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Los pases en comisión
Oscar A. Bottinelli

La polémica desatada y el aluvión informativo sobre los
pases en comisión ha sido lo suficientemente confuso como para
generar algunas ideas bastante simplistas. Algo así como que
los pases en comisión son decenas de miles, todos de personas
que pasan al servicio de dirigentes políticos, ninguno de los
cuales trabaja y que los políticos no conocen la cara de
ninguno. La otra idea que parece estar en algunos ambientes es
que el principal problema del país son los pases en comisión.
Conviene pues desbrozar un poco el tema. Antes que nada
definir un poco a este: pase en comisión es un acto por el
cual un funcionario dependiente de una oficina determinada
pasa a desempeñar funciones en otra oficina, por un tiempo
también determinado; dicho de otra manera, es un préstamo de
recursos humanos de un servicio a otro. A los efectos de este
análisis conviene clasificar los pases en dos categorías:
cuando el pase es de una oficina a otra o cuando es de un
servicio determinado al despacho de un político, sea
legislador, ministro, director de ente autónomo u ocupante de
un cargo de particular confianza.
Todo pase en comisión genera un problema financiero. En la
medida que el que sigue pagando las retribuciones personales
es la oficina de origen, en cuya planilla reviste el
funcionario, el pase en comisión se transforma en un subsidio
de una oficina a otra. La aplicación del pase en comisión sin
vinculación con funciones políticas, la primera tipología,
permite entre otras cosas el funcionamiento de servicios con
magros recursos presupuestales, que incrementan precisamente
por esta especie de subsidio, lo que viene a ser una donación
en especie que reciben de otro servicio público (muchas veces
también hay servicios públicos que reciben otras donaciones en
especie, como locales para funcionar, préstamo de vehículos o
prestación gratuita de servicios; una institución que
tradicionalmente ha sido donadora en especie es el Correo).
Este tipo de pases en comisión se fundamenta en general por
dos razones: porque una oficina carece de personal suficiente
y lo busca en otras que tienen excedente, o porque algún
funcionario en particular posee una capacitación poco acorde a
la oficina a la que pertenece y muy necesaria en otra (por
ejemplo, el caso de un abogado que revista en Mesa de Entrada
o un médico en Archivo; generalmente son funcionarios que
ingresaron como administrativos y al cabo de los años
obtuvieron un título universitario). Este es un tema, el mayor
de todos los relacionados con los pases en comisión. Es pues
un asunto de orden administrativo y de claridad contable.
El otro caso es cuando el pase se realiza al despacho de un
funcionario político. Dentro de estos hay tres situaciones:
Una, cuando el funcionario es por ejemplo un ministro o
presidente de un ente autónomo, con muy fuertes funciones
ejecutivas, donde, como cualquiera en un cargo similar,
requiere de una importante estructura de apoyo administrativo
y de asesoramiento. Dos, cuando el funcionario ocupa un cargo
inequívocamente político sin actividad ejecutiva, como un
legislador. Tres, cuando está· a mitad de camino, como los
directores de entes autónomos. La primera situación y buena
parte de esta última entrarían en la tipología de subsidios
cruzados entre servicios públicos. Lo que corresponde analizar
por separado es la última, es decir, el pase en comisión como
apoyatura para el cumplimiento de funciones políticas.
En cuanto al caso en discusión, es bien claro que si el
instituto del pase en comisión fue usado a favor de un real o
presunto delincuente, es un asunto completamente ajeno al
tema. Más o menos como discutir si debe existir el Poder
Judicial porque un juez fue procesado por delitos, como ha
ocurrido alguna que otra vez. Si el funcionario en comisión se
dedicaba a cobrar el sueldo sin trabajar, en principio también
es un tema puntual, al igual que el de los tantos funcionarios
de tantas reparticiones que no van a trabajar, o van pero no
cumplen todo el horario, o van, cumplen el horario pero no
hacen nada. Lo que importa es si los pases en comisión a
funcionarios políticos supone como norma, como forma
dominante, que estas personas no trabajen o lo hagan poco. La
percepción de este analista es que hay casos de personas en
comisión que no van a trabajar a ningún lado, y que estos
casos se cuentan con los dedos. Y que la mayoría de los que
están en comisión trabajan promedialmente muchas horas y con
mayor intensidad que los que les correspondería en la oficina
de origen, la más de las veces sin compensaciones
extraordinarias. Si se hace el promedio de horas trabajadas
por los funcionarios en comisión junto a funcionarios
políticos, el resultado que se trabajan más horas de las
requeridas.
El tema fundamental es otro, y ahí debe centrarse la
discusión. Las personas en comisión en los despachos de los
legisladores y de los directores de entes autónomos cumplen
dos funciones: una de apoyo técnico o funcional, otra de apoyo
político. Lo que en verdad desde fuera del sistema político
muchos critican es que una parte de esos funcionarios
desempeñen sus funciones fuera del Palacio Legislativo y a
veces fuera de Montevideo; y lo otro que critican es que
desempeñándose dentro o fuera del Palacio, las tareas que
cumplen se consideren políticas: atender gente, realizar
trámite, responder a demandas. Como dicen muchos críticos,
"hacer proselitismo".
En realidad lo que se critica es no lo que hacen los
funcionarios en comisión, sino lo que hacen los funcionarios
políticos que tienen funcionarios en comisión, es decir, los
legisladores y directores de entes autónomos. Si se considera
que lo que hace el parlamentario está· dentro de sus
funciones, es natural que tenga el soporte funcional para
realizarlas. Si se considera que ello excede su función
pública, que es una actividad de naturaleza privada, entonces
es obvio que para el cumplimento de las tareas no debe contar
con asistencia de funcionarios públicos ni de recursos
estatales. Dicho de otra manera, si atender público, personas
individuales o delegaciones, contestar correspondencia,
recorrer los departamentos y los barrios es tan privado como
ocuparse de sus clientes jurídicos si el político es abogado,
entonces no es concebible que se apoye en funcionarios
públicos, como no sería aceptable que su estudio jurídico o su
comercio fuese atendido con funcionarios en comisión. Si se
considera que atender público, delegaciones, llamadas,
correspondencia y demás es parte connatural de su función, no
parece razonable pedir que se apoye en sus propios recursos, o
que busque recursos privados para ello.
Entonces lo que hay que discutir son esencialmente dos cosas,
y a partir de clarificar ellas, o de fijar posturas sobre las
mismas, el debate tiene sentido. Una es cuáles son las
funciones de los parlamentarios y de los funcionarios
políticos, para qué son elegidos, cuál es su papel en un
sistema representativo y, sobre todo, qué es lo que quieren y
demandan los electores. La otra cosa es cuál debe ser el
financiamiento de la actividad política, de los partidos,
sectores y personas, cuánto debe ser público y cuánto privado,
con qué requisitos y restricciones.
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