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La marcha de Vázquez
Oscar A. Bottinelli
En
octubre de 1991, a 20 meses de gestión, el intendente
municipal de Montevideo, Tabaré Vázquez, lograba la aprobación
del 45% de los montevideanos, la desaprobación del 22% y un
más o menos de otro 28% (no opinaba el 5%). Por otra parte, su
figura política obtenía a escala nacional una clara ventaja
sobre sus dos rivales internos: Danilo Astori (con quien
compite por la Presidencia de la República) y Líber Seregni (a
quien desafiará en el liderazgo de la izquierda). Los puntajes
obtenidos, en una escala de 0 a 100, son 61 Vázquez, 51 Astori
y 31 Seregni. En el momento en que nace El Observador, el
conocido médico y nuevo político tiene planteado un triple
desafío: culminar su gestión municipal con una aprobación
mayoritaria de la población, alcanzar la Presidencia de la
República y hacerlo como líder del Frente Amplio o de la
izquierda política. La candidatura presidencial de Vázquez
puede considerarse como algo obvio desde la misma noche del 27
de noviembre de 1994, cuando partida en dos y contra todo
pronóstico la izquierda se alzó con la esquiva Intendencia
Municipal de Montevideo. Pero el liderazgo de Seregni parecía
incuestionado por largo rato, luego de la revalidación que
supuso la aplastante victoria del Frente Amplio sobre los
grupos escindidos comandados por Hugo Batalla (que conformaron
el primer Nuevo Espacio).
Por fines de 1991 y comienzos de 1992 Vázquez comenzó a tejer
las apoyaturas necesarias para aunar a la candidatura
presidencial el liderazgo político. El primer apoyo vino de su
propio grupo, el Partido Socialista; luego se sumarán diversos
grupos y personalidades que cada vez con más fuerzas avalarán
su proyecto político. Entre 1991 y 2001 la izquierda pasa de
ser algo menos del 21% del electorado nacional para situarse
en el 30% en 1994 y en el 39% en 1999, sin considerar que en
un esquema bipolar la figura de Vázquez trepó hasta el 44%. La
década registra, pues, la duplicación del apoyo de la
izquierda. A su figura quedan asociados cuatro hechos de
indudable significación en la historia política reciente: la
obtención por la izquierda de la administración municipal
capitalina (1989), el emparejar a los partidos tradicionales
en una elección de tercios (1994) y luego la transformación
del esquema triangular en un esquema binario, reflejado
primero en el plebiscito constitucional de 1996 y luego en el
balotaje de 1999. La geografía política del país cambió
sustancialmente en estos 10 años.
Hay varios indicios que hacen suponer que Vázquez tuvo la
convicción de alcanzar la primera magistratura ya en su primer
desafío, una de las pistas más relevantes es la forma en que
asumió su derrota aquella noche. Parece que concibió más
rápido alcanzar la primera magistratura que el liderazgo de la
izquierda, objetivo que trabajó pausadamente. Quizás sin un
proyecto lineal, con marchas y contramarchas, aunque sin duda
ayudado en sus propósitos por los errores de Seregni, quien
sin proponérselo cedió primero importantes espacios de poder,
admitió la dualidad entre Presidencia del Encuentro
Progresista y Presidencia del Frente Amplio y finalmente dejó
vacío este último sillón clave. La marcha hacia el liderazgo
reconoce cinco etapas: Una, desde que busca las primeras
apoyaturas hasta su papel como candidato presidencial. Dos, su
consagración como presidente del Encuentro Progresista, en
dualidad de poder con la Presidencia del Frente Amplio. Tres,
los años de entrada y salida de escena que van de comienzos de
1996 a fines de 1998 (período que incluye algo más de nueve
meses en la titularidad del FA). Cuatro, la asunción
definitiva de la Presidencia del Frente Amplio y de su
liderazgo en noviembre de 1998. Cinco, la transformación de su
liderazgo en indiscutido, tras el resultado comicial del 25 de
abril de 1999. Desde entonces ya no hay más rivales ni
desafíos internos y su escenario pasa a ser exclusivamente el
externo. Lo que tiene ante sí son: el Partido Colorado por un
lado, el Partido Nacional por otro y en tercer término la
combinación o coalición de ambos.
El doble camino hacia el liderazgo y hacia el gobierno pueden
explicar también muchos de los zigzagueos en el campo
programático, porque necesitó a la vez dar las señales
necesarias de una conducción fuerte y paternal a importantes
sectores de la población requerientes de un liderazgo de ese
tipo. Por otro lado, moderación, pragmatismo y gobernabilidad
a otros estratos de la sociedad y, por último, muestras de
fidelidad e irrenunciabilidad a postulados básicos para los
militantes de las viejas horas.
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