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El
paisaje uruguayo en materia de encuestas de opinión pública está
cambiando mucho, y algo permite atisbar lo que es su despoblamiento,
porque se pasó de unas 210 encuestas de primera línea por año en el
2000, a una media de 24 por año en el 2002; de cuatro medios que
difundían cada uno una encuesta por semana, a dos medios que
publican una encuesta por mes cada uno, de cuatro consultoras de
primera línea que difundían regularmente sus datos, a una sola.
Por otro lado ha aparecido aquí y en otros países, la pretensión de
sustituir encuestas de opinión pública por datos que pretenden ser
de encuestas y representar a la opinión pública. Cabe pues advertir
de la diferencia entre encuestas que efectivamente miden los
comportamientos y actitudes de la opinión pública, y la difusión de
porcentajes que aparentan provenir de encuestas. Las encuestas
científicas –como definen Sheldon Gawiser y G. Evans Witt– son
aquéllas que utilizan “un método científico” para escoger a los
encuestados. En las encuestas no científicas, el público se escoge a
sí mismo y participa. El método utilizado por el encuestador para
elegir a los entrevistados (en las encuestas científicas) se basa en
la esencia de la realidad matemática; cuando se conocen las
posibilidades de seleccionar a cada persona entre el público
objetivo, entonces y sólo entonces, los resultados de la encuesta,
la muestra, reflejan a toda la población. A ésta se le llama muestra
aleatoria, o muestra probabilística”. A ello se debe que las
entrevistas aplicadas a cerca de mil adultos uruguayos reflejen con
exactitud las opiniones y actitudes de más de dos millones de
uruguayos adultos.
En relación a las encuestas que se llevan a cabo en la vía pública,
o en los shoppings, los mismos autores advierten que “nunca pueden
considerarse representativas de la opinión pública”. Porque son las
opiniones de un conjunto de personas que casualmente concurre a ese
determinado lugar de paseos o de compras, cuyo perfil es diferente
del que no sale de paseos ni de compras, o pasea o compra en otros
sitios y en otros días. Este tipo de encuestas, muchas veces
denominadas “encuestas coincidentales”, no son encuestas de opinión
pública científicamente hechas y sus datos no son válidos. Tampoco
es válido presentar como datos estadísticos de la opinión pública
los resultados de grupos motivacionales o focus groups, los que por
su naturaleza son de tipo cualitativo, que impiden toda medición. No
hay forma alguna de extraer porcentajes, porque los participantes en
esos grupos carecen de toda representatividad estadística.
Pero particularmente los académicos citados advierten de un fenómeno
creciente en el mundo, en la región y en Uruguay, producto del
vertiginoso desarrollo de Internet. Las llamadas Encuestas On Line.
Las que no difieren demasiado de las llamadas encuestas que realizan
radios o canales mediante el registro manual o automático de
llamadas telefónicas (“llame al número x1 si opina que sí, llame al
número x0 si opina que no”). ¿Cuál es el problema? Que las personas
se eligen a sí mismas, son ellas las que deciden participar y
responder, y que además acceden a la encuesta porque son navegantes
de un sitio web o partícipes de la audiencia de una radio o un canal
televisivo. No existe una selección probabilística, que resulte
representativa de la población. A lo que se suman otros sesgos
invalidantes: el primero, que no toda la población accede a ese
sitio web, escucha esa radio o mira ese canal, y normalmente es una
minoría; segundo, que esa minoría tiene características
particulares: de edad, ideológicas, educativas, de sexo; tercero,
que de toda la población que constituye una audiencia, participa un
segmento ínfimo que tiene en común el ser el más activo en la
relación con el medio, o que siente más necesidad de participación.
Son pues seudoencuestas. Ni siquiera son representativas de los
navegantes, oyentes o televidentes de esos medios. Y como dicen
Gawiser y Witt “cualquier semejanza entre los resultados de una
seudoencuesta y una encuesta científica es puro azar”. Las encuestas
on-line, como las radiales o televisivas, son a las encuestas
científicas lo que la brujería es a la medicina
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