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Desde hace fuera de
toda duda casi quince años, Uruguay se acostumbró a conocer los
resultados electorales gracias a las consultoras de opinión pública,
a través de lo genérica e imperfectamente denominado “bocas de
urna”; el Uruguay en cuanto a sociedad, dirigencias políticas y
actores en competencia. La evidencia empírica es que hay poca
conciencia del papel secundario al que han quedado relegados los
datos oficiales como pregonero del resultado, como el que anuncia
las nuevas del acto electoral. Obviamente el dato oficial,
propiamente oficial, es decir los escrutinios primario y definitivo
de la Justicia Electoral, guardan su sacrosanta importancia en
cuanto a la decisión formal y exacta del pronunciamiento del Cuerpo
Electoral.
Vale la pena recordar que Tabaré Vázquez reconoció su derrota y
Jorge Batlle anunció su triunfo, pura y exclusivamente en base a las
proyecciones de Factum, confirmadas minutos después por Cifra. Un
mes antes ambos celebraron el pasaje al balotaje (y Lacalle
reconoció su no pasaje) por el mismo expediente. Y en abril de ese
año lo mismo se había dado, al punto que el Partido Nacional reunió
su Directorio para recibir a su nuevo candidato único presidencial,
y en la Casa del Partido Colorado un abrazo selló la fórmula
Batlle-Hierro, entre el ganador y el segundo de esa justa interna.
En mayo de 2000 se repite la historia respecto a varias elecciones
municipales. La historia sigue hacia atrás, al plebiscito
constitucional de 1996, las elecciones de 1994, el referendum de
1992, las elecciones nacionales de 1989, las internas del Batllismo
Unido del mismo año y el referendum de la Ley de Caducidad de 1989.
Los nombres de Factum, Cifra, Equipos e Interconsult aparecen
vinculados a todos o parte de los episodios (hubo una experiencia
anterior de 1984, pero la sociedad no estaba acostumbrada a recibir
los resultados de otra forma que a través de los cómputos acumulados
del Ministerio del Interior)
¿Qué pasó con los datos oficiales? Que no hubo datos confiables por
mucho tiempo. En las elecciones de 1994 el Ministerio del Interior
hizo el triste papel de dar resultados acumulados que indicaban una
tendencia opuesta al resultado final y no hubo datos gubernamentales
hasta el alba del día siguiente. Y en abril de 1999 el Ministerio
del Interior colapsó en su labor informativa. Sustituido en esta
tarea por la Corte Electoral, este organismo optó por dar cifras
rigurosamente chequeadas, sin urgencias, con la necesaria tardanza
que supone una información que se busca precisa hasta el último
guarismo y que no requiere rapidez. Si la Corte pudo hacer esto es
porque sin tener conciencia de ello partió del supuesto de la
existencia de las proyecciones de las consultoras privadas. Porque
la sociedad requiere información urgente y confiable. La urgencia
está dada por la tensión creciente que genera una confrontación
electoral. La sociedad y los actores políticos necesitan información
rápida para que se disipe la tensión, para que se descargue esa
electricidad acumulada por semanas y meses de campaña. Y esa
información debe ser confiable, debe ser dada por quienes reciben
confianza de los distintos actores, como lo han recibido en este
país las consultoras de opinión pública de primera línea, o de mayor
impacto, como se las quiera calificar. Los actores aceptan el
resultado cuando hay un trabajo científico hecho por personas de
calidad aceptada y de imparcialidad reconocida, a través de varias
consultoras cuyos resultados coinciden.
Salvo dos casos excepcionales, los resultados difundidos por las
consultoras han sido de una precisión extraordinaria. Los dos casos
son bien conocidos. Uno no fue responsabilidad de ninguna consultora
privada, sino de una equivocada aventura en que se embarcó la
Universidad de la República, a través de la facultad equivocada
(porque una labor científica de ciencias sociales la desarrolló la
Facultad de Ciencias Económicas) y con el resultado equivocado:
anunció urbe et orbi que en 1994 había sido electo Tabaré Vázquez. Y
cinco años después una consultora privada, a través de una emisora
de radio y de la CNN, difundió el mismo resultado erróneo. Pero en
estos quince años nunca hubo por la televisión abierta (privada o
estatal) ningún resultado erróneo de ninguna consultora privada. Sin
embargo, ha habido una formidable embestida contra las llamadas
encuestas de boca de urna, “porque se equivocan”, y las pruebas
esgrimidas fueron el célebre error de la Universidad estatal más
equivocaciones habidas en Argentina. Se llegó a que en 1999 el
funcionario interinamente a cargo del Ministerio del Interior
hiciese un llamado a la población a boicotear las encuestas de boca
de urna, con lo que al intento de coartar la libertad de información
sumó el espectáculo del anacronismo científico.
En general la sociedad, los actores y el periodismo cuando hablan de
“boca de urna” confunden dos cosas. Las encuestas de boca de urna
propiamente dicha o encuestas post-voto en general, que son
entrevistas a votantes a la salida del local de votación o en otro
lugar luego de haber votado (su casa, por ejemplo); estas técnicas
son indicativas, manifiestan una tendencia y pierden utilidad cuando
los resultados son reñidos. La otra cosa son los escrutinios
proyectados, es decir, la presentación de un resultado final de las
elecciones a través de la proyección del resultado de un conjunto de
circuitos. Esta técnica es de una precisión asombrosa y es la
utilizada en la difusión de los resultados. La confusión ha llevado
a algunos desaciertos de actores enojados con los resultados. Pero
pese a su imprescindible utilidad pública y a la certeza de sus
anuncios, los resultados de las consultoras no solo han tenido la
hostilidad de buena parte del periodismo y de algunos actores
políticos, sino la falta de colaboración de la Corte Electoral. Las
muestras no se han podido ejecutar en forma perfecta, porque la
Corte ha admitido que varios malhumorados presidentes de mesa
impidan la presencia en el escrutinio de los encuestadores de las
consultoras. Se trata de un servicio público, financiado
privadamente y obstaculizado desde el poder, y que si no existe
genera un gran vacío a la sociedad. Este es un tema de reflexión,
para que se vea que no se puede seguir peleando contra el avance
científico y la necesidad de información de la sociedad.
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