
Uruguay
albergó uno de los sistemas bipartidistas más antiguos del
mundo, constituido contemporáneamente con la conformación de
la República bajo la dicotomía blanco-colorado, más o menos
coetáneo del bipartidismo británico tory-whig (o
conservador-liberal) y del bipartidismo norteamericano
demócrata-whig; por tanto, bastante anterior al bipartidismo
norteamericano demócrata-republicano. Este bipartidismo
oriental se asentó primero en reales protopartidos, bandos
clánicos, para luego devenir hacia el despuntar del siglo XX
en verdaderos partidos políticos modernos de presencia
electoral y parlamentaria. Este bipartidismo moderno opera
desde que Uruguay deviene en poliarquía (democracia liberal
pura, con elecciones libres, confiables, legítimas y
legitimadas), es decir, en torno a 1916, hasta el periodo
electoral de 1966-1971. Las elecciones de 1966 son las
últimas de ese bipartidismo asentado en la confrontación
entre la colectividad colorada, entre el Partido Colorado y
el Partido Nacional, entre dos lemas históricos, también
conocidos como partidos tradicionales o partidos
fundacionales.
¿Qué
quiere decir bipartidismo? Para empezar, no quiere decir que
existen dos partidos y solo dos. Tampoco quiere decir que
acceden al Parlamento solamente dos partidos y ningún otro.
Hay muchas formas de definir un sistema bipartidismo, y
todas parten de la idea de que hay dos partidos que en
conjunto dominan el panorama político, se sitúan en torno a
los nueve décimos del electorado (o de las bancas) y son los
únicos competidores efectivos por la titularidad del
gobierno. Modernamente ha aparecido una mayor precisión
científica con el aporte de M.Laakso y Rein Taagepera
en la elaboración del índice denominado Número Efectivo de
Partidos (NEP). El NEP es un número índice que mide no el
número total de partidos, sino el número efectivo entendido
como la cantidad de partidos proporcionado a su peso, ya
fuere el peso electoral o el parlamentario. Hay pues un NEP
electoral y un NEP parlamentario. En el caso uruguayo, donde
el Parlamento es elegido por proporcionalidad pura, es
decir, existe una casi perfecta proporcionalidad entre el
porcentaje de votos y el porcentaje de bancas de los
partidos, la diferencia entre uno y otro indicador es
insignificante. El NEP es una estimación matemática de
fragmentación de la competencia electoral o de la
competencia parlamentaria, que atribuye a cada partido un
peso derivado de su propia fuerza electoral. El indicador
electoral es la inversa de la sumatoria de cuadrados de los
porcentajes de votos de los partidos (o de los porcentajes
de bancas, si se trata del NEP parlamentario). Su fórmula
es, pues, NEP=1/∑ VP2 . Donde VP es el porcentaje
de Votos o el porcentaje de Bancas de los Partidos.
Bien,
aplicada la fórmula, lo claro es cuál es el Número Efectivo
de Partidos. En las tres últimas elecciones habidas con el
histórico formato bipartidista (colorado-blanco o
Colorado-Nacional), el NEP parlamentario registró 2.36
partidos (1958), 2.35 (1962) y 2.33 (1966). Cabe recordar
que en ese entonces, además de los dos partidos
tradicionales, existían otros dos o tres partidos con
representación parlamentaria que en conjunto representaron
un décimo del Parlamento: Unión Cívica del Uruguay, Partido
Socialista y Partido Comunista en 1958; Partido Demócrata
Cristiana y Frente Izquierda de Liberación en 1962 y 1966, a
lo que cabe agregar en 1962 también a Unión Popular. El
número total de partidos parlamentarios fue de 4 en una
oportunidad y de 5 en tres oportunidades, pero el número
efectivo estuvo en el entorno de 2.3 a 2.4
En 1971
aparece el Frente Amplio, que entre otras cosas absorbe a
los partidos Demócrata Cristiano (sucesor a su vez de la
Unión Cívica del Uruguay), Frente Izquierda de Liberación,
Comunista, Socialista y Unión Popular. El número total de
partidos parlamentarios se reduce a 3. Pero lo relevante no
es este hecho, sino que los partidos tradicionales en
conjunto comienzan un proceso sistemático de pérdida de
votos, lo que implica una gradual caída del bipartidismo.
En las
cinco elecciones siguientes el Número Efectivo de Partidos
se mueve en torno a cifras de tripartidismo: 2.71 (1971),
2.92 (1984), 3.33 (1989), 3.30 (1994) y 3.07 (1999). El
tripartidismo perfecto, un NEP igual a 3, se da en 1999.
Pero lejos de consagrar el tripartidismo, este proceso dio
paso – al menos provisoriamente – a un nuevo bipartidismo:
la elección de 2004 hace caer el NEP parlamentario a 2.39.
Se vuelve pues al número de la época del anterior
bipartidismo clásico. Es que solo dos lemas (Frente Amplio y
Partido Nacional) absorben ocho de cada nueve bancas y el
noveno restante es ocupado por los otros dos partidos (el
otrora predominante Partido colorado y el nuevo Partido
Independiente).
Si las
elecciones se realizasen hoy y su resultado estuviese
aproximadamente dentro de los parámetros de las tres
encuestas más relevantes de plaza, no habría ningún cambio
significativo: el número efectivo de partidos estaría en
torno a 2.3 a 2.4, los mismos dos partidos ocuparían cerca
del 90% de los escaños y los otros dos partidos el escaño
restante. Por ahora, todas las encuestas coinciden en que el
Partido Colorado se mueve entre el 7% y el 9%.
Con estos
datos a la vista – y más allá de expresión de deseo de
dirigentes políticos – Uruguay camina hacia la consolidación
de un nuevo bipartidismo, conformado por el Frente Amplio y
el Partido Nacional. Entonces, desde el punto de vista de la
arquitectura política las elecciones de 2009 son relevantes
para determinar si este fenómeno de consolidación
bipartidista se produce o no. El gran desafío que tiene hoy
el Partido Colorado es precisamente impedir que este
naciente bipartidismo se consolide, pues le cambia
definitivamente (al menos por un muy largo tiempo) su papel
histórico. No es nada menor pensar que de los 178 años de
existencia de la República, en 138 la titularidad de la rama
ejecutiva del gobierno fue ocupada por una persona de
filiación colorada.
Las elecciones del año que viene son históricamente
significativas, pues son las primeras en que un tercer
partido contiende como incumbent, como tenedor del gobierno.
Pero a su vez, con absoluta independencia de esto, son
también históricamente relevantes pues determinarán si se
consolida un nuevo bipartidismo blanco-frenteamplista, o el
país reabre otros caminos de arquitectura política.