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La credencial y el tenedor
Oscar A. Bottinelli
La
Intendencia de Montevideo pretende que se tome la sopa con el
tenedor y se corte la carne con la cuchara. Algo así son sus
intenciones cuando exige la credencial cívica a los
automovilistas y la cédula de identidad a los votantes en las
votaciones vecinales, a las que llama elecciones, que no lo
son.
La credencial cívica es un certificado que permite acreditar
estar inscripto en el Registro Cívico Nacional, lo que para
los ciudadanos supone simultáneamente poder acreditar el
cumplimiento de la obligación constitucional de dicha
inscripción. También en principio (hay excepciones) la
credencial permite certificar la tenencia de ciudadanía
uruguaya y la calidad de miembro del Cuerpo Electoral. Es pues
un documento exclusivamente cívico y electoral, a efectos de
acreditar ciudadanía y calidad de elector.
La credencial cívica no acredita el domicilio del titular, lo
cual está fuera de toda discusión desde hace unas seis
décadas. El domicilio inscripcional es eso, un domicilio
especial a los efectos de ejercer los derechos cívicos y
electorales, por libre declaración del interesado. Ello sin
entrar a un tema de derecho civil digno de una tesis de
doctorado, como lo es el del domicilio, en un país que acepta
los domicilios múltiples y que para placer de los exquisitos
de la hermenéutica jurídica distingue el domicilio, la
residencia, la vecindad y la radicación. Si por domicilio se
entiende el uso vulgar, donde la gente pernocta la mayor
cantidad de veces en el año, no se requieren demasiados
conocimientos estadísticos para saber la absoluta discrepancia
entre los datos que se quiera, por ejemplo entre las cifras
censales y los datos inscripcionales; no son pocos los
departamentos en que el número de electores supera a los
habitantes mayores de 18 años de edad. Más de la mitad de los
habitantes de Montevideo viven en un distrito electoral
diferente al de su credencial cívica; una buena parte de los
inscriptos en Montevideo pernoctan (o viven) en Canelones o en
San José.
En el mismo momento en que la Intendencia lanza una cruzada
contra los vehículos del interior, credencial en ristre,
organiza un acto votacional para proveer los cargos de los
Concejos Vecinales, donde la credencial no vale. En ese acto
no se toma en cuenta el padrón electoral, es decir, el
registro elaborado por la Corte Electoral donde cada ciudadano
de Montevideo está registrado en distrito electoral
específico. No toma en cuenta el padrón electoral porque parte
del supuesto correcto que dicho padrón no acredita domicilio y
no es confiable como elemento verificador de domicilios,
habitaciones o residencias. De allí la contradicción
sustantiva y contemporánea: en las urnas no emplea el padrón
electoral por no reflejar los domicilios y exije la credencial
como prueba de domicilio a los solos efectos
automovilístico-recaudatorios.
El que no haya padrón en las elecciones vecinales es lo que
impide llamarle elecciones. En sentido técnico las elecciones
requieren cinco elementos básicos para ser consideradas tales,
el primero de los cuales es necesariamente la existencia de
"un electorado previamente determinado", es decir, que antes
de la elección se sepa con absoluta claridad quienes son todos
y cada uno de los que tienen derecho a votar y en dónde pueden
ejercer ese derecho; en otras palabras, es básica la
existencia de un padrón confiable. Tan importante es, que
todos los grandes fraudes se han realizado a partir de la
inexistencia del padrón o de la falsificación del padrón. Y
todos los procedimientos de democratización han contado como
un instrumento esencial la elaboración de padrones confiables.
En forma primitiva se pretendió sustituir el padrón por el
procedimiento de sumergir un dedo del votante en una tinta
indeleble; con el dedo entintado no se puede votar dos veces.
Y eso es lo que va a hacer la Intendencia, aunque en forma
electrónica, impedir que alguien vote dos veces. Pero lo que
la falta de padrón no impide es que cada uno vote en el barrio
que se le ocurra, y a alguno se le puede ocurrir acarrear a
muchos al- gunos para volcar un resultado a su favor.
El que no se pueda llamar elecciones donde no hay padrón no es
un tema discutible. El que la credencial no certifica
domicilio, tampoco. Si alguien cree de buena fe lo uno o lo
otro, la recomendación es que estudie de nuevo. Por ahora,
aplazado y vuelva en febrero.
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