
Cuando en
la segunda quincena de setiembre se retire del Ministerio de
Economía Danilo Astori, la incógnita sobre la candidatura
presidencial del Frente Amplio dominará la escena política
noticiosa. Desplazará así del primer plano la puja Lacalle-Larrañaga
por la candidatura del Partido Nacional, que tiene varios
atractivos: es la reedición de la contienda de 2004 en que
el entonces desafiante y actual presidente del Partido
derrotó al anterior presidente partidario; hoy Larrañaga
cumple el papel de incumbent y Lacalle el de challenger; en
esta etapa existen parejas posibilidades, con un cierta
paridad de intención de voto; y el que venza de los dos será
el desafiante real del candidato oficialista. Precisamente
la opinión pública señala cuatro posibles presidentes de la
República, y solo cuatro, que por orden alfabético son
Danilo Astori, Luis Alberto Lacalle, Jorge Larrañaga y José
Mujica; y en términos estadísticamente válidos, para la
gente no existe una quinta posibilidad. La diferencia
sustancial entre la situación interna del nacionalismo y del
frenteamplismo es que en el primero los dos grandes
contendores están en la calle, se disputan abiertamente el
voto ciudadano y la única incógnita es cual de los dos
obtendrá más votos que el otro; y esto no ocurre con esa
claridad en la izquierda. Hay dudas sobre si hay contienda;
de haberla, entre quienes; y por las dudas, como otro
elemento adicional, en qué condiciones será esa contienda
desde el punto de vista jurídico-político, a la luz de las
especiales reglas del Frente Amplio.
Para
empezar cabe una afirmación tajante: el contador Danilo
Astori va estar como precandidato presidencial el 28 de
junio del año que viene, más allá de toda duda razonable o
irrazonable. Como dicen los muchachos: va sí o sí. Hay
muchas razones para ello. El saliente ministro de Economía
se siente a sí mismo como uno de los uruguayos con mayor
capacidad (o como el más capaz de todos) para dirigir los
destinos del país y conducir el gobierno; siente que tiene
ideas, tiene planes y tiene equipos. Esa es su percepción.
Pero además siente que ya esperó demasiado, que por una u
otras razones su candidatura presidencial y su acceso al
liderazgo del Frente Amplio demoraron veinte años más de lo
pensado. Y ahora ya no es más el Príncipe de Asturias con 49
años, sino un hombre que llega a las elecciones con 69 años
de edad, con una edad en la que se corren demasiados riesgos
si se dice “esta vez, otra vez paso”.
El 14 de
marzo de 1989 Hugo Batalla dirigió una carta al general
Liber Seregni en la cual comunicaba su ruptura con el Frente
Amplio y el inicio de nuevos rumbos. Con su Partido por el
Gobierno del Pueblo y su aliado Partido Demócrata Cristiano,
junto a figuras como Héctor Lescano, Carlos Cassina, Yamandú
Fau, Rafael Michelini, consideró agotado el ciclo del Frente
Amplio y la necesidad de crear otra alternativa a los
uruguayos. Esa decisión, que resultó traumática para el
Frente Amplio, que lo dejo frente a la elección más azarosa
de su vida, significó también la cristalización de la
fórmula presidencial Seregni-Astori y la virtual unción del
contador como sucesor del general, como heredero de la
corona, como el Príncipe de Asturias de la izquierda
vernácula. Dirigentes de izquierda y de los otros partidos,
analistas, periodistas, ciudadanos informados, todos
esperaban que tras la elección de noviembre, comenzase el
traspaso de los símbolos del poder frenteamplista del
general al contador. De repente, sin aviso previo, aparece
una figura desconocida en los ámbitos políticos y de opinión
pública, con un formidable magnetismo, que logra lo que
entonces le había sido esquivo a la izquierda: el gobierno
del departamento de Montevideo.
Para
todos surge una incógnita de si el sucesor lo será el
economista o el oncólogo. Cuando a fines de 1992 se realiza
el referendum sobre la Ley de Empresas Públicas, la voz del
Frente Amplio la encarnan Seregni y Astori. Las encuestas
dan una virtual paridad sobre la candidatura presidencial
(44% Vázquez, 41% Astori). Los próximos doce meses
transcurrirán a favor de Vázquez, quien contó con casi todo
el aparato en su favor (quizás con la duda de Seregni, que
en su fuero íntimo prefería a Astori). Entonces, 1994 no fue
para él. Hacia 1999, reforma constitucional mediante y con
el estreno de las elecciones preliminares generales y
obligatorias, el Congreso del Frente Amplio proclama la
fórmula Vázquez-Nin Novoa (por segunda vez), con el apoyo de
la mayoría de los sectores y la totalidad del aparato de
base. Queda igualmente autorizado a competir en estas
elecciones preliminares, donde pierde por más de cuatro a
uno. Cinco años después ocurre lo mismo con el Congreso del
Frente Amplio, con la decisión de la mayoría de los sectores
y del aparato de base. Se vuelve a repetir, es decir, se
decide por tercera vez la fórmula Vázquez-Nin Novoa y se
autoriza a Astori a competir. Prudentemente se retira, lo
que facilita luego que Vázquez lo anuncie como futuro
conductor de la economía y se le abre el camino a la
candidatura de 2009. Ya no hay más tiempo para no librar una
batalla, que se le presenta con muchas probabilidades, al
menos, con posibilidades parejas de ser o no ser.
La otra
afirmación que cabe es que José Mujica Cordano, en parte por
efecto de las circunstancias, en gran parte por su propio
mérito, se ha transformado en el gran decisor. Si él decide
consensuar la candidatura Astori, no hay quien
razonablemente en la izquierda pueda enfrentar un
entendimiento de los dos mayores sectores, las dos
principales figuras, con el navicert del presidente de la
República y el apoyo de otros sectores de menor porte. Si
Mujica decide no consensuar el nombre de Astori, se abren
dos caminos y cada uno de ellos con dos variantes.
El primer camino es el que la gran mayoría de los
espectadores espera: la candidatura de Mujica y la puja
Mujica-Astori el 28 de junio; el otro, más riesgoso, es que
Mujica señale una tercera figura, que además obtenga el
apoyo de todos los sectores no astoristas (socialistas,
Vertiente, comunistas, quizás algo de la Alianza
Progresista) y la puja de junio sea entre Astori y esta
tercera figura. En ambos casos hay también dos variantes:
que como lo ha hecho siempre el Congreso del FA a mediados
de diciembre proclame el candidato oficial y deje a Astori
como candidato autorizado pero no oficial, es decir, haya
una puja inicialmente despareja, o que por el contrario el
Congreso proclame a ambos o no proclame a ninguno, es decir,
nivele la contienda.