
La Constitución de la
República, en su versión 1996, estableció que “El
Presidente y el Vicepresidente de la República serán
elegidos conjunta y directamente por el Cuerpo Electoral,
por mayoría absoluta de votantes. Cada partido sólo podrá
presentar una candidatura a la Presidencia y a la
Vicepresidencia de la República” y que “Los partidos
políticos elegirán su candidato a la Presidencia de la
República mediante elecciones internas que reglamentará la
Ley sancionada por el voto de los dos tercios del total de
componentes de cada Cámara”. Hasta aquí muy simple, son
elecciones que – como define la Real Academia – se realizan
al interior de un partido político. Lo cual en buen romance
quiere decir que son elecciones en que participan los
afiliados, militantes, inscriptos, simpatizantes o
comprometidos con un partido político. Y que obviamente se
realizan dentro del partido, en locales del propio partido o
cuyo uso temporal ha sido cedido al partido.
La
simultaneidad emerge de la Disposición Transitoria letra W,
con valor de ley, de ahí que se hable de elecciones internas
y simultáneas, lo que quiere decir que son dentro de cada
partido, por separado, en forma sincrónica, es decir, “que
se hace u ocurre al mismo tiempo que otra”. Pero cuando
empieza a desarrollarse la norma legal se habla de algo que
no tiene nada que ver con elecciones internas: son
elecciones generales, en que se convoca a todo el Cuerpo
Electoral, en que los electores votan en forma secreta por
el partido y cuyo efecto es la elección del candidato único
presidencial de cada partido, más dos órganos deliberativos
en cada partido con funciones electorales. Paradoja: en
estas elecciones internas no puede haber un listado de
personas que haya sufragado dentro de cada partido, porque
sencillamente nadie vota dentro de un partido, sino fuera de
él, y escoge al partido en secreto. Es una elección de doble
voto simultáneo, pues el elector escoge un lema (partido) y
una candidatura presidencial.
Pero la
confusión entre elecciones generales y elecciones internas
(que no lo son), no es solo una diferenciación procesal, de
procedimiento eleccionario, sino sustantivo, para electores
y candidatos. Para ver claro un ejemplo no muy raro, el del
elector que decide su voto en el último instante posible.
¿Cuál es ese último instante en elecciones internas,
verdaderamente internas? Cuando decide si va al local del
Frente Amplio, del Partido Nacional o del Partido Colorado,
para el caso de que no hubiere registro previo; si no, en el
momento en que vence la inscripción en cualquiera de los
tres partidos. ¿Cuál es el último instante que tiene el
elector en el sistema uruguayo que se aplicará el 28 de
junio, de elecciones preliminares o primera elección de
tres? Cuando está dentro del cuarto secreto, con el sobre
opaco en la mano, tiene delante algún que otro centenar de
hojas de votación de todos los partidos, y entonces debe
escoger alguna de ellas para introducirla en el sobre.
Esto no
es menor desde el punto de vista psicológico. El primer
procedimiento obliga al elector a elegir con anterioridad
cuál es el partido en el que piensa votar, y recién después,
en el respectivo cuarto secreto partidario, tendrá ante sí
hojas de votación del mismo partido, y en una segunda etapa
de selección, escogerá una. El procedimiento vigente, en
cambio, hace que para el elector resulte simultánea la
selección del partido y del candidato. No es un pensamiento
en dos etapas, sino que pueden sin ningún problema ser dos
decisiones simultáneas, y hasta inversas: me gusta tal
candidato, elijo votarlo, y resulta que es de tal partido;
en este caso, el partido viene adosado al candidato.
El que
no sean elecciones internas y simultáneas, valga repetir,
que no sean elecciones dentro de los partidos en forma
sincrónica, sino que haya una única elección nacional en que
el ciudadano aplica el doble voto simultáneo, tiene un
efecto singular sobre el elector. En elecciones internas,
decidido el partido de su preferencia, unos electores
mirarán exclusivamente la competencia frenteamplista, otros
la blanca y otros la colorada, y punto. En el sistema
vigente, hay un elevado número de electores que miran el
conjunto de los candidatos, o más exactamente un segmento
compuesto por candidatos que, según el punto de vista del
elector, tienen estilos parecidos, valores parecidos,
programas o propuestas relativamente similares. Esto
determina que haya tantos cruces como combinaciones posibles
en un marco de 10 candidatos (45 combinaciones). En realidad
hay tres escenarios intrapartidarios (al interior del Frente
Amplio, del Partido Nacional y del Partido Colorado) y tres
grandes escenarios interpartidarios: Lacalle-colorados,
Astori-Lacalle y Mujica-Larrañaga (se puede sumar también
Carámbula-Larrañaga). Podría haber algunos más, pero no son
estadísticamente significativos.
Muchos
candidatos siguen creyendo que son elecciones internas,
donde votan los activistas del partido (los frenteamplistas
de cara pintada rojo-azul-blanco, los blancos de vincha
blanca, los colorados con un clavel rojo en el ojal), que es
una elección de gente con pertenencia total, que se
conmueven con el “No nos moverán”, “Jazmín del país” o “el
Partido Colorado victoriosamente va …” En realidad, entre el
35% y el 40% de los votantes de junio corresponden a esa
descripción. El resto, la gran mayoría, no. Y en esa mayoría
hay un número significativo (minoritario pero decisivo) que
al cambiar la preferencia, o al definir sus dudas, puede
decantar para un partido o para otro, más exactamente para
un candidato de un partido o para un candidato de otro
partido. Por eso hay candidatos que ganan votos sin
obtenerlos dentro de sus correglionarios, y candidatos que
pierden votos hacia fuera. Esto es muy claro, muy nítido, y
no siempre comprendido por los propios candidatos y equipos
de campaña.
Porque este fenómeno obliga a que cada candidato realice una
campaña de múltiples frentes, donde tiene que atender a su
contrincante formal (el o los de su propio partido) y a
otros contrincantes reales (el o los candidatos de otro u
otros partidos que se solapan con él en estilos, conductas,
valores o programas). Mujica entonces compite con Carámbula,
Astori y Larrañaga. Para Larrañaga la competencia es a
izquierda (Mujica) y a derecha (Lacalle). Lacalle tiene
competencia adentro (Larrañaga), a la izquierda externa (Astori)
y en su mismo espacio pero externo (Bordaberry, Hierro,
Amorin). Astori compite con Mujica, con Carámbula, pero
también con Lacalle. Carámbula compite con Mujica y con
Astori, pero también con Larrañaga. Y todavía no se sabe ni
el efecto ni la magnitud de los dos nuevos contendientes (Riet
Correa, Lamas).