
Hay dos fenómenos interrelacionados
que lo son la politización de lo judicial y la
judicialización de lo político, que son el anverso y el
reverso del entremezclado de lo político y lo judicial, que
se retroalimentan. La politización de lo judicial es cuando
el sistema judicial actúa con objetivos políticos; ello
puede ocurrir de dos grandes
maneras: una, como en Argentina, es la sujeción de los
jueces y de las decisiones judiciales a los intereses
políticos, y particularmente a los intereses de quien ejerce
el gobierno, dicho de otra manera, el sistema judicial como
correa de trasmisión del omnímodo poder presidencial. La
otra, cuando los propios magistrados o fiscales salen del
frío y científico análisis de las normas jurídicas para
internarse en los vericuetos de lo conveniente o
inconveniente para la sociedad, o cuando hacen decir al
derecho más de lo que el derecho dice. Este es un tema que
toca al Uruguay y que da para un análisis en sí mismo:
politización de lo judicial y la extralimitación del sistema
judicial.
El otro tema es la judicialización
de la política. Es la utilización del sistema judicial como
terreno de lucha política, como escenario para dirimir
diferencias esencialmente políticas y, consecuentemente, el
empleo de las resoluciones judiciales como armas en la lucha
política. Por este camino se transita en el país, a veces
con mayor intensidad, otras veces con menos, desde hace dos
lustros y medio.
Esta recurrencia al sistema judicial
desde el sistema político en general se da en tres terrenos:
el de las denuncias o querellas por difamación o injurias,
ya fuere en el fuero civil como en el penal; el de las
denuncias propiamente penales, los delitos juzgables por
acción del Estado; el de los recursos de
inconstitucionalidad. En cualquiera de los tres casos hay un
mensaje implícito del sistema político: la incapacidad de
resolver dentro del sistema, acorde a las reglas sistémicas
y por sí mismo, las diferencias connaturales al juego
político, y a la expresión de la diversidad societal que
constituye la existencia misma de la poliarquía. Poliarquía
es diversidad, un sistema político poliárquico es aquél que
recoge esa diversidad, la expresa y traza las reglas para
dirimir el disenso. La recurrencia al sistema judicial para
dirimir el disenso es una omisión al juego político natural
y consecuentemente una confesión de debilidad y de
incapacidad del sistema político para jugar su propio juego.
Como el recurso al sistema judicial ha sido practicado por
los tres grandes actores políticos, no es la falencia de una
parte del sistema que busca jugar fuera del mismo, sino una
falencia del sistema en tanto tal. Los actores no saben
jugar dentro del sistema y dentro de los límites que el
sistema impone. Esto es válido para blancos y colorados
contra gobierno o administraciones frenteamplistas, como
para frenteamplistas contra gobiernos o administraciones
blancas o coloradas. Pero además es válido para blancos,
colorados y frenteamplistas enfrentados los unos con los
otros, y más fuerte aún, blancos contra blancos, colorados
contra colorados, frenteamplistas contra frenteamplistas.
Si se quiere ver cómo el sistema
político dirimía sus diferencias en forma sistémica, basta
analizar la forma de operar en los años cuarenta, cincuenta
y sesenta. Las denuncias éticas derivaban en
interpelaciones, comisiones investigadoras, debates
parlamentarios, artículos periodísticos y campañas públicas.
La difamación o la injuria se replicaban con la denuncia
pública del difamador y cuando alguien consideraba que era
intolerable, recurría a la polémica Ley de Duelos. Las
acciones del gobierno se combatían con acciones opositoras,
parlamentarias, callejeras o electorales, ya fuere para
frenar la medida o para buscar cambiar el gobierno.
Pero no solo el sistema político ha
renunciado (parcialmente) a dirimir el disenso dentro de sus
propias reglas de juego, sino que ha dados dos lecciones
extrañas, una sobre ética y otra sobre conveniencia o
inconveniencia de las leyes o de las políticas. En el caso
de las denuncias penales (dejando a un lado el controversial
delito de la difamación y yerbas similares) se enseña a la
población algo contrario a las más tempranas lecciones de
derecho que recibe un adolescente. El sistema político en su
discurso presenta a los ciudadanos la sinonimia total entre
delito y falta ética. Cuando una falta ética no se discute
en tanto tal, sino que se deriva a la Justicia, lo que se
hace es decir: si hay delito hay falta ética, de donde a la
inversa, si los magistrados no encuentran delito, se deduce
que la conducta ha sido éticamente intachable. Nadie lo
formula así, pero se actúa como si esa fuera la formulación.
Este es uno de los peligros del reduccionismo que conlleva
este desemboque judicial de lo político.
Lo otro es asimilar la conveniencia o
inconveniencia de las leyes a la constitucionalidad o
inconstitucionalidad de las mismas. Lo cual tiene la misma
relación que la existente entre la cosecha de tomates y la
exploración espacial. Primero porque la conveniencia o
inconveniencia tiene que ver con la peculiar concepción del
mundo, de la sociedad y del país que tiene cada quien. Y
segundo porque algo puede ser considerado conveniente por
casi todos los ciudadanos, y ser a su vez inconstitucional,
ya fuere en razón de forma (porque por ejemplo se olvidaron
de respetar las mayorías exigidas para aprobar una ley) o
en razón de fondo, porque la Constitución no prevé, o no
autoriza o expresamente prohíbe, según los casos, hacer
determinada cosa. Las cosas pueden ser también
constitucionales e inconvenientes o pueden ser
inconstitucionales y convenientes.
Es conveniente que el sistema político en algún momento tome
conciencia de las confusiones que crea en los ciudadanos,
pero más aún que tome conciencia a dónde lleva el pretender
dirimir los disensos fuera de su propio campo. Cuando en
muchos países del mundo se pretendió dirimir ese disenso
golpeando las puertas de los cuarteles, esas puertas se
abrieron y los que moraban detrás de esas puertas arrasaron
con los sistemas políticos. Cuando se golpeó las puertas del
sistema judicial, sus miembros sintieron ser llamados de la
misma manera que los moradores de los cuarteles, y se caminó
por la judicialización política, por el avance del sistema
judicial sobre el sistema político, y esto desembocó a veces
en la destrucción del sistema político por parte del sistema
judicial.