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Para
la memoria histórica de la sociedad uruguaya son de alta
trascendencia los informes que el lunes entregaron al presidente de
la República los comandantes en jefe de las tres fuerzas armadas, y
esa trascendencia es desde dos ángulos: el reconocimiento de que en
las unidades militares se torturó a detenidos y 26 de ellos murieron
en dichas torturas; y además la divulgación que la Fuerza Aérea hizo
un segundo vuelo para el traslado de detenidos en Argentina.
El reconocimiento de que el Estado fue responsable de la violación
de derechos humanos durante la dictadura y la pre-dictadura tuvo a
nivel oficial tres etapas. Primero fue el 1° de diciembre de 1986,
en el Edificio Independencia, cuando los comandantes de las tres
fuerzas declararon que las Fuerzas Armadas en dicho periodo
“perdieron los puntos de referencia”, declaración hecha ante el
presidente Julio Ma. Sanguinetti y los líderes partidarios Wilson
Ferreira Aldunate, Liber Seregni y Humberto Ciganda. El segundo fue
en abril de 2003, cuando la Comisión para la Paz confirmó
oficialmente la práctica de la tortura a nivel militar y policial, y
la muerte de personas a consecuencia de dichas prácticas. El tercer
reconocimiento fue el del lunes pasado. Sin embargo, el que se haya
centrado el debate público y las indagaciones en el tema de los
detenidos-desaparecidos, deja un importante vacío en cuantificar y
personalizar a las demás víctimas: varios millares de torturados,
muchas decenas de muertos en unidades militares o prisiones
especiales. Porque lo que más hubo en Uruguay fueron personas
detenidas o presas, individualizadas, contadas y que más tarde o más
temprano, con más dolor o menos dolor, devinieron libres; y en
cuanto a muertes con responsabilidad de las fuerzas del Estado, la
mayor cantidad fue de personas cuya defunción fue certificada y su
cuerpo entregado, desde Luis Carlos Batalla hasta Vladimir Roslik.
El tema del vuelo es de suma trascendencia. Hasta ahora se había
concluido que la dictadura uruguaya había sido muy dura en cuanto a
sus propósitos totalitarios, entendidos como su afán de controlar
minuciosamente todos los actos públicos y privados de cada uno de
los tres millones de habitantes. Que el número de personas presas o
detenidas marcó uno de los ratios más altos per cápita de las
últimas décadas a nivel del mundo occidental. Que la proporción de
torturados también fue sustancialmente elevada. Pero que había
existido una barrera que marca una clara diferenciación con
Argentina: el respeto a la vida. La tesis generalmente admitida era:
los muertos fueron tales por accidente, es decir, porque hubo
excesos en la tortura (aunque siempre se sospechó de algún caso en
que la muerte pudo ser deliberadamente provocada, y además quedó el
episodio no aclarado oficialmente de los cinco muertos tirados sobre
la carretera en las proximidades de Soca, Canelones). Al despuntar
el segundo semestre de 1976 hubo un primer vuelo de la Fuerza Aérea
que - en el marco de los pocos formales procedimientos de la época -
trajo a personas detenidas en Argentina. Eso estaba comprobado,
reconocido y contabilizado, así como la suerte de esas personas,
incluidas liberaciones y hasta indemnizaciones por unos cuantos
aceptadas y por otros rechazadas.
Ahora se reconoce que hubo un segundo vuelo en octubre de 1976 que
según la Fuerza Aérea fue en cumplimiento de una misión de apoyo a
la labor del Ejército, lo cual quiere decir en buen romance que para
los aviadores fue por cuenta, orden y responsabilidad de la fuerza
de tierra. Estas personas podrían ser alrededor de 30, también
podrían ser los otros detenidos-desaparecidos que estuvieron
sumergidos en “Automotora Orletti” de Buenos Aires, parecería que
todos están muertos y dificilmente se puede sostener que murieron
todos y al unísono por un mismo exceso en los procedimientos. De ser
así este segundo vuelo viene a confirmar las tesis sostenidas
largamente por algunos grupos políticos y de derechos humanos en dos
sentidos: que el número de desaparecidos en Uruguay es mucho más que
26 (sería más del doble) y que así como hay muertes por excesos en
el trato hay muertes que todo hace presumir que fueron
deliberadamente provocadas. Se abre un nuevo capítulo de
investigación – no solo ni tanto desde el punto de vista del
accionar judicial o de la responsabilidad de personas– sino del
esclarecimiento de lo ocurrido, de la construcción de la memoria
histórica de un pueblo. Por las dudas una aclaración: no debe
confundirse el tema de los desaparecidos en Uruguay, que es un
asunto, con el de los uruguayos desaparecidos en toda la región, que
es otro tema (la discrepancia entre la cifra de 26 y la de más de
centenar y medio no es un problema de cómputos, sino de conceptos en
la clasificación).
Si los informes de los comandantes fueron de enorme trascendencia
para caminar hacia el último fin de la transición, también abrieron
nuevas interrogantes que va más allá de casos y personas concretas y
permiten avizorar que hubo procedimientos y límites diferentes a los
generalmente admitidos.
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