cuando
se observa que detrás de una especie de gran coincidencia
sobre la inevitabilidad de las medidas, en el país aparecen
diferencias muy fuertes a la hora de los diagnósticos y, como
obvio corolario, del camino a seguir. Las distintas posturas
en cuanto a diagnósticos pueden sintetizarse, con todo el
riesgo que supone la simplificación, en:
Uno. La tesis de que la
crisis de Argentina, la situación de Uruguay y aun la
devaluación chilena demuestran que hay un modelo que ha
fallado, denominado neoliberal. Para esta tesis no hay
diferencias importantes entre el modelo chileno, el argentino
y el uruguayo; a los sumo son matices de un mismo modelo. Por
tanto, el diagnóstico aparece como claro y anunciado: el
modelo no sólo es injusto sino inviable.
Dos. Otra tesis se sitúa en
la vereda de enfrente, ya que parte de un supuesto
completamente diferente: el modelo liberal ni siquiera se ha
construido. Lo que Uruguay demuestra son las limitaciones de
no haber bajado el costo país, de mantener un gasto público
elevado, no haber hecho a tiempo las reformas estructurales,
no atraer inversiones. Devaluar la moneda es la forma de bajar
costos internos de manera indirecta en lugar de haberlo hecho
de manera directa. De alguna manera el país ha entrado en una
espiral donde un Estado ineficiente requiere mayores impuestos
y consecuentemente un aumento del costo-país.
Tres. Hay más que una
tercera tesis, un abanico de posturas intermedias, que en
general consideran que el país se ha movido o se está
moviendo bien. Que ha hecho todo lo necesario en el ritmo
admitido por la sociedad uruguaya. Pero que lo que más afectó
no es tanto lo lento o no con que se hayan hecho las cosas,
sino en los sucesivos embates de las debilidades ajenas, en
particular las fragilidades de Brasil y Argentina, los
bloqueos de la Unión Europea y la lentitud de Estados Unidos
para abrir sus mercados o para construir el ALCA.
La primera de las tesis es
asumida inequívocamente por un tercio del país (con matices
puede sintonizar con cerca del 40%). Las otras dos en conjunto
pueden sintonizar con otro 40% del país, sin que resulte fácil
discriminar las apoyaturas ciudadanas a los distintos caminos.
Planteadas así las cosas,
surge claro que lo que Uruguay tiene por delante es nuevamente
un debate de fondo. Primero el debate que divide las aguas
desde el punto de vista político y electoral, lo que puede
denominarse la discusión del modelo. Cuando se dice que es
necesario este debate mucha gente puede decir que hace tres
lustros se discute lo mismo. En parte ello es cierto, pero en
verdad lo que falta es un debate a fondo, un debate de
modelos, no meramente un juego de acusaciones sobre la
obsolescencia de las ideas de unos o los intereses creados de
las propuestas de otros. Un segundo debate es a partir de la
situación actual de Uruguay, del momento presente, del barrio
en que vive con los vecinos que tiene y del cual no puede
mudarse, de la lentitud de Estados Unidos o de la Unión
Europea para avanzar en procesos de mayor apertura comercial,
del nivel de empleo, salarios, costo-país, inversiones, y a
partir de todo esto cuál es el camino que debe seguir el país
en el plazo corto, en lo inmediato, en el segundo semestre del
2001, a lo largo de 2002.
Por supuesto que hay un
tercer tema de debate, que tampoco es ocioso encararlo, y es
el proyecto de país. No sólo el de modelo adentro del país,
sino el del país inserto dónde, asociado con quién,
produciendo qué y para vender a quién. Un momento de
urgencias, de necesidad de medidas inmediatas, es justamente
el momento en que es necesario hacer una pausa para
reflexionar.
|