
Muchas veces se maneja la diplomacia
como si fuese una sola, inclusive los países envían a los
diplomáticos a uno u otro destino, como si todos fuesen de
la misma naturaleza y solo se distinguiesen por su
importancia (según los intereses y parámetros de cada país
acreditante) y sus complejidades, entre ellas el manejo del
idioma local y las peculiaridades en tanto cultura y
política. En críticas generalizadas al Servicio Exterior,
diversos gobiernos eficientistas han llegado a parangonar la
diplomacia con un departamento de ventas y cada tanto se
oye a alguien, generalmente algún hombre de negocios,
pregonar que a los embajadores debía pagárseles según lo que
vendiesen; es decir, no solo el servicio exterior debe
devenir en un departamento de ventas, sino integrado por
vendedores a comisión. Esos mismos empresarios que pregonan
que el país se relacione con los otros mediante vendedores a
comisión, olvidan que en sus propias empresas los vendedores
son el final de una estrategia que comienza por la calidad
del producto (fuere un bien o un servicio), continúa por el
posicionamiento del mismo y de la empresa y culmina con una
estrategia de marketing y de publicidad.
Entonces, conviene distinguir en
principio dos tipos de representaciones diplomáticas, que se
pueden definir en políticas y comerciales. Para ser más
exactos, las representaciones con finalidad estratégica,
donde la política es el centro de una estrategia que incluye
lo político, lo económico, lo social, lo cultural y lo
comercial a largo plazo; y la representación con finalidad
actual, es decir, vender aquí y ahora, abrir mercados para
el corto o mediano plazo, captar inversiones para ahora o
para dentro de poco. Como pasa siempre en la vida, es más
fácil trazar los arquetipos teóricos que los prácticos,
porque estos últimos siempre terminan siendo un tanto de lo
uno y un tanto de lo otro, y lo que inclina la balanza es
cuánto pesa lo uno y cuánto pesa lo otro. Además, en las
relaciones entre países pesan otros elementos más allá de
los políticos y de los económico comerciales (incluido en
esto las inversiones). Lo delicado para la conducción de una
política exterior es calibrar debidamente en qué destinos y
momentos el énfasis debe ser lo uno, y en cuáles otros
destinos y momentos el énfasis debe ponerse hacia lo otro.
El esquema ideal para los
eficientistas, los que consideran que la política efectiva
es la que produce resultados contantes y sonantes,
corresponde al último modelo diseñado. Entonces sí, el
objetivo central es la obtención de resultados económicos.
Pero hay que distinguir entre producir resultados económicos
de inmediato (que sería la tesis de los embajadores como
vendedores a comisión) y sembrar el clima de confianza, de
entrelazamiento de intereses mutuos, para producir
resultados económicos en un plazo mediano Porque resultados
económicos para un país pueden ser varios, que se señalan a
vía de ejemplo y de manera no exhaustiva: vender bienes
producidos en el país (y en lo posible crear una constante
corriente comercial); en lo posible, tratar de vender los
bienes con mayor valor agregado o que generen el mayor
ingreso de divisas; promover la venta de servicios desde el
país acreditante hacia el país de destino; promover la
colocación de inversiones financieras del país (bonos);
buscar la captación de inversiones para radicarse en el
país, en lo posible con la mayor generación de riqueza a
distribuir en el país o la mayor generación de empleo; busca
la adquisición en las mejores condiciones posibles de bienes
necesarios al Uruguay, o servicios requeridos, o
transferencia de tecnología y know how. Cada uno de estos
objetivos requiere caminos diferentes y artes diferentes en
los diplomáticos, que no son otra cosa que abridores de
caminos para la labor de los empresarios, de los vendedores,
de los compradores, de los captadores de inversiones. Y para
lo diplomáticos que van a incursionar en este modelo,
requiere perfiles y formaciones específicas.
El otro modelo de relaciones diplomáticas es el
estratégico, dentro del cual hay una variante que puede
confundirse con el modelo económico-comercial. Es el modelo
de relaciones económicas estratégicas, generalmente de mayor
impacto en el plano multilateral que en el bilateral, cuyo
objeto es la paciente construcción de lazos, de redes, de
asociación, fuere a través de áreas de libre comercio, o más
elaboradamente de complementaciones económicas, de uniones
aduaneras o de uniones económicas. El perfil y la formación
que requiere el diplomático para este otro modelo, o
variante de modelo, tiene algo de parecido pero bastante de
diferente al anterior. Porque es un camino
económico-comercial con mucho de político. Una asociación
económica se produce como consecuencia de una larga
elaboración política.
La variante principal del modelo de relaciones
estratégicas es el político. Y aquí el diplomático dista
mucho de ser vendedor y mucho menos vendedor a comisión.
Dista inclusive de ser un agente de marketing o promotor
comercial. Lo que debe ser es un político, cuyo objetivo
puede ser el penetrar y construir apoyaturas en las elites
nacionales (políticas, comunicacionales, de formación de
opinión) o en la propia sociedad, en la opinión pública. En
los análisis simplistas con mucho énfasis en el
comercialismo inmediatista, las relaciones diplomáticas con
objetivos esencial o casi exclusivamente políticos están
devaluados (aquí, por este confín del mundo). Sin embargo,
no todos los países piensan así. Diversos países europeos se
empeñan en profundizar las relaciones diplomáticas con un
cuarto centenar de países centroamericanos y del Caribe,
casi todos ellos (no todos) de bajo producto per cápita, y
no demasiados atractivos ni para radicar inversiones ni para
atraer inversiones, ni para comprar ni para vender. Lo mas
atractivo que ofrece este cuarto centenar de países es que
posee un cuarto centenar de votos en las Naciones Unidas y
demás organizaciones internacionales, algo así como más de
un cuarto del total de votos necesarios para lograr una
mayoría. No hay razones económicas ni comerciales en la
centenaria asociación entre Rusia y Serbia, pero hay una
comunidad étnica, cultural, alfabética y religiosa que los
enlaza. Son muchas las formas y los motivos por los cuales
los países pueden entenderse entre sí, de las más
intangibles hasta los intereses más inmediatos y ramplones
como el conseguir votos en la ONU. Pero es un modelo de
diplomacia esencial para abrirse camino en el mundo.
Es importante entender esto
para salir de ciertos simplismos, para construir una red de
relaciones diplomáticas del país que atienda objetivos
diferentes y complementarios. No cabe olvidar nunca que la
diplomacia siempre fue esencialmente una forma de hacer
política en un campo específico, y jamás se sustituye por un
mostrador de ventas.