
¿Qué deben hacer los gobernantes cuando llegan las
elecciones? ¿Deben o no ser candidatos? ¿Si son candidatos,
deben o no continuar en los cargos de gobierno o
administración? Estas preguntas corresponden a una discusión
larvada en Uruguay, que nunca se ha planteado abiertamente,
nunca se ha discutido de manera clara y profunda, sino que
surge a través de cuestionamientos públicos, deadline
trazados desde alguna autoridad o conductas de los propios
gobernantes-candidatos.
Así pueden encontrarse tres grandes situaciones: Una, que
se pida la renuncia de un intendente o un ministro por
lanzar su candidatura o pre-candidatura a un cargo para el
cual no tiene impedimento constitucional. Dos, que
intendentes o ministros renuncien a sus cargos para ser
candidatos o precandidatos. Tres, que un presidente exija a
sus ministros que renuncien a sus cargos en determinada
fecha si piensan lanzarse como candidatos o precandidatos.
Primero conviene despejar lo jurídico formal de las
reglas no escritas. En lo formal en Uruguay existen tres
tipos de prohibiciones en materia de candidaturas, o visto
al revés dos tipos de deadline, de plazos estipulados para
que los titulares de los cargos renuncien a los mismos para
poder ser candidatos, o lisa y llanamente de impedimento de
candidatura:
Uno. Cuando se trata
de cargos cuyos titulares tienen prohibida toda actividad
política por considerarse que su función requiere un
equilibrio, ajenidad o neutralidad política o
político-partidaria, como los magistrados los militares en
actividad, los funcionarios policiales. En estos casos (con
diferencias de detalle) se impone su cese tres meses antes
del acto electoral.
Dos. Cuando se
considere que el ejercicio de un determinado cargo puede
crear condiciones desnivelantes del fair play electoral, con
lo cual se obliga los obliga a renunciar o se impide la
candidatura. Casos de los intendentes que deben renunciar
sus cargos tres meses antes de las elecciones para
postularse a la reelección o a diputado, o se impide al
presidente de la República a ser candidato a diputado o a la
reelección. En este caso entrarían también las prohibiciones
para los directores de entes autónomos y servicios
descentralizados para ser candidatos a senadores o
diputados, a quienes se exige su renuncia con un año de
antelación (basado en que dichos servicios cuentan con un
poder clientelístico que los hace desnivelantes en la
competencia electoral al interior de los partidos)
Las reglas no escritas pero consensuadas y aplicadas
pacíficamente agregaron la conveniencia de que el ministro
del Interior no fuese candidato a cargos electivos o
inclusive que no fuese una figura perteneciente a las
dirigencias políticas de las principales fuerzas en disputa
(por ejemplo, la designación del cívico Dardo Regules como
elemento de neutralidad en la triple competencia colorada de
1950).
Es decir, hay una plena coincidencia de la teleología de
las reglas escritas y no escritas en que las únicas
finalidades de los deadline y de los impedimentos es que no
se afecte el fair play (no haya en las elecciones influencia
indebida del poder) y no haya contaminación política de
quienes deban estar ajenos a ella.
En cambio, los reclamos, decisiones o praxis de ahora
apuntan a otra cosa: a entender que quien gobierna ejerce
una influencia indebida por el solo hecho de la publicidad
que le da el cargo, o desatiende sus obligaciones
gubernativas o administrativas por dedicarse a la campaña
electoral. En algunos casos hay un tinte de antipolítica, ya
que de las explicaciones se trasluce cierta idea de que
gobernar es puro y la política electoral es impura, o de que
una campaña electoral nada tiene que ver con el gobierno, de
donde quien hace algo sano (gobernar, administrar) no debe
contaminarse con prácticas impuras (hacer campaña
electoral).
Todo esto lleva también a reflexionar sobre la
democracia política (la poliarquía),
las elecciones y las campañas electorales. Un elemento
esencial de la poliarquía lo constituye la elección de los
gobernantes en elecciones libres y competitivas, mediante la
confrontación de partidos y candidatos, que exponen y
contraponen sus principios, ideas y propuestas, con la
finalidad de obtener el apoyo de los electores, apoyo que se
expresa a través de un mecanismo formal denominado voto. La
confrontación de partidos y candidatos, las respectivas
exposiciones y contraposiciones de ideas y propuestas, se
realizan a través de un conjunto de métodos y medios, a lo
largo de un periodo determinado, llamado campaña electoral.
La campaña electoral es pues el periodo en que los actores
políticos exponen sus propuestas con la finalidad de obtener
el apoyo de los electores a fin de intentar llevar a la
práctica esas propuestas. Además, las elecciones es el
momento en que esos gobernantes y administradores presentan
su balance al electorado para obtener su conformidad o su
disconformidad.
Pero además del conflicto de fondo sobre el concepto de
democracia y elecciones que se plantea con el tema, hay
también un tema práctico: considerar que todo gobernante
debe renunciar con anticipación para ser candidato supone
que en cada lustro debe haber dos equipos de gobierno, que
pueden considerarse el titular y el suplente, uno gobierna
tres o cuatro años y el otro el tiempo que va desde el
abandono del campo por el equipo titular hasta la asunción
del otro equipo titular que emerja de las urnas. Y esto
significa un nuevo achicamiento del tiempo útil de gobierno.
Parecería que es una solución para etapas pacíficas y calmas
de un país sin problemas, donde el gobierno se ejerce
espasmódicamente tres años de cada cinco (o con suerte
cuatro de cada cinco), y en los otros dos (o en el otro uno)
se deja en manos de administradores suplentes, que a lo sumo
van a continuar lo hecho por sus antecesores. Alguno podría
suponer que es un gesto de soberbia el pensar que un país
tan pequeño se puede dar el lujo de jugar con equipos dobles
en el gobierno, más los equipos de relevo que quedan en la
oposición.
Conviene ver la
praxis en los países de alto desarrollo político, de
democracias clásicas consolidadas y basadas en sistemas
sólidos de partidos políticos, como
toda
Europa Occidental, Japón, India, Israel, Estados Unidos,
Canadá, Australia, Nueva Zelanda. Allí los gobernantes
siguen en funciones inclusive el mismo día de las
elecciones. Nunca nadie vio renunciar para ser candidato, ni
nunca nadie reclamó su renuncia por tal hecho, ni a Felipe
González ni a Aznar, ni a Schröder, Berlusconi, Blair,
Thatcher, Mitterand, Chirac, Clinton, Bush, Rodríguez
Zapatero, Kreisky, Palme, Ben Gurion y sigue una lista muy
nutrida y prestigiosa de gobernantes-candidatos (gusten o no
sus ideas a cada quien).