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La
inauguración de la XLVIª Legislatura tuvo varias novedades: lo
extenso de la sesión de Diputados y aún del Senado, lo escueto de la
reunión de la Asamblea General, el peso político dado por la prensa
a un rito institucional aséptico como el juramento de los senadores,
la inusual cobertura periodística y televisiva. Pero lo más
destacado fue el rol protagónico de los tupamaros, en particular de
tres de ellos: el presidente pro-tempore de la Asamblea General José
Mujica Cordano, su alterno Eleuterio Fernández Huidobro y la
presidente de la Cámara de Representantes Nora Castro (contra lo que
se cree presidente es indistintamente masculino y femenino). Al
protagonismo institucional y mediático de los tres dirigentes del
MLN se sumó el episodio del desfile del Batallón Florida, custodio
del Poder Legislativo, en cuyo cuartel estuvieron detenidos y
sufrieron muchos líderes tupamaros. Quizás otro hecho que remarca
esta hora de apogeo es la reaparición de la palabra tupamaros,
virtualmente olvidada o solo utilizada con fines de ataque político.
Por último, la presidente de los diputados al día siguiente
pretendió resumir este protagonismo en una frase polémica, al grado
tal que no fue compartida por Mujica: “La gente validó el proyecto
de los tupas”.
La pregunta es, más allá de afectos o desafectos con el mujiquismo
de hoy o el movimiento guerrillero de ayer, cuánto es históricamente
correcto y sostenible en tal sentido. Al respecto hay que distinguir
cinco elementos: Uno, el proyecto primigenio del Movimiento de
Liberación Nacional-Tupamaros tal cual fue concebido en los años
sesenta y setenta. Dos, la re-escritura del proyecto tupamaro hecho
por sus dirigentes a posteriori de la dictadura y en particular a
partir de mediados de los noventa, en que hay un esfuerzo deliberado
por unir las motivaciones iniciales con la inserción en un presente
signado por la revalorización de la democracia política liberal.
Tres, la lectura actual por parte de quienes no fueron partícipes ni
testigos de la época, que da otra motivación y fundamentos al
surgimiento del MLN, al que ven como una reacción libertaria ante el
avasallamiento de derechos y libertades por parte de gobiernos
autoritarios o dictatoriales (en clave simplificada: el MLN surge
ante el autoritarismo de Pacheco, Bordaberry o los militares).
Cuatro, la simpatía o solidaridad de ciertos sectores de la sociedad
con el padecimiento de los principales dirigentes y militantes
tupamaros, y la identificación con lo que se percibe como coherencia
en defensa de la lucha por los pobres y desamparados, contra los
poderosos de aquí y del mundo. Cinco, el atractivo fuerte generado
por los discursos de Mujica (el discurso verbal y el discurso
gestual). Son cinco cosas diferentes.
También es necesario cuantificar el apoyo de los uruguayos. En 1994
el Movimiento de Participación Popular (que era más que el MLN) y
sus aliados obtuvieron el 2.7% sobre el total del electorado. Es
decir, más o menos por aquí, en el dos y medio por ciento, puede
cuantificarse el apoyo claro y crudo a los tupamaros, presentados en
cuanto tales. En 2004 el Espacio 609, compuesto por Claves Rojos,
Columna Blanca, personalidades independientes como Couriel, más el
MPP (que es el MLN más Izquierda Abierta de Nicolini más otra
gente), más Mujica que es el gran activo político-electoral,
representan el 14.7% del electorado, un votante de cada siete. Hay
pues un 12% de ese electorado que ha adherido en la última década y
particularmente en el último lustro. Sin poderse determinar con
exactitud, es atribuible casi todo ese nuevo electorado a un voto
personalizado a la figura carismática de Mujica, que ha creado un
personaje de singular atractivo, mezcla de posmoderno y Viejo
Vizcacha. Del dos y medio de 1994 al casi quince actual es la
distancia que va del apoyo a los tupamaros al apoyo al mujiquismo.
Esto es demostrable y cuantificable.
Pero además entre el apoyo a los tupamaros y la validación del
"proyecto de los tupas" hay también una gran distancia. En qué
consistía ese proyecto, en grandes líneas y con todos los riesgos de
las simplificaciones. Un tema clave es el papel de la democracia
política liberal o, para quitarle connotaciones valorativas, el
conjunto de instituciones, procedimientos y elementos sustantivos
que constituyen una poliarquía. El MLN partía del supuesto de una
sociedad explotada por la oligarquía nacional asociada con el
imperialismo, lo cual puede considerarse un común denominador a toda
la izquierda y centro-izquierda, tanto la que confluye en el Frente
Amplio como la que se queda afuera y más hacia la izquierda. Pero en
la izquierda uruguaya podían distinguirse dos grandes visiones, que
como pasa con toda clasificación reductora, esconde matices, que los
hubo e importantes. Una es la línea en que entre otros se ubica el
MLN, quizás más exactamente el conjunto de grupos que constituyó el
bloque minoritario de la delegación uruguaya a la Conferencia de la
OLAS, para quienes la poliarquía es una forma de engaño utilizados
por la oligarquía y el imperialismo para dominar a los pueblos,
oligarquía e imperialismo que sólo podían ser derrotados mediante la
lucha armada. La otra línea partía de la valoración de la poliarquía
como una base deseable pero limitada, que debía completarse con una
democracia más avanzada en lo social y en lo político; la lucha por
esa democracia más avanzada pasaba por los campos electoral y
parlamentario, complementados con la movilización de las masas,
donde los movimientos sindical y estudiantil debían cumplir un rol
sustantivo. El “proyecto tupa” no pasaba por el parlamento ni las
elecciones, sino por la lucha armada. Si alguien decía a un
dirigente tupamaro que varias décadas adelante iba a estar sentado y
presidiendo el Parlamento, llegado al mismo por los votos, en los
sesenta eso constituía un insulto.
Otra cosa es el “proyecto tupa” reformulado. Lucía Topolansky, por
ejemplo, definía al MLN como un conjunto de luchadores sociales que
en cada época emplean el camino y la metodología propia para la
época. Es más abarcativo que el planteo original, pero tiene en
común el papel coyuntural o de etapa histórica de la poliarquía.
Todo indica que ese uno de cada siete uruguayos que votaron la 609
tiene más discrepancias que coincidencias con el proyecto original.
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