|
La batalla decisiva
Oscar A. Bottinelli
En
los próximos 80 días culminará la batalla decisiva, no la de
Kabul sino la de ANTEL, y en sentido más genérico, la relativa
al papel de las empresas estatales. El 21 de febrero habrá o
no las más de 600 mil firmas necesarias para la realización de
un referéndum, objetivo éste que hoy parece muy difícil. Pero
si se alcanza ese número, habrá referéndum y se invierte la
ecuación: en una votación las mayores probabilidades están en
contra de las normas cuestionadas. Lo que está en juego ahora
es que el monopolio de ANTEL subsista sólo en materia de
telefonía básica nacional y que su telefonía celular se opere
desde una empresa estatal de derecho privado (Ancel SA), con
posibilidades de participación privada hasta el 40% del
capital. Si hay referéndum y triunfa la derogación, supondrá
el bloqueo de toda nueva reforma de las empresas públicas; si
no hay referéndum, el gobierno tiene por delante una
autopista, con o sin amenaza de lluvia de plebiscitos.
Hasta ahora la batalla ha sido confusa. El EP-FA ha
desarrollado un juego que lo ha alejado del objetivo declarado
de buscar la derogación de dichas normas. No puso el tema a
nivel de campaña electoral, dispersó su comunicación en
temáticas variadas y eligió el camino más accidentado, el de
la recolección de más de 600 mil firmas, que requiere de dos
cosas de las que hoy la izquierda carece: un formidable
aparato movilizatorio e importantes recursos económicos. De
paso desechó el camino más fácil: convocar a un pre-referéndum,
el que de haberse realizado en setiembre, en un óptimo momento
para la oposición y pésimo para el gobierno, tenía todas las
posibilidades de éxito, ya que bastaba lograr la concurrencia
a las urnas de unas 100 mil personas más que en el caluroso
febrero y por temas confusos y de menor impacto. La conducta
de la dirigencia frenteamplista arroja varias preguntas: ¿por
qué se eligió este camino difícil, casi imposible, y se
desechó el viable? ¿Por qué las marchas y contramarchas en
poner el tema en el primer lugar de la discusión pública?
Existen varias explicaciones. Una tiene que ver con apostar a
que un largo año de recolección de firmas paralizase la
captación de inversiones extranjeras y la promoción de otras
iniciativas privatizadoras. Otra, apostar a una salida
negociada con el gobierno. Ambas sobrevaloraron la capacidad
movilizatoria y olvidaron que tanto una parálisis como una
negociación requieren la exhibición de fuerza; cuanto menos
fuerza se exhiba hay menos capacidad de bloqueo y de
negociación. Como telón de fondo operaron los juegos de poder
entre sectores de la izquierda, que se expresan en el
conflicto entre actores sindicales y actores políticos. Hay
quien esboza una tesis completamente distinta y cree que más
que desprolijidad hubo tiros por elevación, a partir de la
convicción en el triunfo frenteamplista: dejar que las
empresas estatales se reformen ahora y tener despejado el
camino en la etapa de gobierno.
Del lado oficialista se partió de una postura algo desafiante,
cuando el presidente Batlle proclamó el no cuestionamiento del
monopolio de la telefonía básica, en razón de que "no sirve
para nada". Con lo cual perdió una prenda de negociación:
nadie valora como ganancia lo que el otro cede porque no le
interesa. En cambio jugó astutamente el recorte en gastos de
publicidad: planteado como un sensato corte del despilfarro,
permitió apostar a la baja de la imagen pública de las
empresas estatales. Como es obvio ninguna empresa privada
gasta fortunas en campañas institucionales por mero afán
filantrópico, sino por la profunda convicción de que son
necesarias para su posicionamiento institucional; a contrario
sensu, eliminar las campañas institucionales puede ayudar al
desposicionamiento público. Luego el gobierno no hizo ninguna
movida irritativa hacia la opinión pública; más aún, buscó
desarticular la acusación de privatizar Ancel al dar su apoyo
a la iniciativa Michelini, que obliga a una nueva ley para
autorizar la presencia de capital privado en Ancel SA. El
error que podría cometer el gobierno es apresurarse a desatar
ahora algún llamado que afecte económicamente a ANTEL, como
por ejemplo la desmonopolización de las comunicaciones
internacionales, lo que podría ser un reactivador de la
campaña de firmas.
|