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Las
elecciones municipales del 8 de mayo tienen dos características
centrales: es la segunda vez que en la historia del país hay
comicios municipales separados en el tiempo de los nacionales y es
la primera prueba vez que se realizan bajo gobierno nacional
frenteamplista, o dicho de otra manera es la primera reacomodación
de los partidos tras el cambio histórico del 1° de marzo. Estas
elecciones a su vez admiten dos tipos de lectura: uno es la lectura
nacional, es decir, la valoración de resultados globales en el país;
el otro tipo es la lectura particularizada de cada una de las 19
elecciones departamentales. La lectura nacional a su vez admite tres
parámetros: la comparación del porcentaje de votos de mayo con
octubre, el balance de pérdidas y ganancias de gobiernos
departamentales por cada partido y cada sector, la calidad de esas
pérdidas y ganancias.
En materia de resultados cuantitativos octubre-mayo, el Partido
Colorado crece un 62% (de 10.4 a 16.8), el Frente Amplio cae un 3.8%
(de 50.5 a 48.6) y el Partido Nacional decrece un 12.8% (de 34.4 a
29.9). En puntos porcentuales sobre el total de votantes, el
coloradismo crece 6.4, el frenteamplismo decrece 1.9 y el
nacionalismo decrece 4.5. En ganancias o pérdidas de gobiernos
departamentales el Frente Amplio multiplica por 8 (va de 1 a 8), el
Partido Nacional pierde casi la cuarta parte (3 en 13) y el Partido
Colorado pierde los cuatro quintos (4 en 5). Aún así el Partido
Nacional conserva la mayoría absoluta del Congreso de Intendentes
(10 en 19). Cualitativamente el Frente Amplio se alza con 5 de los 6
departamentos más importantes del país, tanto en población como en
producto bruto. La izquierda retiene su único gobierno, gana 2 a
expensas del coloradismo y 5 a costa del nacionalismo. A su vez los
blancos pierden 5 departamentos hacia el Frente Amplio pero
recuperan 2 provenientes del coloradismo, y conservan 8. Los
colorados pierden 2 departamentos con los blancos y 2 con la
izquierda, y conservan uno solo.
Como balance general, el Frente Amplio aún con pérdida de votos
aparece como el gran ganador, consolida en cierta medida el nivel de
votación de octubre y gana espectacularmente en territorio. Sin
embargo, esto ha llevado a cierto triunfalismo que oculta dos
hechos: no es sólido todo el voto recibido en octubre, y el país
sigue dividido en dos mitades casi iguales entre la cultura de
izquierda de un lado y la cultura tradicional del otro. El Uruguay
no viró mayoritariamente hacia la izquierda, sino que se ha dividido
en dos partes equilibradas. Hay una profunda brecha entre la
temperatura real y la sensación térmica.
El nacionalismo sale golpeado, pero a partir del formidable éxito de
octubre. Como balance general sigue bien, obtiene casi el doble de
votos que el coloradismo, controla la mayor cantidad de
departamentos y de territorio y, como es obvio, sigue siendo el eje
de la oposición parlamentaria en el país. El coloradismo es el gran
triunfador de mayo, considerado esto a partir de su desplome en
octubre. Como balance general lo que surge es que no sigue el camino
del radicalismo argentino, sino que tras el desastre de las
elecciones nacionales, revive, no va camino de la extinción. Pero,
el porcentaje de votos de mayo es inferior al punto de partida del
Frente Amplio en sus orígenes. Y parecido a la izquierda en 1971 es
un partido altamente capitalinizado: 6 de cada 10 votos los tiene en
Montevideo (el FA registraba en 1971, 7 de cada 10).
Hacia la interna colorada hay resultados que exigen mayor
meditación. Por un lado sus éxitos van de la mano de hombres
jóvenes, renovadores, que llevaron adelante campañas personalizadas,
como Pedro Bordaberry y Tabaré Viera. La lejanía de los viejos
líderes desde esta lectura parece que fue su gran activo. Por otro
lado, es muy elevada la votación en Montevideo tanto de la 15 como
la de la 2000. Lo que parece fuera de discusión es que al Partido
Colorado lo afectó en octubre el no haberse renovado y lo benefició
en mayo el presentarse renovado (o al menos con apariencia de
renovación).
En la interna nacionalista hay lecturas contrapuestas. Larrañaga y
Luis Alberto Heber son golpeados por las respectivas derrotas en sus
departamentos y Gallinal suena victorioso por el triunfo en
Lavalleja. Por otro lado, la Correntada Wilsonista (liderada por
Gallinal) pierde 4 de sus 5 intendencias, entre ellas la joyita de
la corona, Maldonado. Alianza Nacional pasa de contar con 3
intendencias (ó 3 y media, si se le contabiliza la mitad del
inclasificable Irineu Riet) y pasa ahora a 4 y media: retiene
Colonia y Tacuarembó, gana Río Negro a los colorados y Soriano al
herrerismo, y además coparticipa con el herrerismo en el triunfo de
Flores sobre la Correntada. El herrerismo pasa de 4 intendencias a 4
y media: retiene San José, Durazno y Cerro Largo, pierde Soriano,
gana Artigas a los colorados y comparte el triunfo de Flores con
Alianza. La combinación da que Larrañaga sufre una importante herida
(que no hay que confundir, nada tiene que ver con considerar a su
liderazgo como tambaleante; no es lo mismo estar herido que tener
una enfermedad terminal) y Alianza Nacional se fortalece
territorialmente. El herrerismo también se fortalece y dentro suyo
se robustecen Lacalle y Chiruchi y se debilita Heber. La otra
combinación arroja que Gallinal se fortalece en cuanto a su tierra
de partida, pero su sector se debilita de manera fuerte en las
posiciones de poder.
La lectura de la izquierda es más complicada, pero hay lectura en
votos y lectura en posiciones de poder. En ambos se fortalecen los
socialistas, con 3 intendentes propios, 1 asociado y un papel
relevante en Montevideo a través de la vice-intendenta y futura
secretaria genera; además, ganancia en votos. Se fortalece Alianza
Progresista que en su entorno tiene 2 intendencias y las más
poderosas del interior, como lo son Canelones y Maldonado. Y el MPP
recibe una fuerte señal de alarma en votos y gana en posiciones de
poder, que junto a la caída electoral recibe el premio mayor de la
titularidad de la comuna capitalina.
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