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Algunos analistas políticos argentinos creen, o conocen, que el
presidente argentino Néstor Kirchner piensa lo siguiente: Tabaré
Vázquez ganó por diez mil votos, desde Argentina fueron a votar
veinte mil votantes y esos votantes fueron a votar por las ayudas
dadas por Kirchner (días libres al trabajo para los que certificaran
haber votado en Uruguay, visto bueno a empresarios para contribuir a
las finanzas de Vázquez, guiñada a López Mena para el otorgamiento
de pasajes subsidiados, con lo que el empresario quedaba bien con
los presidentes de ambas orillas). De donde, gracias a los votos
aportados por Kirchner, Vázquez es presidente. De donde, Vázquez le
debe a Kirchner la Presidencia de la República, más o menos como el
gobernador de Santa Cruz le debe la gobernación a Kirchner (el
gobernador anterior, velozmente renunciado al cargo, y el gobernador
entrante).
Será así o no la visión del presidente argentino, pero en otros
ámbitos existe información sobre la creencia de que Tabaré Vázquez
alcanzó la primera magistratura por un pelo y que varios pelos
salieron de la orilla argentina. Y aquí también, en tierra oriental,
algún político expresó alguna vez que Vázquez ganó por un pelito,
raspando.
Analizar los componentes cualitativos y subjetivos de un resultado
electoral es una tarea altamente compleja, donde juegan muchas
tesis. Para empezar Tabaré Vázquez llegó a donde llegó al cabo de un
larguísimo proceso de acumulación electoral de la izquierda, que
como marcha directa hacia el gobierno empezó en 1971 con la
conformación del Frente Amplio, y fue agregando granito a granito,
elección tras elección, hasta superar la mayoría absoluta. Cuando
comenzó esa acumulación Tabaré Vázquez no existía políticamente; a
mitad de la acumulación apareció su figura, deslumbró y dio un
empujón fenomenal. Y antes de ese proceso acumulativo, se sentaron
bases de diverso tipo edificadas a lo largo de más de otro medio
siglo, como la socialista, comunista, socialcristiana o las
corrientes populares e izquierdizantes en colorados y blancos.
Cuando en un análisis se mueve una variable o como en este caso se
elimina la variable voto del exterior, eso es bueno a los efectos de
cuantificar el peso de la variable. Pero como predictor de un
resultado diferente no es válido, porque luego viene la pregunta: ¿y
por qué no se mueven otras variables?, porque quizás un mes antes
Vázquez obtenía la mayoría absoluta en forma más holgada que el 31
de octubre, sin necesidad del voto desde Buenos Aires, a la luz de
que se registra una importante pérdida de electorado en los últimos
días en relación al potencial de un mes antes. O quizás se pueden
agregar o quitar muchos imponderables. Cuando Kennedy obtuvo la
presidencia (en una elección tan reñida que en realidad hay cuatro
hipótesis sobre cuál fue el verdadero resultado en la votación
popular), comentó a su círculo íntimo: “Cualquiera me puede parar
por la calle y decirme. Vd. me debe la presidencia”
Pero de lo que aquí se trata es despejar un equívoco. Tabaré Vázquez
no ganó la Presidencia de la República por menos de 10.000 votos.
Conviene ver las cifras de a poco: el lema Encuentro
Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría, fórmula Vázquez-Nin Novoa,
obtuvo 1.124761 votos. El total de votantes fue según la Corte
Electoral de 2.229.611. Es decir que el EP-FA-NM o la fórmula
encabezada por Vázquez logró el 50.45% del total de votantes. De
donde superó la barrera de la mayoría absoluta por 9.955 sufragios.
Pero resulta que entre esos votantes hubo 52.572 votos refractarios
(votos en blanco, votos con contenido nulo y votos anulados), que
representa el 2.35% del total de concurrentes a las urnas. Los
estudios de larga duración marcan la línea dura del voto refractario
en el 2%, el porcentaje del cual nunca han bajado en elecciones
nacionales, departamentales, plebiscitos, referendos o balotajes. No
hay ninguna razón para que de haber balotaje en esta oportunidad
pudieses bajarse de ese porcentaje. Entonces, con 2% de votos en
blanco, el techo del desafiante se situaba por debajo del 48%. No
había posibilidad alguna de cambio de resultado.
Pero los votos válidos, que son los que computan para definir las
bancas parlamentarias (y la Presidencia y Vice en la segunda vuelta)
fueron 2.177.038. Los votos de Vázquez representan pues el 51.7%.
Pero todos los demás lemas suman 2.052.277. De donde la ventaja del
EP-FA-NM sobre el resto es de 72.484 votos. Esto explica por qué
obtuvo 52 diputados contra 47 de la oposición, y 16 senadores contra
14 del resto. Ganar por 5 bancas de diputado y 2 bancas de senador
es una ventaja cómoda. Por más que se descuenten los votos venidos
de Argentina (que en el operativo Buquebús son 16.000 y no 20.000,
pero déjense estos veinte), todavía queda con un margen a su favor
de 50.000 votos. No hay ninguna razón para pensar que los votantes
de la izquierda pudiesen cambiar de voto en la segunda vuelta,
además cuando en realidad votaban por Vázquez presidente y Astori
jefe de Economía. Máxime cuando un triunfo de Larrañaga hubiese
significado un juego complicado de poderes divididos, con presidente
blanco y mayoría frenteamplista en ambas cámaras. El riesgo de esta
situación más bien hubiese llevado a electores moderados a preferir
confirmar a Vázquez y hacerlo aumentar la ventaja. Fuera de la
ilusión óptica y de la tensión de hora y media en la noche del 31 de
octubre, el presidente de la República alcanzó la banda presidencial
con holgura, como dirían los burreros, con varios cuerpos de
ventaja.
Estas consideraciones parecen ociosas a 17 meses de pasadas las
elecciones, pero no son en vano si se toman en cuenta las ilusiones
ópticas que hay o pueden haber entre la Casa Rosada y la Quinta de
Olivos y la vocación virreinal del actual inquilino de ambas
residencias.
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