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Jorge
Batlle Ibáñez posee una personalidad compleja y cambiante.Tan
cambiante como la popularidad y el apoyo electoral a lo largo de su
vida. En los siete lustros de liderazgo conoció el éxito y la
soledad; perdió de joven la primera magistratura por tan sólo un
3.8%, hace apenas siete años obtuvo el magro apoyo del 5% del
electorado y tres años atrás inició una arremetida electoral que lo
llevó a la candidatura única de su partido, al balotaje y a una
holgada victoria, para en el momento de su juramento alcanzar una
popularidad no conocida por presidente alguno en mucho tiempo.
Su talante presenta también variaciones pronunciadas, más o menos
coincidentes con esos ciclos de alta y baja popularidad. Y pasa de
la seducción al rezongo. Como seductor cautiva a mucha gente, de
todas las culturas, ideologías y gustos. Cuando se enoja, cuando se
siente incomprendida, pelea con la gente, rezonga. En 1989 se dieron
las dos facetas.
En un primer periodo generó una seducción bastante similar, quizás
con no tanta intensidad, que la que surgió en 1999 y se potenció al
año siguiente; y así llegó a la categórica victoria sobre Enrique
Tarigo que le aseguró la candidatura del Batllismo Unido. Tras el
triunfo partidario y luego de las primeras encuestas adversas, asume
una actitud de enojo hacia la gente, actitud in crescendo que
desembocó en un fuerte resultado adverso.
Desde que fue elegido presidente de la República la constante ha
sido el desborde de optimismo, la sonrisa, la fácil comunicación con
la gente en general, con los dirigentes políticos, intelectuales,
sociales y empresarios, la seducción y el encanto. Atributos de
singular importancia en medio de datos internos y externos adversos,
de todo tipo y calibre, desde el nivel de ocupación hasta las
cuentas públicas, que le permitieron mantener un nivel de aprobación
alto y relativamente estable. Si se observa con detenimiento aparece
un trastabilleo en el otoño del año pasado, cuando se juntan la
invasión masiva de la aftosa con el primer tornado monetario
argentino, que lo llevó a acelerar el ritmo devaluatorio. Pero fue
un pequeño chispazo, que no alteró su poder de comunicación. Pero el
2002 da algunas señales que hacen pensar si no se está produciendo,
como en 1989, el paso de la seducción al rezongo. No es poco lo que
le ha caído encima al primer mandatario: desplome argentino, pérdida
del grado inversor de los bonos uruguayos, alarma por los niveles
del déficit fiscal. Y además de todo ello, más de 600 mil firmas
para un referendo que, más allá y más acá de Antel, suponen para el
gobierno el desafío y el riesgo de un veredicto comicial a mitad de
camino y en el peor momento; pero además es sobre Antel, empresa
pública emblemética, que concita el más fervoroso apoyo ciudadano.
La derrota muchas veces es una cuestión sicológica; tiene más que
ver con cómo se asume un hecho que con el hecho en sí. Ante la
realidad de las firmas, al gobierno cabían dos caminos, ambos
válidos: afrontar el referendo o tratar de eludirlo. Pero una cosa
es eludir el referendum en actitud comprensiva hacia la gente y otra
con enojo. Una forma es estimar que en el país hay dos opiniones
sobre Antel, igualmente válidas, añadir que en definitiva para el
gobierno era mejor esta ley que el régimen anterior, pero que no es
tan grave, y dar marcha atrás. Otra cosa es decir que los uruguayos
no entienden por donde va el mundo, que el monopolio de la telefonía
básica nadie la quiere y por eso el monopolio no molesta, que el
gobierno va a seguir en sus trece por otros caminos.
Y de paso, también lanzó un desafío sobre Ancap. Primero plantea una
estrategia de ir por el camino del medio, como lo es el proyecto de
asociación con una petrolera de fuste internacional, un espacio del
medio que queda libre cuando el Frente Amplio se radicaliza. Y en
medio del fragor de las firmas por Antel, lanza una segunda
estrategia de características polarizantes: la más rápida
importación de combustibles. Desde el punto de vista político (nada
tiene que ver en este análisis lo económico), más en un escenario de
tipo electoral, no es de buen consejo elegir dos estrategias
contradictorias.
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