El Congreso de los Diputados de España se parece a esos
espejos de los parques de diversiones, en que uno se puede
ver mucho más gordo y petiso de lo que es, y otro se puede
ver más alto y delgado de lo real. Dicho en términos
técnicos: hay una formidable desproporción entre el
porcentaje de votos y el porcentaje de bancas de los
partidos.
Ello no es una virtud ni un defecto, sino la consecuencia de
un sistema diseñado en forma deliberadamente desproporcional,
con la finalidad de dar prevalencia a las circunscripciones
rurales (o menos metropolitanas) sobre las circunscripciones
urbanas, de alta urbanización o metropolitanas. Sin que
fuese un propósito explícito, se da prevalencia a los
grandes partidos nacionales y también a los partidos
regionales, en contra de los partidos menores de alcance
nacional (en el sentido de abarcativos de todo el territorio
español). Es también la búsqueda deliberada de asegurar el
gobierno de partido, objetivo similar pero con formas
distintas al sistema mayoritario clásico como el británico
(conocido como “first past the post”, o sistema mayoritario
simple en circunscripciones uninominales).
Desde la última mitad del siglo XIX el debate teórico y
político enfrenta la concepción de la proporcionalidad
defendida por John Stuart Mill frente a la tesis de la
gobernabilidad de Walter Bagehot. La proporcionalidad apunta
a lograr el principio de la igualdad del voto: el efecto del
voto de todos los votantes es igual, o al menos tienen la
mínima desviación posible. Como lo definiera uno de los
padres de la Revolución Francesa, Honore G. Victor Mirabeau,
“los estados (las cámaras) son para la nación lo mismo que
un mapa a escala reducida para toda su extensión física,
parcial o total; la copia ha de tener siempre las mismas
proporciones que el original”. Esta tesis es conocida como
la tesis del reflejo. Del otro lado, la tesis de que el
sistema electoral tiene por finalidad reducir el número de
partidos parlamentarios (eliminar los “partitini” en la
terminología italiana actual) y apuntar a la concentración;
en lo posible contribuir a la creación de un bipartidismo,
como forma de asegurar la gobernabilidad y la estabilidad de
los gobiernos. Esta tesis es hoy sostenida por las dos
grandes conformaciones políticas italianas (el
centroderechista Popolo della Libertà y el centrista Partito
Democratico) y sus dos principales líderes: Silvio
Berlusconi y Walter Veltroni. La proporcionalidad apunta a
defender la diversidad aun a riesgo de la gobernabilidad; la
desproporcionalidad apunta a defender la gobernabilidad aun
a costa de la diversidad. La proporcionalidad apunta a
reflejar la pluralidad política de un país y asegurar la
igualdad del voto; la desproporcionalidad apunta a asegurar
un ganador que concentre en sí todo el poder para gobernar.
En el caso español, además, el efecto reduccionista no es
neutro, es decir, no afecta por igual a todo partido pequeño
a favor de todo partido grande, sino que en particular
beneficia a los partidos de alta concentración del voto
rural (o de pequeñas urbes) y perjudica a los partidos de
alta concentración del voto metropolitano. Esto es lo que
técnicamente se denomina un sesgo. El gran electoralólogo
alemán Dieter Nohlen clasifica el sistema español como un
sistema basado inicialmente en el principio proporcional,
pero con una proporcionalidad imperfecta y con sesgo, es
decir, con una alteración deliberada (flechada) de la
proporcionalidad. En el sistema uruguayo para las juntas
departamentales (los parlamentos regionales), se asegura la
mayoría absoluta de las bancas al partido más votado, aunque
tuviese mayoría relativa. Los votos en ese caso valen más
que los votos por los demás partidos; pero luego, los votos
por todos estos últimos valen lo mismo. Es un sistema
constitutivo de mayorías, con fórmula proporcional, sin
sesgo.
En el caso español, para ilustrar con dos extremos: en la
provincia de Soria (Comunidad de Castilla y León) se elige
un diputado cada 28.124 votos; en la provincia de Madrid
(Comunidad de Madrid) se elige un diputado cada 100.306
votos. Es decir, una banca por la capital española cuesta
más o menos el equivalente a cuatro bancas en Soria. En
otras palabras, el voto de un ciudadano soriano vale cuatro
veces más que el voto de un madrileño.
Todo ello da como resultado:
Uno, que los grandes partidos, por su implantación en todo
el territorio, en todas las comunidades y todas las
provincias, obtengan de un 3% a un 4% de
sobrerrepresentación.
Dos, que los partidos de implante regional, obtengan una
representación más o menos equivalente a su electorado (CiU,
PNV, ERC, BNG, Coalición Canaria, Na-Bai)
Tres, que partidos menores con distribución del electorado
en todo el territorio español queden ampliamente
subrepresentados. Izquierda Unida con un 25% más de votos
que Convergencia i Unio, obtiene menos de la quinta parte de
las bancas que el partido catalanista (2 contra 11); y con
mucho más del triple de votos que el Partido Nacionalista
Vasco, obtiene la tercera de las bancas de éste (2 contra
6). UPyD con los mismos votos del nacionalismo vasco obtiene
una sola banca, contra seis de éstos; y con cinco veces más
votos que los nacionalistas navarros (Na-Bai) obtiene la
misma representación parlamentaria.
Cuatro. Que un partido como el andaluz CA queda fuera del
parlamento, con más votos que el navarro Na-Bai.
De lo anterior surge que el voto por el PSOE y el PP vale
más en término de bancas que el voto por otros partidos; que
el voto por los partidos menores de implante nacional puede
valer la tercera, la quinta o la sexta parte que el voto por
un partido regionalista (o “nacionalista” en la terminología
política española).
Pero también resulta que el partido ganador está a solo 1.7%
de la mayoría absoluta en término de bancas – objetivo en
principio no demasiado difícil – mientras que con la
proporcionalidad pura estaría a la distancia más complicada
de 5.9%. En número de bancas, está a 6 escaños de la mayoría
absoluta y en una proporcionalidad pura - como la uruguaya -
estaría a 22 bancas de distancia, lo cual complicaría
sobremanera la sustentabilidad del gobierno.
El profesor Oscar Bottinelli es catedrático de Sistema
Electoral en la Universidad de la República-Facultad de
Ciencias Sociales.